Finalmente déjenme citar otra técnica de camino hacia la intimidad, efectuada por el Dr. Tart :

Póngase cara a cara con otra persona. Mírela y esté atento hasta que su propia mente se distraiga. Esté atento cuando trate a su cara como un objeto, como un diseño, o juegue juegos de percepción con ella. Podrán aparecer distorsiones que le indicarán qué es lo que proyecta Ud. en la relación: ángeles, diablos, animales, y todo tipo de posibilidades humanas podrán aparecer en su cara. Eventualmente Ud. podrá pasar por estas fantasías visuales hacia la presencia genuina de otro ser humano.

He citado los anteriores experimentos porque creo que ilustran en cierta manera la realidad que llamamos intimidad; y en ellos la debilidad del enfoque científico es evidente.

En la intimidad más profunda – me parece – no hay unión, pero sí vivir-en, a tal punto que dos personas pueden vivir el uno en el otro y ser parte del otro aun cuando estén separados por miles de kilómetros. Lo que hace la diferencia entre vivir-en- y la unión es – yo creo – el amor personal, el compromiso y la confianza. Dos personas pueden entrar en estados muy alterados de consciencia a través de drogas o hipnosis, o aún por la práctica del desapego, y pueden flotar dentro de la psiquis del otro con una tremenda pérdida de identidad. Pero donde no hay amor y confianza , qué valor humano puede tener esto? Y donde
el amor y la confianza faltan, cuán atroz puede resultar esta forzada intimidad. Más aún, el amor y la confianza deben crecer, y usualmente esto requiere de tiempo . Yo no creo que podamos simplemente entrar en el centro del ser de otra persona alterando nuestra consciencia con drogas o hipnosis ni otras técnicas. Ni tampoco lo podemos hacer mirando por horas la cara de otro, a no ser que nuestro amor y confianza corresponda a la duración de nuestra mirada. Debe ser atroz el ser mirado durante horas por alguien que no nos ama; y debe ser atroz mirar horas a alguien a quien no amamos. Todo esto es tan diferente de la relación extática de amor en la cual el amado es las montañas, los boscosos valles solitarios, las islas extrañas la música silenciosa. Sin la dimensión mística del amor y la confianza, la meditación corre el riesgo de ser inhumana, de ser una manipulación mecánica.