Mucha gente piensa que no sufre, pero reconoce que padece tensión, temor, ansiedad, incomunicación con los demás y falta de sentido de la vida. Todo eso totaliza una creciente insatisfacción consigo mismo.
No solamente se sufre por las situaciones negativas del presente, sino también por hechos ocurridos en el pasado. Se recuerda haber perdido oportunidades, bienes, personas queridas; no haber conseguido el reconocimiento social y familiar que se anhelaba; haber tenido grandes dificultades para conseguir lo que se necesitaba para sí mismo y para la familia.
Como si todo esto fuera poco, se sufre imaginando acontecimientos negativos en el futuro: temor a perder lo que se tiene, temor a la soledad, a la enfermedad, accidentes, fracasos, etc. En relación a las futuras desdichas imaginadas, con un poco de lógica debiéramos comprender que nos enfrentamos a dos posibilidades: que ocurra aquello que tememos o que no ocurra. En el primer caso, ya tendremos la oportunidad de sufrir en su totalidad el hecho doloroso, y nadie nos va a descontar lo que hemos sufrido anticipadamente. En el segundo caso, hemos sufrido en vano por algo que no ocurrió.
Toda persona que emprenda con seriedad un trabajo sobre sí, que le ayude a comprender sus motivaciones profundas y la raíz de sus tensiones y angustias, podrá liberarse de ese malestar interior que llamamos sufrimiento. Mediante el esfuerzo de observarse a sí mismo, según una pauta graduada – como en nuestro Curso de Crecimiento Personal – es posible ir evolucionando progresivamente y elevar el nivel de consciencia a medida que se van modificando las condiciones desfavorables del presente. Se aclaran las zonas oscuras del pasado, comprendiendo así las tendencias que rigen la dinámica de la propia vida, posibilitándonos el emprender una nueva dirección hacia el futuro.
El antiguo adagio de “Conócete a tí mismo…” sigue estando vigente al inicio de este tercer milenio.