El control: La tercera cadena esclavizadora se refiere a algo ya dicho antes. En sentido figurado, el control se relaciona con el sentimiento de que somos el centro del universo, que el sol no podría salir sin nuestra intervención. Implica una falta de fe en lo que podríamos llamar la Divina Providencia, y un riesgo resultante de terminar por estrangularlo todo al ejercer un excesivo control. Hablábamos de una paradoja: algo que es y no es a la vez. El control debe ser controlado, tal como lo practican los Alcohólicos Anónimos.

La paz interior: Somos movidos por dos grandes deseos: obtener lo que queremos y evitar lo que no queremos, Nuestra experiencia nos dice que la parte mejor de un deseo es cuando cesa: hemos obtenido lo que queríamos o nos libramos de lo no deseado. En ese momento hay paz. El pensamiento se aquieta y la mente se vuelve silenciosa. Pero esto no dura mucho tiempo. Estimulada por lo bien que se ha sentido al satisfacer ese anhelo, la mente asocia el contentamiento con el cumplir los deseos. Tendríamos que desear algo de nuevo para volver a estar contentos. Y así se continúa de una cosa a otra.

En esta gran rueda de condicionamientos es donde empieza todo el problema de identificarnos con nuestro ser transitorio.

Debajo de nuestros miedos y preocupaciones, sin estar afectado por nuestros condicionamientos y acciones, existe un núcleo apacible. Para llegar a él, es necesario ir eliminando las barreras del miedo que nos mantienen inconscientes de nuestra verdadera naturaleza de amor, paz y rica interconexión con el tejido de la vida. Estar en él es el redescubrimiento de quienes somos y de quienes hemos sido siempre.

La meditación: La vieja receta para reeducar la mente es la meditación, a través de la cual nos vamos dando cuenta paulatinamente que no somos nuestra mente. En los pocos momentos en que conseguimos que la mente se calme al meditar, sentimos paz. Es nuestro contacto con nuestro ser interior, aquella parte de nuestra consciencia que no está condicionada por las experiencias pasadas, nuestro núcleo apacible. Ya que el cuerpo puede ser afectado negativamente por el estrés, no es sorprendente que la recuperación del equilibrio interior sea acompañada por una fisiología saludable que puede aliviar e incluso, sanar – aquellas enfermedades relacionadas con el estrés.