Es útil recordar que el estado de alerta que buscamos vendrá en último término. Todo lo que tenemos que hacer es dejar de retener, dejar pasar aún las más bellas experiencias. No pienses acerca de ellas, no te hagas expectativas. Sólo déjalas ser: obsérvalas surgir, manifestarse y desvanecerse. Tu nivel de concentración se profundizará tanto como tu necesidad de aferrar y discriminar desaparezca.
Hay varios ejercicios que ayudan a intensificar el estado de alerta. Estas técnicas, sin embargo, son sólo herramientas. Ellas ayudan a hacer posibles ciertas experiencias, pero las experiencias no dependen de las técnicas, éstas resultan porque las experiencias están ya con nosotros, siempre accesibles.
Cada vez que surge un pensamiento, usualmente sentimos la necesidad de etiquetarlo e identificarlo. Trata de detener ese proceso. Aunque tú puedas sentir ese pensamiento, verlo y experimentar que ocurre, el pensamiento mismo es una proyección del observador. El pensamiento no está separado del observar del observador. Para entender esto, simplemente observa el flujo de imágenes mentales que pasa a través de tu mente. A medida que las imágenes-proyecciones pasadas y futuras pasan delante, corta entre ellas, no para mirar a los pensamientos e imágenes, sino por ver quien está observando los pensamientos. Trata de desarrollar un sentimiento como que los pensamientos están observando al observador.
Cuando tú enfrentas al observador directamente, tu estado de alerta y el observador llegan a ser uno. No hay un ego contemplando nada. Hay sólo observación, sólo el proceso. No hay sujeto y objeto. El proceso es la experiencia y el objeto. El proceso es la experiencia… o, tú podrías decir: sólo darse cuenta.
Observando la mente cuidadosamente se encuentra que la mente manifiesta nuestros objetos de experiencia directamente. Sujeto y objeto ocurren en la mente simultáneamente, y ambos son manifestaciones de la mente. No hay una posición sobre qué apoyarse, nada que investigar. Nada que mirar hacia atrás o hacia delante.