Desde pequeños, a medida que empieza a definirse en nosotros un YO, también empezamos a darnos cuenta de que existe un NO YO, que no siempre está de acuerdo con nuestros deseos. Según hayan sido nuestras experiencias de la primera infancia, visualizamos ese NO YO como algo amenazador, indiferente o acogedor.

A medida que crecemos, ese NO YO se manifiesta más determinante en nuestras vidas y vamos comprendiendo que, para conseguir lo que para nosotros sea importante, necesitamos tomar en cuenta a ese NO YO, ya sea luchando contra él, negociando, transando o defendiéndonos.

De nuestras defensas quiero que hablemos ahora. Hay defensas contra la ansiedad y la desesperanza (sensación de vacío). Uno puede defenderse recurriendo a las compañías amenas, al trabajo, a la vida superficial, al optimismo trivial, a la televisión, a comer, fumar y beber en exceso. En último extremo, están las drogas.

Hay también una variedad de defensas contra la inseguridad, el sentimiento de sucumbir a un caos, de fracasar, de caer en la inercia. Una de esas defensas está en los debería porque se siente que no existe ninguna otra cosa a qué aferrarse. El perfeccionismo es parte de ella. Una variante es la rígida actitud de tener siempre la razón; con ella quedan eliminadas de raíz las dudas sobre uno mismo: Son los demás los que están equivocados. Además, la férrea convicción de que uno es capaz de arreglárselas solo es un buen escudo.

Otra defensa muy usada es la de experimentar los procesos internos negativos como si ocurrieran fuera de uno mismo (proyección de la sombra), Es el otro el que debe cambiar. Yo estoy bien.

Hay mucho paño que cortar en este tema que excede el espacio disponible. Mi intención sólo es ofrecerles Food for Thought (comida para el pensamiento).

Fernanda