Error y Mentira.

Error y Mentira.

Desde que surge la conciencia de su estar en el mundo, el hombre comienza a “hacer su vida”, esto es, lo que va a “Ser”. En este “hacer”, por la esencia de su Ser verdadero, el hombre yerra, pero el “error” en él se muestra como elemento básico y fundamental para una vida humana. Que el error sea propio de la esencia de su Ser verdadero? Imposible ! En nuestra sociedad el error es sentido como algo negativo y hasta diabólico que se da en el hombre. Veámoslo:

1.- El error en el hombre procede de la ignorancia, polo contrario de la sabiduría. Cuando alguien nada sabe tampoco yerra como ocurre al animal. No llega a ser sabio quien no puede errar.

2.- Del error también resulta el dolor, que es el más poderoso estímulo que empuja al hombre a buscar y descubrir la verdad y, como consecuencia, a corregir la acción equivocada.

3.- La vida humana, es un camino que oscila entre el errar y el acertar. El primer paso en ese camino es el de errar y el segundo que es la consecuencia del primero, es el de acertar. De esa manera, si el error no es confundido con la mentira, el hombre crece, progresa y madura.

4.- No hay desarrollo, ni maduración para quien no yerra, porque el saber en el hombre tiene su origen en la captación, por el contraste, de los polos de realidades que la objetividad de la consciencia ha dividido en dos. En nuestro caso lo captado son los polos del errar frente al acertar.

5.- Sin embargo, no basta errar para acertar y, menos aún, para alcanzar la certeza de la verdad que conduzca a progresar, desarrollarse y madurar. Para este último efecto lo aprehendido no basta. La verdad que sustituya el acto equivocado debe además ser confirmada por el dolor adicional que trae.

6.- Desgraciadamente en nuestra sociedad no acostumbramos a aceptar el error cuando incurrimos en él
y, por el contrario, procuramos y ponemos todo nuestro empeño en negar el hecho y ocultarlo, o bien, defender y encontrar los mejores argumentos para justificarnos del acto errado. Nuestra conducta revela que creemos que incurrir en error nos desprestigia, nos despoja de valor y nos hace despreciables y/o dignos de castigo. Sin embargo, la mentira con que se excusa el error, se acepta, no se repudia, no se castiga y no se estima que desprestigia.

La Búsqueda del Equilibrio Emocional.

La Búsqueda del Equilibrio Emocional.

Hay un principio filosófico que dice El hacer sigue al ser, lo que significa que primero está el ser humano como tal y luego lo que puede realizar en su vida. Sin embargo, desde su primera infancia, el niño empieza a ser enseñado sobre lo que debe hacer, y el hacer será su objetivo predominante en la vida. Lógicamente, esto no tiene nada de malo, al contrario, cada ser humano necesita aprender alguna actividad que le garantice el realizar su propio proyecto de vida.

Pero, nos preguntamos basta una profesión, un oficio, o sencillamente saber hacer algo para ser feliz? Quienes lo logran no han olvidado algo muy importante, cuidar con el mismo empeño a su propio ser. Es decir, consideran que primero son personas, con inteligencia, sentimientos, emociones, anhelos, deseos de superación, etc., que necesitan ser tomados en cuenta para darle un objetivo real a ese quehacer diario. Así logran evitar que se produzca esa sensación de hastío y de cansancio después de un día de trabajo abrumador.

Cómo cuidar entonces a este ser humano que tanto lo necesita? Ya que está compuesto de una parte material y otra espiritual, tiene que cuidar tanto su cuerpo como su alma y su espíritu. Sabemos que la salud del cuerpo es muy importante, pero también lo es – y muchísimo más – la del alma, o psiquis, junto con la capacidad trascendente del espíritu humano.

En el mundo en que vivimos, por largas épocas se ha sobrevalorado una de las facultades de la psiquis: la inteligencia racional o intelecto, con el consecuente descuido de la parte afectiva y volitiva del hombre. No se ha dado la misma importancia al conocimiento de los sentimientos, emociones y pasiones, y a lo que significa la voluntad en el ejercicio de la acción humana. Son innumerables las estadísticas sobre el C.I. (coeficiente intelectual) de miles de personas para determinar la capacidad de seguir determinado tipo de estudios. No se puede negar su utilidad; pero se hace cada vez más evidente que un alto C. I. no garantiza el éxito en la vida si no se tiene el mismo aprecio por lo que hoy se ha llamado la inteligencia emocional.

El autor, Daniel Goleman, ha tenido un éxito sorprendente con su libro La Inteligencia Emocional, donde revoluciona el concepto de inteligencia diciendo que en su aspecto emocional garantiza un mayor bienestar en la vida. Nos parece que este best-seller está dando respuesta a ese anhelo tantas veces postergado de miles de personas que quieren ser apreciadas por lo que son y no sólo por lo que puedan producir o por el servicio que puedan prestar.

Dentro del aspecto afectivo, las emociones desempeñan un papel extraordinariamente importante y decisivo en el quehacer humano. Con razón se dice que en esencia, todas las emociones son impulsos para actuar. La raíz misma de la palabra emoción es motere, verbo latino que significa mover, además del prefijo e que significa alejarse.

En todo lo que realizamos, utilizamos tanto los sentimientos como el raciocinio. Pero en muchas ocasiones las emociones avasallan al intelecto aplastando la razón. De ahí la gran importancia que tiene el saber manejar bien la parte emocional para mantener el equilibrio entre el corazón y la cabeza. Todos sabemos que el descontrol de las emociones negativas oscurece el entendimiento, haciéndonos actuar en forma irracional mientras estamos en su poder. Cuántas desgracias se producen por esta causa!

Existe una serie de emociones negativas con sus muchas combinaciones y variables. Algunos teóricos proponen familias básicas de emociones. Una de ellas es la enunciada por Daniel Goleman en su obra ya citada, la que por su extensión puede servir de gran ayuda para el conocimiento personal en un momento dado. Las principales emociones básicas y sus variables serían las siguientes:

Ira: Furia, ultraje, resentimiento, cólera, exasperación, indignación, aflicción, acritud, animosidad, fastidio, irritabilidad, hostilidad, violencia y odio.

Tristeza: Congoja, pesar, melancolía, pesimismo, pena, autocompasión, soledad, abatimiento, desesperación, depresión (que puede ser muy grave en casos patológicos).

Temor: Ansiedad, aprensión, nerviosismo, preocupación, consternación, inquietud, cautela, incertidumbre, pavor, desconfianza, miedo, terror (el que a un nivel patológico puede transformarse en fobia y pánico).

Disgusto: Desdén, desprecio, menosprecio, aborrecimiento, aversión, repulsión, rechazo.

Vergüenza: Culpabilidad, molestia, disgusto, remordimiento, humillación, arrepentimiento, mortificación, contrición,

Sorpresa: Conmoción, asombro, desconcierto, sobrecogimiento.

Placer: Felicidad, alegría, alivio, contento, dicha, deleite, diversión, disfrute sensual, estremecimiento, embeleso, gratificación, satisfacción, euforia, extravagancia, éxtasis y (como extremo patológico) manía.

Amor: Aceptación, simpatía, confianza, amabilidad, afinidad, empatía, devoción, adoración, ágape (amor espiritual).

A pesar de la cantidad de variables de las emociones básicas que incluye esta lista, sin embargo, no da respuesta a todas aquellas que experimenta el ser humano.

Existen, además, los estados de ánimo que se diferencian de las emociones en que son más permanentes. Una persona puede tener en un momento dado un ataque de ira que luego se le pasa. En cambio, otra puede estar irritable y de mal genio en forma permanente.

A pesar de que tenemos una mente intelectual y una mente emocional, ambas se intercomunican en forma constante y son esenciales la una para la otra. Es por eso que cuando se aclaran nuestras ideas confusas, o nuestras dudas, sentimos inmediatamente un alivio emocional y una tranquilidad interior.

Muchas veces se piensa que una persona con un alto grado de conocimiento académico no debiera tener desequilibrios emocionales. Lo que sucede es que la inteligencia académica tiene muy poco que ver con la vida emocional. A menudo decimos de alguien con grandes logros académicos: como profesional, excelente; como persona, ni hablar. Se comprueba cada día más que ser brillante intelectualmente no basta. Sin un cultivo constante de la parte emocional, estamos destinados no sólo a no lograr nuestros objetivos en la vida, sino, además, a fracasar rotundamente en nuestro anhelo de realizarnos. Cada vez con mayor frecuencia las empresas están comprendiendo la importancia de este problema, y proporcionan a sus empleados cursos y seminarios relacionados con el equilibrio emocional, la motivación, la alegría, el aprecio y respeto a las demás personas, la empatía, etc.

Quién no ha tenido que soportar la expresión amargada, la falta de interés por los demás, de tantos empleados de servicios básicos que hacen su trabajo automáticamente, como robots? A nadie se le ocurre que nuestro rostro no nos pertenece, salvo en los escasos momentos en que nos miramos al espejo. Muchas veces nuestra imagen nos impacta. Después, ese rostro se lo imponemos a los demás que tienen que aceptarlo. Si queremos mostrar desagrado a alguien no necesitamos abrir la boca, nos basta con nuestra expresión facial. Al contrario, una sonrisa es siempre bienvenida y suaviza cualquier situación tensa. Pero esa sonrisa tiene que ser espontánea, no una mueca estereotipada.

En todas las épocas los seres humanos han sufrido desequilibrios emocionales y patologías aberrantes derivadas de ellos. Pero en la actualidad pareciera que estuviéramos llegando a un paroxismo emocional enfermizo. Basta escuchar las noticias para quedar deprimidos por tanta negatividad. Por qué el 80% de las noticias se refieren a violencia, asesinatos, violaciones, drogas, corrupción de toda índole? Acaso no existen personas que a diario hacen el bien, que se esfuerzan por ser mejores, que ayudan a quienes lo necesitan, no sólo en cuanto a la miseria material, sino también en esa miseria psíquica y espiritual en la cual se sumergen ricos y pobres?

Es un hecho que personas más estables emocionalmente son capaces de poner orden en su vida afectiva lo que redunda en mejores relaciones interpersonales, mayor productividad en el trabajo, más capacidad de automotivarse y más perseverancia en sus objetivos. Todo esto las lleva a ser personas exitosas. Muchas veces se piensa que este equilibrio emocional es cuestión de temperamento y no de esfuerzo personal, siendo que el trabajo sobre sí mismo es mucho más arduo que el que realizamos externamente para ganarnos la vida.

Para lograr este nivel, es primordial el propio conocimiento en especial en lo que se refiere a las emociones, sentimientos y pasiones, en síntesis: nuestra vida afectiva. El hecho de observar las emociones que sentimos en el momento en que se producen dentro de nosotros por un estímulo externo – persona, cosa, hecho, circunstancia – es fundamental para nuestro autoconocimiento. Esta es la base del método de Observación de Sí que es uno de los medios más eficaces para lograr el equilibrio emocional, con un muy alto rendimiento en beneficios, tanto para nosotros como para los que nos rodean.

Es lo que llamamos la flecha de dos puntas. Es la capacidad de darnos cuenta simultáneamente del estímulo que nos está provocando una emoción negativa y de la emoción misma, distinguiendo cuál de ellas es la que nos está invadiendo. Este trabajo, realizado en el momento que se produce, nos da la oportunidad de disolver el efecto negativo del estímulo y de mantener la calma interior y exterior, sin necesidad de una represión que acumularía más carga emocional.

El esfuerzo consciente de darse cuenta exige el estar alerta psíquicamente, de lo contrario, la incapacidad de reconocer las emociones nos deja a merced de ellas. Este ejercicio se hace difícil al comienzo, pero la constancia en practicarlo da como resultado un equilibrio emocional envidiable. Nada se compara a la paz interior, la tranquilidad y la alegría de no ser esclavos de emociones negativas que destruyen la salud, amargan la existencia y pueden apresurar su término.

La consciencia de uno mismo nos da la posibilidad de ordenar nuestra vida afectiva; es fuente de automotivación y de dominio de sí, lo que redunda en creatividad, permitiéndonos lograr nuestros objetivos personales. También nos permite reconocer las emociones de los demás, lo que nos hace desarrollar empatía en nuestras relaciones con ellos, y, a la vez, impide que nos dejemos manejar por emociones negativas ajenas.

Esta descripción – nacida de nuestra experiencia en Cursos de Observación de Sí – confirma lo que expresa Daniel Goleman: A primera vista podría parecer que nuestros sentimientos son evidentes; una reflexión más cuidadosa nos recuerda épocas en las que hemos sido demasiado inconscientes de lo que sentíamos en realidad respecto a algo, o despertábamos tarde a esos sentimientos. Los psicólogos usan el término metacognición, yo prefiero la expresión autoconsciencia (self-awareness) en el sentido de una atención progresiva a los propios estados internos.

Según Goleman: esta autoconsciencia – consciencia de uno mismo – en el sentido de una atención progresiva a los propios estados internos, abarca todo lo que pasa por la consciencia en forma imparcial, como un testigo que tiene interés, pero que no reacciona. Es la diferencia, por ejemplo, que existe entre una furia asesina en relación a alguien y la elaboración de un pensamiento autorreflexivo: Esto que siento es “Ira, incluso mientras uno está furioso.

La práctica de escuchar los propios sentimientos es recomendada por varios connotados psicólogos. Jung hablaba de escuchar a su ánima, o principio femenino, (que representa la afectividad en el hombre); y también de escuchar los mensajes del inconsciente, según aparecen en los sueños.

Carl Rogers recomienda la atención y la aceptación de los propios sentimientos. Según lo cita William Johnston: Soy más eficaz cuando puedo escucharme con tolerancia y ser yo mismo. Con el transcurso de los años he adquirido una mayor capacidad de autoobservación que me permite saber con más exactitud que antes lo que siento en cada momento. Puedo reconocer que estoy enojado o que experimento rechazo hacia esa persona, que siento calidez y afecto hacia este individuo, o que mi relación con alguien determinado me produce ansiedad y temor. Todas estas actitudes son sentimientos que creo poder identificar en mí mismo.

Lo interesante en esta búsqueda del equilibrio emocional es tener siempre presente que la mente intelectual y la emocional están en permanente interacción. El mantener el equilibrio entre la cabeza y el corazón nos facilita alcanzar la paz interior, un don inapreciable en el mundo en que vivimos. Sin este equilibrio, es prácticamente imposible ser eficiente en el trabajo, manifestar capacidad creativa, establecer gratas relaciones humanas, y mantener la tranquilidad en las innumerables situaciones conflictivas que nos toca vivir. La certeza de que podemos hacer mucho en este aspecto – independiente de la edad que tengamos – abre un horizonte de esperanza sobre cómo ser y vivir mejor. Todos deseamos ser felices en un ambiente que nos proporcione paz y seguridad. Podemos hacer mucho si empezamos a trabajar sobre nosotros mismos, tratando de superar toda emotividad negativa. Los primeros que agradecerán nuestro esfuerzo serán nuestros familiares, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y todos aquellos que se crucen en nuestro camino.

Sofía Roepke

Más Información:
Goleman, Daniel.- La Inteligencia Emocional.- Javier Vergara
Johnston, William.- El Ojo Interior del Amor.- Ediciones Paulinas
Rogers, Carl.- La Persona como Centro.- Herder

Relaciones Personales

Relaciones Personales

El esquema que regirá las relaciones personales de un individuo se empieza a delinear desde la primera infancia. Se origina en lo que la psicología denomina ansiedad básica. Se entiende por ello el sentimiento de desamparo y aislamiento que experimenta un niño frente a un mundo potencialmente hostil. El niño pequeño se ve rodeado de gigantes – como los que aparecen en los cuentos de hadas -, algunos son benevolentes, otros, crueles y amenazadores.

Es posible citar una serie de factores adversos en el ambiente que rodea al niño, los que pueden conjugarse de diversas maneras: indiferencia, actitudes desdeñosas, protección exagerada, ninguna o excesiva responsabilidad, falta de expresiones de cariño, aislamiento de los otros niños, sentirse involucrado en los desacuerdos de los padres, injusticia, discriminación, promesas no cumplidas, etc.

Ante estas condiciones pertubadoras, motivado por su inseguridad y sus miedos, el niño va creándose una táctica inconsciente que le permita sobrevivir y desarrollarse hasta llegar a ser un adulto. Sus estrategias pasan a constituirse en tendencias duraderas que se incorporan a su personalidad y que condicionan en forma permanente su manera de relacionarse con los demás.

Lo que al comienzo parecía ser un cuadro caótico, se va definiendo en tres líneas de conducta entre las que el niño elige de preferencia una: puede moverse hacia la gente, contra la gente o aparte de la gente. En el primer caso, acepta su impotencia y su debilidad y busca congraciarse para sentirse apoyado . En el segundo caso, se siente rodeado de un ambiente hostil y decide defenderse tomando la iniciativa en el ataque: quien pega primero, pega dos veces. En el tercer caso, sólo desea aislarse, que se olviden de él
y que lo dejen tranquilo en su mundo propio.

Esto crea tres tipos diferentes de personalidad. Veámoslas en detalle:

Movimiento hacia la Gente

El Tipo Dócil.

– Necesidad compulsiva de afecto y aprobación: busca que lo quieran, que lo deseen, que lo amen, que lo acepten, que lo aprueben.

El Pasado y El Presente

El Pasado y El Presente

Aunque no es posible todavía dar plena cuenta de las relaciones entre pasado y presente, se dispone de suficiente material para intentar hacer una clasificación incompleta como la que sigue:

1- El influjo de la constitución (herencia).
2- El entrenamiento del individuo (condicionamiento a través del influjo ambiental).
3- Recuerdos futuristas.
4- La compulsión de repetición (lo incompleto de situaciones).
5- Acumulación de experiencias no digeridas (traumas y otros recuerdos neuróticos).

1- Respecto a la constitución, la relación entre pasado y presente es más bien obvia. Tomemos como ejemplo el funcionamiento de la glándula tiroides. El cretinismo (mixedema) se debe a algo que sucedió en el pasado. El ahondar en el pasado tiene valor alguno a no ser el de gratificar nuestra curiosidad científica, o de instruirnos respecto al origen de la enfermedad, de tal modo que este conocimiento pueda ayudarnos a curarla hoy? Añadimos continuamente hormonas tiroideas para solucionar una deficiencia actual de tiroxina.

2- Se puede comparar el entrenamiento del individuo con la construcción de carreteras; el objetivo es dirigir el tráfico de la manera más económica. Pero si el condicionamiento no es muy profundo está sujeto a deterioro, del mismo modo que se pueden destruir las carreteras mal construidas. El deterioro tiende hacia la aniquilación. Las viejas carreteras desaparecerán; nuestras mentes olvidarán. Si embargo, algunas carreteras están construidas del mismo modo que las viejas calzadas romanas. Una vez que hemos aprendido a leer, muchos años de no lectura pueden dejar todavía intacta la capacidad de leer. Pero si se realiza un reacondicionamiento, si se dirige el tráfico hacia nuevas carreteras, la situación será diferente: si nos vemos compelidos a hablar un lenguaje extranjero y utilizar poco nuestra lengua materna, experimentamos un deterioro en esta última y después de algunos años nos podrá resultar difícil recordar palabras que con anterioridad teníamos automáticamente a la mano. El reacondicionamiento, por otra parte, el volver a la lengua materna tomará menos tiempo del que tomó aprenderla en la infancia.

El Misterio de estar Sano

El Misterio de estar Sano

Ninguno de nosotros es indiferente a la salud. Pero, cuando estamos sanos, raramente sentimos la sensación del asombroso dinamismo que significa estar vivos ni apreciamos el hecho de que existir es algo realmente frágil. Cuando este equilibrio se rompe por la enfermedad, nos quedamos conmocionados hasta un punto inimaginable. El poder ser entonces capaces de efectuar el más simple acto cotidiano nos parece un milagro.

Cuando estamos sanos de nuevo, nos encontramos con una identidad renovada, restableciendo todas las capacidades que dan sentido a nuestra vida, Nos sentimos más que agradecidos, palpándonos como si fuera la primera vez que lo hacemos. Entonces hablamos de sanación. Queremos compartir ese regalo con otros. Pero, qué es estar sanos? Consiste solamente en volver a la vida cotidiana en un estado satisfactorio? Considero que no. Se trata de una alquimia dentro de nuestras células. Volver a estar sanos consiste en vislumbrar el proceso universal de encarnación. Nuestra propia carne vibra con una mayor unión a la vida.

Cuando yo ejercía como médico tradicional me alegraba al contemplar el restablecimiento de la salud en mis pacientes. Pero hoy sé que esto es mucho más que volver al estado anterior. La sanación verdadera significa ampliar el círculo de nuestro ser y hacernos más incluyentes, más capaces de amar. Va más allá de nosotros, va hacia toda la humanidad.

Por qué están unidos a menudo el sufrimiento y la sanación? Es el gran drama de la materia ascendiendo hacia el espíritu y del espíritu encarnándose en la materia. Es el sufrimiento el proceso por el cual los viejos recuerdos incrustados en nuestra carne son traídos gradualmente a nuestra consciencia? Quizás, si no hubiera sufrimiento, podríamos dejar nuestro cuerpo atrás en nuestro viaje de transformación. Podríamos salir volando de este mundo como espíritus etéreos, y todo sería placentero y perfecto.

Pero aún más maravilloso es el hecho de que no salgamos volando. Nuestra consciencia crece precisamente porque no puede desligarse de la carne. La consciencia es traída a la tierra como lo es la humanidad mortal. Todas las grandes verdades metafísicas se hacen palpables en la paradoja que significa la vida de todos los días. He aquí un enorme desafío al que rara vez nos enfrentamos. Pero, de vez en cuando, gracias a la enfermedad uno de nosotros se introduce auténticamente en ese drama grande y misterioso que culmina en una sanación. Y cuanto mayor es la sanación, más plenamente nos vuelve a sumergir en la vida.

La creatividad en Personas Autorrealizadas

La creatividad en Personas Autorrealizadas

Tuve que cambiar mis ideas acerca de la creatividad en cuanto comencé el estudio de personas que eran positivamente saludables, altamente desarrolladas y maduras, autorrealizadas. Tuve que renunciar a mis conceptos estereotipados de que la salud, el genio, el talento y la productividad eran sinónimos. Una considerable proporción de mis sujetos, aunque saludables y creativos en un sentido particular que ya describiré, no eran productivos en el sentido habitual, ni tenían gran talento o genio, ni eran poetas, compositores, inventores, artistas o intelectuales creativos. También era obvio que algunos de los grandes talentos de la humanidad evidentemente no eran personas psicológicamente saludables, como Wagner, Van Gogh o Byron. Algunos lo eran y algunos no. Eso estaba claro. Muy pronto tuve que llegar a la conclusión
de que el gran talento era no sólo relativamente independiente de la virtud o de un sano carácter, sino que además sabíamos muy poco acerca de él. Hay, por ejemplo, alguna evidencia de que el gran talento musical o matemático es más heredado que adquirido. Parecía claro entonces que la salud y un talento especial eran variables separadas, tal vez sólo levemente relacionadas, tal vez no. Podemos asimismo admitir que, en principio, la psicología sabe muy poco acerca del talento especial de tipo genio. No diré más acerca de esto, circunscribiéndome en cambio a ese tipo de creatividad más vasta que es la herencia universal de cada ser humano que nace, y que parece tener algo que ver con la salud psicológica.

Además, pronto descubrí que, como la mayoría de la gente, había estado pensando en la creatividad en términos productivos, y que, en segundo lugar, había confinado inconscientemente la creatividad a ciertas áreas convencionales del esfuerzo humano, asumiendo inconscientemente que cualquier pintor, cualquier poeta, cualquier compositor, estaba llevando una vida creativa. Artistas, científicos, inventores, escritores, podían ser creativos, Y nadie más. Inconscientemente había asumido que la creatividad era la prerrogativa exclusiva de ciertos profesionales.

Pero estas expectativas fueron destruidas por varios de mis sujetos. Por ejemplo: una mujer poco letrada, de situación modesta, ama de casa y madre a tiempo completo, no hizo ninguna de estas cosas convencionalmente creativas. Así y todo fue una maravillosa cocinera, madre, esposa y ama de casa. Con muy poco dinero, su casa estaba de algún modo siempre bella. Era una perfecta anfitriona. Sus comidas eran banquetes. Su gusto en telas, platería, cristales, vajilla y amoblado era impecable. En todas estas áreas ella era original, novedosa, ingeniosa, inesperada, inventiva. Tuve que llamarla creativa. Aprendí de ella, y de otros como ella, que una sopa de primera clase es más creativa que una pintura de segunda clase, y que, generalmente, la cocina, o la maternidad, o las labores domésticas podían ser creativas y que no necesariamente la poesía lo es. Esta incluso podía ser no creativa.

Otra de mis sujetos se dedicaba a lo que podría ser llamado servicio social en el más amplio sentido de la palabra. Vendando heridas, auxiliando a los despojados, no sólo en forma personal, sino en una organización que ayudaba a mucha más gente de la que ella individualmente podría.

Otro era un psiquiatra, un clínico puro que jamás escribió nada o creó alguna teoría o investigación, pero que disfrutaba en su diario trabajo de ayudar a la gente a crearse a sí mismos. Este hombre se aproximaba a cada paciente como si fuera único en el mundo, sin jerga, expectativas o presuposiciones, con inocencia
y candor e incluso gran sabiduría, al estilo taoísta. Cada paciente era un ser humano único y, por lo tanto, un problema completamente nuevo para ser entendido y resuelto, en una forma totalmente nueva. Su gran éxito, aun con casos muy difíciles, validaba su manera creativa -más que estereotipada u ortodoxa- de hacer las cosas. De otro hombre aprendí que emprender una organización mercantil podía ser una actividad creativa. De un joven atleta aprendí que una maniobra perfecta podía ser un producto tan estético como un soneto, y que es posible aproximarse a ella con el mismo espíritu creativo.

Una vez se me aclaró que una competente chelista, que yo había considerado reflexivamente como creativa -acaso porque la asociaba con música creativa o compositores creativos?- en realidad sólo tocaba bien
lo que otro había escrito, Ella era una intérprete, como lo es el actor o comediante habitual. Un buen mueblista o jardinero o modisto podría ser realmente más creativo. Yo tenía que hacer un juicio individual en cada instancia, ya que casi cualquier rol o trabajo podía ser tanto creativo como no creativo.

En otras palabras, aprendí a aplicar la palabra creativo -y también la palabra estética- no sólo a productos, sino también en una forma caracterológica a la gente, a las actividades, procesos y aptitudes. Y además llegué a aplicar la palabra creativo a muchos productos distintos de los modelos convencionalmente aceptados como poemas, teorías, novelas, experimentos o pinturas.

La consecuencia fue que encontré necesario distinguir la creatividad como talento particular de la creatividad autorrealizante (AR) que emana más directamente de la personalidad, y que se exhibe ampliamente en las actividades habituales de la vida, por ejemplo, en cierto tipo de humor. Aparecía como una tendencia a hacer cualquier cosa creativamente, como ser labores domésticas, enseñanza, etc. Frecuentemente aparecía como que un aspecto esencial de la creatividad AR era un tipo especial de perceptividad -esto lo vemos en el niño de la fábula que captó que el rey no tenía ropas- lo que también contradice la noción de creatividad como productos. Esta gente puede ver lo fresco, lo nuevo, lo concreto, lo ideográfico, tan bien como lo genérico, lo abstracto, lo destacado, lo categorizado, y lo clasificado. Consecuentemente, ellos viven mucho más en el mundo real de lo natural que en el verbalizado de los conceptos, abstracciones, expectativas, creencias y estereotipos que la mayoría de la gente confunde con el mundo real, Esto está muy bien expresado en la frase de Rogers: apertura a la experiencia.

Todos mis sujetos eran más espontáneos y expresivos que la gente promedio. Eran más naturales, menos controlados e inhibidos en su comportamiento, el que parecía fluir más fácil y libremente y con menores bloqueos y autocrítica. Esta habilidad para expresar ideas e impulsos sin obstrucción ni temor al ridículo resultó ser un aspecto esencial de la creatividad AR. Rogers lo ha expresado en forma excelente como persona plenamente funcionante .

Otra observación fue que la creatividad AR era en muchos aspectos como la creatividad de los niños felices y seguros. Era espontánea, sin esfuerzo, inocente, fácil, una especie de libertad de estereotipos y clichés. Parecía provenir en gran medida de una inocente libertad de percepción, de una inocente y desinhibida espontaneidad y expresividad. Casi cualquier niño puede percibir más libremente, sin expectativas a priori, acerca de lo que puede o debe ser esto o aquello, o de lo que siempre ha estado allí. Y casi cualquier niño puede componer una canción, un poema, un baile, una pintura, un acertijo o un juego con el estímulo del momento, sin planificación o intento previos.

Era en este sentido infantil que mis sujetos eran creativos. Para evitar malentendidos, ya que mis sujetos no eran niños -todos estaban entre los 50 y los 60- tengo que decir que ellos habían conservado o recobrado al menos estos dos aspectos principales de la infancia: no estaban rotulados, sino abiertos a la experiencia, y eran fácilmente espontáneos y expresivos, Si los niños son ingenuos, entonces mis sujetos habían obtenido una segunda ingenuidad, como la llamaba Santayana. Su inocencia de percepción y expresividad estaba combinada con mentes adultas.

En cualquier caso, esto suena como si estuviéramos tratando con una característica fundamental, inherente a la naturaleza humana, una potencialidad que ha sido dada a todos o a la mayoría de los seres humanos al nacer, la que es a menudo perdida o sepultada o inhibida en cuanto la persona es educada.

Mis sujetos eran además diferentes de la persona promedio en otra característica que hace más probable
la creatividad. Las personas AR no se atemorizan por lo desconocido, lo misterioso, lo enigmático, y a menudo son positivamente atraídas por esto. Lo escogen para escudriñarlo, analizarlo o absorberse en ello. No desdeñan lo desconocido, no lo ignoran, no huyen, ni tratan de creer que en verdad es conocido. Tampoco lo organizan, o dicotomizan o rotulan prematuramente. No se aferran a lo familiar, ni su búsqueda de la verdad es una necesidad catastrófica de certeza, seguridad, delimitación y orden, como lo vemos en
el daño cerebral severo de Goldstein o en el neurótico compulsivo-obsesivo. Ellos pueden -cuando la situación objetiva lo requiere- ser cómodamente desordenados, desparramados, anárquicos, caóticos, vagos, dubitativos, imprecisos, indefinidos, inexactos o incorrectos. Todo esto es, en ciertos momentos, deseable en ciencia, arte, o en la vida en general.

De este modo resulta que la duda, las tentativas, la incertidumbre, con su consecuente necesidad de aplazar decisiones -lo que para la mayoría es una tortura- puede ser para algunos un desafío placenteramente estimulante, un nivel alto en la vida más que uno bajo.

Una observación que hice me ha complicado por muchos años, pero ahora comienzo a entenderla. Era la
que describí como la resolución de las dicotomías en gente autorrealizada. Yo tenía que ver en forma diferente muchas de las oposiciones y polaridades que todos los psicólogos habían considerado como una línea recta continua. Por ejemplo, no podía decidir si mis sujetos eran egoístas o no. Eran muy generosos
en un sentido y muy egoístas en otro. Y estas dos características estaban fusionadas, no como incompatibles, sino más bien como una unidad o síntesis sensible, dinámica. Habían reunido los opuestos de tal manera como para hacerme notar que la consideración del egoísmo y del no-egoísmo como contrarios mutuamente excluyentes, es propia de un bajo nivel de desarrollo de la personalidad. Mis sujetos tenían también muchas otras dicotomías resueltas en unidades: conocimiento versus acción, corazón versus cabeza, deseos versus hechos. Estas se estructuraban tal como el deber se volvía placer y el placer se fundía con el deber. La distinción entre trabajo y diversión llegó a ser imperceptible. Cómo podría, el hedonismo egoísta, ser opuesto al altruísmo, cuando este último se convierte en egoísmo placentero? Las personas más maduras de todas fueron también marcadamente infantiles. Estas mismas personas, los egos más poderosos y más definidamente singulares, eran también aquellos que podían ser fácilmente los más carentes de ego, autotrascendentes y enfocados en los problemas.

Esto es precisamente lo que hace el gran artista. El es capaz de reunir colores antagónicos, formas que luchan entre sí, disonancias de todas clases, en una unidad. Y es también lo que hace el gran teórico cuando junta hechos dispersos e inconexos de modo que vemos que verdaderamente se pertenecen entre sí. Y así también el gran estadista, el gran terapeuta, el gran filósofo, el gran progenitor, el gran inventor. Todos ellos son integradores, capaces de unificar elementos separados e incluso opuestos.

Hablamos aquí de la habilidad para integrar y de la capacidad para moverse entre la integración interior de la persona y su habilidad para hacer esto mismo en cualquier actividad que esté desempeñando en el mundo. Tanto como la creatividad es constructiva, sintetizadora, unificadora e integradora, tanto depende de la integración interna de la persona.

Tratando de resolver por qué todo esto era así, me pareció que gran parte de ello podía ser atribuido a la relativa ausencia de miedo en mis sujetos. Seguramente ellos estaban poco socializados; es decir, parecían temer menos lo que otra gente pudiera decir, preguntar, o burlarse. Tenían menos necesidad de otras personas, y, por lo tanto, al ser menos dependientes podían ser menos temerosos y menos hostiles en relación a ellas. Quizás lo más importante, sin embargo, era su carencia de temor con respecto a sus propia intimidad, sus propios impulsos, emociones, pensamientos. Se aceptaban más a ellos mismos que lo que lo hace el promedio. Es esta aprobación y aceptación de su naturaleza más profunda la que hacía más posible el percibir valientemente la realidad del mundo. Es también lo que hacía más espontáneo su comportamiento, menos controlado, menos inhibido, menos planificado, menos predispuesto y diseñado. Eran menos temerosos de sus propios pensamientos aun cuando éstos parecieran chiflados necios o alocados. Tenían menos miedo de ser motivo de burla o desaprobación. Podían permitirse ser inundados
por la emoción. Al contrario, la gente promedio y la neurótica reprime el miedo tanto como se miente a sí misma. Esas personas controlan, inhiben, reprimen y suprimen. Ellas desaprueban su más auténtico Yo y esperan que los demás también lo hagan.

Lo que efectivamente estoy diciendo es que la creatividad de mis sujetos parecía ser un epifenómeno de su mayor totalidad e integración, que es lo que implica la autoaceptación. La guerra civil entre las fuerzas internas profundas y aquellas de defensa y control, dentro de las personas comunes, parecen haber sido resueltas por mis sujetos y por eso están menos divididos. Como resultado, más de ellos mismos está disponible para su uso, para su disfrute y propósitos creativos. Ellos desperdician menos de su tiempo y energía, protegiéndose de ellos mismos.

Por otra parte, lo que sabemos de las experiencias-cumbre sustenta y enriquece estas conclusiones. Son experiencias integrantes e integradas con el mundo percibido, En ellas encontramos incrementada la apertura a la experiencia, la espontaneidad y la expresividad. Asimismo, considerando que un aspecto de esta integración dentro de la persona es la aceptación y mayor disponibilidad de su ser esencial, las profundas raíces de la creatividad se vuelven más disponibles para su uso.

Abraham Maslow

Extractado por Silvia Rodríguez de
La Personalidad Creadora.-– Kairós
El Hombre Autorrealizado.- Kairós