Durante los primeros años que permaneció en la colina de Arunachala, Sri Ramana continuó en su mutismo, dedicado al estudio de los libros sagrados, empezando a acumular la vasta erudición que lo caracterizaría más adelante. Su iluminación había atraído grupos de devotos quienes, después de permanecer frente a él, regresaban a sus casas con el corazón lleno de alegría no importando cuales hubieran sido sus tribulaciones. Su presencia era suficiente para colmarlos de seguridad espiritual y emotiva felicidad.

A veces escribía explicaciones para sus discípulos, pero la ausencia de palabras, que era lo que lo caracterizaba, no fue obstáculo para este Maestro Iluminado. Su enseñanza la hizo en completo silencio, en la tradición de Dakshinamurthi; una tradición también existente en China implantada por los sabios taoístas que dicen : El Tao que puede ser nombrado, no es el verdadero Tao… Así el conocimiento que puede ser formulado no es el verdadero conocimiento. Esta enseñanza silenciosa del Bhagavan (el divino) era una influencia espiritual directa que la mente absorbía y que más tarde era interpretada de acuerdo a la habilidad o nivel de ser de cada uno.

El escritor Paul Brunton, quien llegó a Arunachala en busca de sabiduría y que a futuro se convertiría en biógrafo y divulgador de las enseñanzas de Sri Ramana, nos relata su primer encuentro: No podía apartar mi mirada de él. Mi confusión inicial, mi perplejidad al ver como me ignoraba, fueron cediendo lentamente ante aquella extraña fascinación. Pero fue pasada una hora de estar frente a él, que tuve consciencia de un silencio, de un cambio que se realizaba en mi mente. Una tras otra, las preguntas que había preparado fueron esfumándose, sólo notaba que un firme río de paz fluía muy cerca de mí, que una gran paz penetraba en lo más hondo de mi ser, y que mi cerebro atormentado se serenaba.

La acción del Bhagavan no sólo llevó la paz a la inquieta mente del intelectual, sino que también a miles de corazones doloridos, a muchos seres humanos que se sintieron tocados por su compasión frente a las tribulaciones o enfermedades que traían ante él. Algunos, al experimentar el alivio a sus pesadumbres, descubrían a su vez un campo de servicio y entrega en el mismo Ashram y eso hacía que encontraran un verdadero sentido a su vida. Un ejemplo fue su madre, quien en un principio trató vanamente de convencer
a su hijo que retornara a su hogar y a sus estudios, y que más tarde, al ser tocada por esa luz que él irradiaba, se dedicó a servir en el Ashram como una devota más.