Recientemente se ha despertado una cantidad de interés por la meditación como terapia. Hoy se ha reconocido que la medicina occidental ha sido exageradamente unilateral, ignorando por largo tiempo el papel de la mente en la sanación del cuerpo humano. Ya se sabe que el 80% de las enfermedades modernas tiene en su origen o en parte una causa psicosomática, pero, mientras acepta las enfermedades psicosomáticas, el Occidente ha sido lento en desarrollar un proceso de salud relacionado con ella, es decir, salud del cuerpo emanando de la salud de la mente, o del control mental de las enfermedades corporales. Solamente ahora, con la creciente influencia del Oriente y de lo que se habla acerca de acupuntura , de fuerza vital, de kundalini y todo lo demás, comenzamos a comprender nuevamente las dimensiones espirituales y metafísicas de la sanación. Pero el interés está creciendo rápidamente. Y no es improbable que la meditación llegue a ser uno de los principales medios de terapia en el futuro.
Que la meditación tiene extrañas y profundas repercusiones en las funciones corporales, fue reconocido hace largo tiempo por los ingleses en la India. Mientras Rudyard Kipling cantaba alegremente acerca de las glorias del Imperio, unos médicos ingleses, de mente más penetrante y con más sentido, común examinaban historias acerca de hombres santos , yoguis, quienes relataban haber caminado sobre carbones encendidos, haber sido enterrados vivos, detenido sus corazones, escuchado durante el sueño, agujereado sus carnes con estocadas sin sangramiento y desafiado la ley de gravedad. Qué era lo que la profesión médica pensaba de todo esto? Era un hecho, una ficción, o un mito?
Uno de los primeros estudios científicos de estos fenómenos fue hecho por una cardióloga francesa, Therése Brosse, quien vino a la India en 1935 con un electrocardiógrafo portátil y dijo haber descubierto
un yogui que podía detener su corazón. Pero no todos la tomaron en serio, y sólo en el último par de décadas se han hecho estudios que estén ampliamente reconocidos . Entre ellos, uno de los más sorprendentes fue el del Dr. Elmer Green y señora en 1970, con el Swami Rama, un yogui de Rishikesh en los Himalayas. El Swami Rama, un hombre de unos cuarenta y tantos años, había practicado yoga desde los cuatro años.