– Tan absurdo resulta aprender a respirar como aprender a hacer circular la sangre – afirmó Françoise Mezières – No hay que educar la respiración, sino liberarla. Es defectuosa porque está obstaculizada. Y está obstaculizada por causas ajenas a la función respiratoria. Está obstaculizada por el acortamiento de los músculos posteriores. El único tratamiento para la insuficiencia respiratoria se basa, pues, en la relajación de esos músculos.

Nos explicó que, aunque el diafragma se hace pasar por la víctima de la excesiva incurvación (lordosis), es en realidad su cómplice. Porque el diafragma forma parte de los músculos que se insertan en las vértebras lumbares que contribuyen a fijar la lordosis. Nos dijo que considerásemos el diafragma como la pared inferior de la caja torácica. Como ocurre con el fondo de una caja, su rigidez influye sobre las paredes e, inversamente, la rigidez de las paredes se opone a la corrección de las caras adyacentes.

En consecuencia, todos los movimientos que se ordenan en la gimnasia clásica (forzar la inspiración o hacer echar la columna hacia atrás para abrir la caja torácica) sirven únicamente para agravar el bloqueo del diafragma y la lordosis. Y la agravan todavía más cuando obligan a levantar los brazos. No hay más que fijarse en la fealdad del tórax durante esos ejercicios para comprender que no se puede esperar de ellos ninguna mejoría. Por lo demás, cualquiera que sea el movimiento, si causa en el sujeto una fealdad aún mayor, no puede resultar benéfico. Todos poseemos un sentido innato de la belleza, amigos míos. No renieguen jamás de él, sobre todo en nombre de la ciencia.

La enseñanza de Françoise Mézières se desarrollaba como una compleja novela policíaca. Poco a poco nos llevaba a examinar de muy cerca las pretendidas evidencias y a comprobar que, más que revelar la verdad, la ocultan. Así, por ejemplo, aprendimos que un pie plano no es en sí mismo el culpable al que se precisa corregir, sino la víctima de la rodilla en rotación interna, que, a su vez, lo es de una deformación muscular de la espalda. Por lo tanto, empeñarse en corregir el pie supondría perpetuar la injusticia de las técnicas clásicas y dejar en libertad una espalda que perpetrará con el tiempo otros crímenes sobre el cuerpo.