“Anda siempre por sí mismo, en todo va por sus propios medios,
Cada uno de los perfectos vaga por el mismo y único pasadizo del Nirvana.
Su tono es elegante, transparente su espíritu, naturalmente elevado su aire.
Sus facciones son de marcada delgadez, firmes sus huesos.
No presta atención a los otros.”
Desde los tiempos de Freud, la psicoterapia ha venido preocupándose de que los síntomas y perturbaciones de los que quiere librarse el paciente no son meramente psicológicos. Están relacionados con sus conexiones con las personas, con las instituciones sociales y con las normas de comunicación empleadas por la cultura en la que ha sido educado. Existen condicionamientos de lenguaje, jurídicos, éticos, estéticos, religiosos, rol social, etc., que determinan el concepto que el individuo tiene de sí mismo, su nivel de consciencia y su percepción de la propia existencia.
Debido a ello, el psicoterapeuta ha ido comprendiendo que su empeño por ayudar al paciente abarca un ámbito mucho más extenso que su sola psiquis y sus problemas privados. De allí se deriva que las formas orientales de liberación le parezcan tan pertinentes a sus funciones profesionales. La gente que acude a ellos sufre de un malestar emanado de lo que el hinduismo y el budismo denominan maya, la que no es una mera ilusión sino una concepción del mundo sustentada por una cultura determinada. La liberación no persigue destruir a maya sino verla tal como es, o ver a través de ella. En otras palabras, las ideas que tengamos sobre el mundo y sobre nosotros y los demás, con sus convenciones sociales e institucionales, no deben confundirse con la realidad. Estas normas no son necesariamente idénticas a las normas que rigen el universo, así como el hombre no es necesariamente idéntico al rol que la sociedad le ha designado. En verdad, cuando el hombre cesa de considerarse según la definición de sí mismo que le han dado los otros, llega a ser al mismo tiempo universal y único. Universal, en razón de que su organismo es inseparable del Cosmos, y Único, en que no es un estereotipo, un rol, clase o identidad, impuesto por las conveniencias sociales.