Samsara sería comparable al problema de la cuadratura del círculo, de la trisección de un ángulo, o de la máquina del movimiento perpetuo. Se trata de una adivinanza que no tiene solución – como el koan del budismo zen – y que nos obliga a volver a ella reiterativamente, hasta descubrir que el interrogante que se nos plantea es absurdo. Eso lo vemos en la persona neurótica, la que repite indefinidamente sus modelos errados de conducta, siempre fracasando porque el problema que intenta resolver es falso. Se atormenta buscando la salida a una autocontradicción. Si no es capaz de darse cuenta de que el problema carece de sentido, puede evadirse en la psicosis, en la parálisis de la voluntad, en una impotencia total de actuar. En algunos casos, la psicosis es una manera de escapar de una intolerable desesperación.

Para que se produzcan desarrollos positivos en la ciencia de la psicoterapia, es necesario liberarla de bloqueos inconscientes, de suposiciones apresuradas y de problemas carentes de sentido que se originan en el contexto social. Es sumamente útil la comparación de culturas como la china y la hindú, las que han evolucionado en un relativo aislamiento de la nuestra. Son culturas de elevada complejidad y resulta interesante poner atención a las modalidades aplicadas dentro de ellas para encontrar la liberación de sus propias normas estructurales. No se trata de adoptar las prácticas budistas, hinduistas o taoístas como si se tratara de convertirse a una religión. Para que el Occidente comprenda y aplique las técnicas psicológicas usadas en el Oriente, es de suma importancia que conserve su espíritu crítico y su lucidez científica, si no, caería en las brumas del romanticismo esotérico.

Ahora, en los finales del siglo veinte, el interés que existe por el pensamiento oriental es considerable. Dichas ideas ya están influyendo sobre nosotros por sus propios medios, aunque aún hay necesidad de mucha clarificación, interpretación y comprensión, Su estudio no puede ser considerado una novedad absoluta para los psicoterapeutas. Hará medio siglo que Jung escribió: