Al llegar a percibir la comunidad humana como parte de una comunidad planetaria, asumiríamos una obligación de vincular los intereses humanos con los intereses de todos los seres sensibles. Si nuestro núcleo familiar pudiera extenderse a nuestra familia planetaria, podríamos reconocer la importancia de proteger estrictamente y distribuir equitativamente los recursos materiales. Sería fácil apreciar aquello con lo que nos relacionáramos íntimamente.
Cómo percibe usted el mundo natural? Cómo define usted sus necesidades en relación a las necesidades del planeta? Para mí, lanzar estas preguntas es posible sólo en la medida en que yo esté más consciente de que las necesidades humanas son las mismas que las del planeta. Para citar al poeta budista Gary Snyder, el gran desafío de mi vida ha sido aprender a caminar livianamente sobre la tierra”.
Traducido y extractado por Tatiana Reyes de
Biography of Ames B. Colt
University of Massachusetts-Boston, 1993
El medioambiente cultural y social que do
mina el planeta (la cultura del pensa-
miento, la imagen y la voluntad de poder), a travès del cual somos “forma-
teados” la inmensa mayorìa de los seres
humanos desde hace milenios, es la raìz de la incomprensiòn de que debemos cui-
darnos individual y colectivamente en lo
que somos externamente pero no en lo que
creemos ser internamente.
Cuando cuidamos lo que creemos ser, des-
truimos lo que somos, cerebro y planeta
incluidos. Para esto hace falta una au-
têntica revoluciòn sicolôgica y la glo-
balizaciòn del despertar de la inteli-
gencia a travès de una revoluciòn en la
educaciòn formal. Esta revoluciòn debe
cimentarse en considerar el conocimiento
de sì mismo como una “necesidad bâsica”,
ya que a partir de ahì cuidamos lo que
realmente somos y dejamos de desperdi-
ciar enormes cantidades de energìa en
cuidar lo que creemos ser.