En el Ecleslastés se dice que no hay nada nuevo bajo el sol. Como científica, médico y psicóloga, me intereso en el juego interno de la unidad que vemos proyectada en una tríada de mente, cuerpo y espíritu. Por ello, me gustaría analizar algunos de los conceptos contemporáneos tal como aparecen en los textos antiguos para reaparecer en la psicología actual como enfoques médicos de mente/cuerpo.

Estrés y psicología:
El estrés es la palabra clave de la década. Ha sido sometido a un serio diagnóstico por la comunidad médica y se ha deducido que entre el 70 y el 80 por ciento de las visitas al médico es por desórdenes relacionados con el estrés. Es este el que provoca la expectativa de que van a ocurrir cosas perjudiciales cuyas consecuencias no seremos capaces de afrontar. El pensamiento de que ocurrirá algo catastrófico provoca cambios drásticos en el cuerpo, específicamente en el sistema hormonal y en el sistema nervioso simpático. Basta pensar, mientras se está en la noche en la cama: “Dios mío, ese ruido en la cocina significa que entró un ladrón!”, para activar un circuito instintivo llamado “lucha-o-huida”. El ritmo del corazón y la presión sanguínea se aceleran, el azúcar entra a raudales en la sangre, los músculos se tensan, preparándose para una acción rápida, y todo el metabolismo se sobredimensiona. Todo esto resulta de gran ayuda cuando verdaderamente lo necesitamos, pero a menudo no es así. Cuando se activa este mismo circuito en un atochamiento de tránsito, o al recordar una reprensión del jefe, o en una discusión
con la pareja, estamos gastando el cuerpo innecesariamente. Las investigaciones indican que muchos males físicos modernos, desde la hipertensión y las jaquecas hasta los trastornos digestivos y el dolor de espalda pueden ser causados o agravados por el estrés.

En estudios efectuados sobre dos mil empleados de una empresa internacional, se encontró que más de la mitad de estas personas mostraban síntomas producidos por el estrés: ansiedad, depresión, insomnio, fumar y beber alcohol en exceso, obesidad por comer demasiado, dolores de cabeza y úlceras. Otros empleados, en cambio, se mantenían saludables ante las mismas circunstancias laborales que presionaban a sus compañeros menos afortunados. Analizando a los que se habían sobrepuesto al estrés, se observó en ellos tres actitudes importantes: desafío, compromiso y control.