por Fernanda Andrade | Sufismo
Aunque su origen permanece oscuro, el Sufismo probablemente surgió como una respuesta más satisfactoria a la situación humana en la insegura sociedad de Persia. En un principio se halló estrechamente vinculado con las virtudes religiosas, pero gradualmente se fue transformando en instrumento de crítica de la religión y de la conducta humana a fin de trascenderla. En el siglo VIII de la era cristiana los sufíes eligieron su objeto de identificación de entre los atributos de los santos, de los profetas y de Dios. En cuanto a los miembros de la comunidad, participaban en la vida social y vivían de una manera sencilla, algunos practicaban el ascetismo.
En el siglo IX los sufíes hicieron de Bagdad su centro de reunión. Gradualmente llegaron a creer que el mismo Dios era la manifestación de la verdad y el objeto de su deseo. El proceso del Sufismo no sólo se transformó en una forma de cambio de personalidad sino que también creció como institución social, cuyos numerosos adherentes buscaron temas universales en la religión. La teoría del Sufismo se desarrolló de una manera notable. En su apogeo, Al-Hallaj, el hijo de Mansur, declaró: Yo soy la Verdad (Dios). Fue acusado de herejía y crucificado en el año 922. Hacia el siglo X la teoría Sufí se había visto muy refinada. Entre los numerosos sufíes prominentes de aquella época se encontraba el notable árabe lbn-al-Arabi (muerto en 952). Entre los siglos XI y XIII gran cantidad de persas desarrollaron la teoría Sufí. Entre ellos encontramos a Farid al-Din ‘Attar, y finalmente al más grande de todos los místicos, Jalal al-Din M. Rumi (1207-1273), quien incluso trascendió el concepto de unión con Dios. Abogaba por la unión de todo y declaraba al amor como la fuerza creativa en la naturaleza.
Esencialmente, el Sufismo desarrolla en el individuo un proceso de nacimiento continuo hasta que alcanza la realización de su ser: el estado de integración final. Según el Sufismo, el verdadero ser no es aquello que el medio y la cultura desarrollan en nosotros, sino que es básicamente el producto del universo en evolución. Es lo que se denomina el ser cósmico o ser universal en contraste con el ser fenoménico o social, producto de la cultura y el ambiente. El ser cósmico puede ser considerado como la imagen del universo que debe ser develada. Se encuentra envuelta en nuestro inconsciente – si no es el inconsciente mismo – mientras que el ser fenoménico implica la consciencia. En el Sufismo, el inconsciente recibe más atención que la consciencia; posee infinitas posibilidades, mientras, que la consciencia es algo limitado; y sólo el inconsciente provee los medios para lograr el verdadero ser.
El ser cósmico nos abarca totalmente, mientras que el ser fenoménico designa sólo a una parte de nuestra existencia. El ser fenoménico nos ha separado de nuestro origen, el de la unión con la vida. Habiendo tomado consciencia de esta separación, sólo podemos vivir plenamente si vaciamos nuestra consciencia, trayendo a la luz el inconsciente, y logrando una percepción de nuestra existencia como un todo. Este estado de plena consciencia se denomina existencia cósmica o consciencia trascendental.
El verdadero ser puede considerarse como la corona de la inconsciencia, que en potencia es la existencia consciente, la meta sufí. Identificar este estado psicológico no constituye una tarea sencilla, pues su misma naturaleza es de devenir, y cuando se logra, helo aquí. Los sufíes lo consideran como que se explica a sí mismo y que es evidente de por sí. Al igual
que el Sol es una prueba de su propia existencia, así también lo es el verdadero ser. Cada uno de nosotros lo hemos experimentado en alguna ocasión, Al menos una vez hemos escuchado su voz, su llamado y su invitación, a menudo sin habernos dado cuenta. Quizás las palabras mí mismo, él o ello puedan identificar mejor al ser verdadero que las palabras yo o nosotros. En este sentido, el Sufismo consiste en dos etapas:
1.- La muerte del yo
2.- La adquisición de la completa consciencia del mí mismo.
El verdadero ser no existe en sitio alguno, su misma naturaleza es intensiva antes que extensiva, y puede hallarse muy cerca de nosotros o muy lejano, dependiendo de la experiencia del individuo. Ordinariamente, un destello de sabiduría ilumina la consciencia – un pequeño círculo de nuestra psique – pero, cuando logramos alcanzar el verdadero ser, un fuerte resplandor ilumina constantemente toda su estructura. Algunos sufíes ubican a este ser en el corazón, pero uno puede preguntarse: Cómo puede el corazón, significando realmente una habilidad para la experiencia intuitiva, tener una ubicación definida? En un poema, Rumi cuenta que lo buscó a través de diversas religiones y de las enseñanzas de grandes sabios, sin encontrarlo, hasta que al final:
Escruté mi propio corazón;
en ese lugar Lo vi.
No estaba en ningún otro sitio.Puede uno alcanzar el estado del ser cósmico, aprendiendo sus principios? No, de ninguna manera en el sentido de la instrucción convencional. Ayuda el hecho de conocer su existencia? Aquí, tampoco el conocimiento convencional puede transformar al ser interior. Es así que la experiencia ofrece el único camino. Los sufíes sin duda confían profundamente en la experiencia interior como directriz de su conducta, mientras que desconfían del aprendizaje académico y de las prácticas religiosas establecidas.Quien busca transformar su ser fenoménico debe experimentar una vez al menos aquello que está buscando. Debe tomar consciencia de los problemas de la existencia humana: Qué somos? Cuál es nuestro destino y por qué? Debe percibir su origen y comprender el hecho de que con todos nuestros esfuerzos no sabemos por qué, al igual que peces, hemos
sido arrojados dentro de una red que nos permite una infinidad de visiones del mundo. En este punto el individuo percibe que en una época anterior vivió en una mayor armonía con la naturaleza. La consciencia de esta percepción puede ser que se produzca de repente, a veces como resultado de una experiencia sencilla. La literatura sufí abunda en ejemplos de individuos que de pronto percibieron el camino que debían seguir.
El Sufismo afirma que esta experiencia repentina de consciencia puede ayudar a cualquiera que se analice desde la perspectiva de la evolución. Entonces el individuo comprende que el mismo proceso que lo condujo a su presente estado en esta vida se encuentra continuamente en operación. Esto puede desarrollar aún más su mente y transformarlo en un individuo religioso o intelectual. En la siguiente etapa se familiariza con los ídolos que existen en su mente e intenta destruirlos a fin de alcanzar su meta. En este punto el sufí alcanza un nivel de existencia tan por encima del hombre ordinario como lo está éste respecto de su existencia anterior. Habiendo logrado una imagen de una vida tan superior, la persona se transforma en buscadora y valoriza esta imagen por sobre todas las cosas. Motivado por ella, la anhela, se interesa por ella y dirige sus esfuerzos hacia su logro a fin de volverse uno con ella. Se vuelve competitivo, pero sólo consigo mismo, pues la competencia con nuestro propio ser constituye la perfección.
La naturaleza del hombre, sin embargo, no se inclina fácilmente hacia la perfección. Aun cuando su percepción lo haga consciente de una vida mejor, sus instintos, impulsos y móviles egoístas, o nafs según la terminología sufí, se transforman en difíciles obstáculos a salvar. Rodeado por las fuerzas contradictorias de su naturaleza, se vuelve ansioso. Si es afortunado, se halla en el umbral de dos mundos: su yo se yergue frente a su ser potencial o real; el hombre universal frente al social. En épocas modernas la gente generalmente no reconoce esta desarmonía dentro de sí . Cuando se sienten inquietos, toman una píldora, o beben o se escapan a una forma de vida ilusoria. Logran tranquilidad en tanto puedan ignorar su situación. Sin embargo, si un individuo, tal como un novicio sufí, analiza su situación y se vuelve crítico de ella, no puede cambiar su certeza última por una satisfacción temporaria. Se interesa aún más por su problema existencial. Como buscador de la verdad reconoce que sólo posee un corazón y que potencialmente es una entidad; no puede dividirse en varias partes. Reconociendo que sólo la verdad puede salvarlo, se concentra en la unión, que significa la identificación con el objeto deseado. En cambio, la desunión es el apego del corazón a diversos objetos. El objetivo de esta búsqueda consiste en la realización del verdadero ser, el estado del hombre perfecto (universal), la unidad con todo, ser sólo la verdad; amar para salvar, no para ser salvado.
La remoción del ser social, en realidad, significa la aniquilación de aquellas experiencias que limitan la revelación del verdadero ser. Los sufíes denominan fana a la experiencia de la eliminación del yo, la que finaliza en un estado de éxtasis, de sentimiento de unión. Es el comienzo de baqa, estado de existencia consciente.
La meta del sufí resulta ahora clara, pero cómo logra alcanzarla? En primer lugar debe comprender las limitaciones de su consciencia, específicamente en el sentido de que contiene material innecesario y que en su desarrollo se han formado numerosos velos alrededor del ser real, impidiendo que éste pueda manifestar su verdadera naturaleza. Una vez que reconoce este hecho, el sufí puede eliminar el yo de la consciencia: un estado que es idéntico al de cambiar y expandir la consciencia para que funcione en armonía
con el Inconsciente.
Como un primer paso en esta dirección, el sufí debe inactivar los nafs – la fuente de los impulsos – o, más precisamente, emplear la razón para controlar sus pasiones. El Sufismo reconoce, como también lo hace la psicología moderna, que esta parte del individuo no puede ser eliminada o suprimida por completo. Los nafs también poseen un gran poder negativo, una fuerza similar a la de la ira o a la del amor apasionado que ciega al intelecto. Por lo tanto, el sufí busca satisfacer los nafs antes de traerlos bajo el control del intelecto. Aun entonces, persistirán como las brasas que brillan bajo las cenizas. El buscador no debe ignorarlos, pues en toda oportunidad en que las brasas se transformen en llamas, deberán ser apagadas nuevamente. Algunos sufíes consideran que una vez que el individuo haya satisfechos los nafs tanto en función de impulsos sexuales como de aquellos relacionados con el éxito y la voracidad, debe irlos restringiendo gradualmente hasta lograr ubicarlos bajo el control de la razón.
Debido a este factor natural en la naturaleza humana, el Sufismo atrae a individuos maduros antes que a los jóvenes. La naturaleza violenta de los nafs también explica por qué los sufíes consideran que los hombres ordinarios necesitan de la experiencia religiosa, aun si sólo es comprendida parcialmente. En un sentido positivo, los sufíes controlan los nafs a través de un comportamiento virtuoso y acciones plenas de probidad. Por ejemplo, cuando un buscador se presenta a un guía con el propósito de ingresar a las filas de los sufíes, se lo pone a prueba durante tres años: el primer año para servir a la gente, el segundo para servir a Dios y el tercero para observar el surgimiento y la desaparición de sus propios deseos. El buscador despoja a los nafs de su poder, dirigiendo entonces hacia arriba su tendencia declinante, ejercitando la paciencia – considerada como la llave de la alegría – y desarrollando confianza en la persecución de su meta, En este proceso se vuelve indiferente hacia la posesión material y elimina los deseos que provocan pasiones. Unido ahora en pensamiento, acción y sentimiento se prepara para librar a su mente de todo el contenido de la consciencia.
El sufí adopta a propósito un período de aislamiento a fin de eliminar la consciencia ilusoria. Para él, este aislamiento temporal es el método más eficaz de auto análisis. Considera que la sociedad y la cultura actúan como un obstáculo para la adquisición del verdadero ser. Va eliminando el material ilusorio de la consciencia mediante el análisis de cada experiencia en su mente, comprendiendo sus imperfecciones y, al mismo tiempo, desarrollando una percepción nueva y más profunda de los orígenes de esa experiencia de manera de poder ver su relación con ella.
En este análisis, el sufí se desprende de la sociedad, pero también desarrolla una receptividad y una apreciación de cada elemento del mundo relacionándolo con su existencia original. Devalúa aquello que en alguna ocasión fue de valor para él, pero paralelamente sus experiencias inmediatas enriquecen su ser activando su percepción, fomentando el amor y desarrollando el discernimiento en él. El amor a su verdadero ser se transforma en el vehículo que lo lleva hacia adelante. El amor es la droga de las drogas: fortalece su fe, elimina la ansiedad y lo alienta a que pase a través de los numerosos estados de la mente.
En este proceso de experimentación sufre una serie de cambios interiores o, en un sentido, vive una multitud de vidas. Continuamente atento y enamorado, se cuida de no caer en una ilusión y de apegarse a su objeto de búsqueda. Según el Sufismo, aquellos que están atentos y enamorados no tienen descanso. Este desasosiego produce energía para una mayor contemplación y una búsqueda en cada uno de los rincones de la mente a fin de preparar la psique para la aparición del verdadero ser. En este estado le ayuda alentarlo a que se presente. Cuando está despierto, se concentra en el objeto de su búsqueda; cuando duerme, ruega a su verdadero ser que se le aparezca. El objeto del amor del sufí se revela en los sueños, y él debe hallarse preparado para recibir su llamado. En el Irán tradicional, las órdenes sufíes creían firmemente que muchos misterios habrían de develarse en sus sueños.
En esencia, la tarea del sufí es la de destruir el ídolo del ser fenoménico, el cual es el ídolo matriz del que se originan todos los otros falsos ídolos. Habiendo logrado este fin, su búsqueda finaliza. Con las manos vacías, con la mente vacía y falto de deseos, él es y no es. Posee y no posee el sentimiento de la existencia. Nada sabe, nada comprende. Su corazón se ve al mismo tiempo vacío y lleno de amor. En el proceso de búsqueda elimina el yo pero aún posee conocimiento de ser inconsciente de la consciencia.
El paso siguiente es la pérdida de ese conocimiento – el conocimiento de la ausencia de consciencia – a fin de eliminar la relación sujeto-objeto y lograr así la unión. En un sentido positivo, asimila todas las partículas de amor y percepción que ha experimentado durante el proceso de vaciado de su consciencia. Trasciende el tiempo y el lugar. Este estado de unión, el climax de la aniquilación del ser parcial, es idéntico al éxtasis y da la impresión de ser una experiencia común entre los sufíes. Este trance extático e indoloro a veces dura días y semanas. Es un estado de la mente semejante al sueño y en el cual el individuo lleva a cabo perfectamente sus actividades cotidianas.
El sufí ha experimentado ahora la vida directamente. No existe ya distancia entre él y su objeto de amor. Aquellos que han completado su búsqueda generalmente desarrollan este estado de unión mediante danzas, música, poemas. Habiéndola saboreado, es posible que vuelvan a perderla. El misterio del amor profundo que fluye en sus versos como la corriente del mar, se origina en la unión y en la desunión, En las líneas que sigue, Abi Sa’id describe su estado de unión:
Soy el amor; soy el amado.
No dejo de ser el amante.
Soy el espejo y soy la belleza.
Por lo tanto, observadme en mí mismo.
Un sufí puede ser que se detenga en la etapa de fana, que puede definirse como el pasaje de la consciencia hacia el mundo del inconsciente, donde la razón permanece inactiva. Puede ser que trascienda esta etapa y que se encuentre en el estado de baqa donde alcanza la individualidad en la no-individualidad, es decir, el individuo entra en un estado de existencia consciente. Quien alcanza dicho estado deviene un hombre perfecto, que confía en la consciencia y se mueve más allá de la razón. Ayudado por la intuición, el hombre perfecto funciona como una totalidad, con espontaneidad y expresividad. En vez de estudiar la vida desde la distancia, él es la vida misma. En este estado indescriptible y caracterizado por el silencio, el individuo es ahora todo o nada: todo en el sentido en que se encuentra unido con todo; nada en el sentido de que nada existe cuya pérdida pueda constituir para él una fuente de congoja. Él abarca la vida como una totalidad; se halla más allá del bien y del mal. De una manera práctica ha experimentado cualidades que abarcan la existencia humana ordinaria y la vida intelectual; se ha sentido a sí mismo tanto un hombre famoso, un hombre ambicioso y un hombre religioso, y los ha trascendido a todos ellos, permitiendo que finalmente renazca un ser más comprehensivo. Se siente vinculado con la humanidad toda, experimenta un interés por todos los seres y trata de emplear sus experiencias previas en beneficio de ellos. A. Reza Arasteh
Extractado por Farid Ázael de
A. Reza Arasteh.- Rumi, el Persa, el Sufí.-Paidós.
Más información:
Bonaud, Christian.- Introducción al Sufismo.-Paidós.
Guraieb, José E.- El Sufismo en el Cristianismo y el Islam.-Kier
Shah, Omar A1í- Sufismo Hoy.-Editorial SUFI
por Fernanda Andrade | Sufismo
El hombre, a la manera de un sonámbulo que súbitamente vuelve en sí en alguna ruta desierta, en general no puede hacerse una idea exacta de sus orígenes o de su destino. En la vida ordinaria está a merced de toda clase de influencias. Si reconoce alguna de ellas, ignora todas las otras; o si no, las considera no como influencias que pueden cambiarse, sino como cosas inevitables.
No puede evaluar cualitativamente lo que le acontece, como tampoco los medios de controlar o dirigir su actividad psicológica. Reconocerá, por ejemplo, la ambición y verá cómo parece funcionar. Irá más lejos y trazará sus orígenes aparentes. Pero no logrará jamás alcanzar, por medios ordinarios, el factor de base que domina la ambición. En consecuencia, busca un refugio detrás de conceptos que no hacen más que llamar las cosas por otro nombre y da así la impresión de que sabe lo que significan.
Tomemos la palabra ambición. El hombre dirá que siente interiormente la necesidad de luchar, de alcanzar algo. Por qué tiene esa tendencia ? Dirá porque en él existe un impulso sexual, por ejemplo. Por qué este impulso ? Porque debe propagar la especie. Por qué esta propagación ? Porque es su naturaleza. Por qué esta naturaleza ? No lo sabe, Aunque sus razones estén sabiamente falsificadas, no podrá sustraerse al hecho de que no sabe…
Mientras tanto, la criatura llamada hombre tiene igualmente el vago presentimiento de que existe un mundo del más allá, otra dimensión, o al menos algo que sobrepasa su percepción ordinaria. Habituado a buscar respuestas únicamente por ciertos procedimientos, no puede establecer contacto con este elemento vital, única cosa que puede ayudarlo en su dilema.
La consecuencia de todo esto es que el hombre da vueltas en redondo y estos círculos toman las siguientes formas, o alguna de sus variantes:
1.- Construye sistemas para tratar de penetrar en el territorio desconocido. Pero estos sistemas lo llevan a ninguna parte, porque están levantados sobre cimientos de sistemas que se utilizan para otros fines.
2.- Adapta enseñanzas tradicionales y las deforma hasta el punto en que no operan para nada de cómo deberían. Las infecta con el germen de la prisión.
3.- Elige y se acomoda en un equilibro de reemplazo en cuyo seno vive de acuerdo a un sistema que es evidentemente incompleto, pero que a pesar de todo responde a algunas de sus preguntas. En cuanto a las que es incapaz de contestar, las envía de un escobazo debajo de la alfombra.
De todos modos hay otra salida para este laberinto. Pero ha sido tal la incomprensión de este Camino, que en la mayoría de los casos está deformado hasta no poderse reconocer lo que verdaderamente es. Cuál es este Camino ?
El Camino es el producto de cierta especialización científica efectuada durante un cierto número de siglos. Es nada menos que el descubrimiento de ciertas leyes y su aplicación. Esto puede ser formulado de muchas maneras. Una de ellas, que la mayoría de las personas pueden reconocer, es la que dice que es el método trasmitido a través de milenios, bajo el nombre de doctrina oculta de las religiones, y que consiste en franquear nuestras fronteras familiares adquiriendo así el conocimiento por un método inusitado. Todo esto es nada menos que el descubrimiento de la razón de ser del hombre.
En ese momento la única cosa que puede decirse de la razón de ser del hombre, es que es evolutiva. El hombre posee la capacidad, y tiene el deber, de tender un puente entre él mismo y el resto de la creación. Es lo que intenta hacer en el mundo físico por medio de métodos tecnológicos y materiales. Lo mismo trata de hacer en su vida psíquica. Pero fuera de las escuelas cuya especialidad es esta enseñanza, le falta todavía el conocimiento de la forma en la que debe prepararse para tender el puente: la manera de aprender a aprender, de estabilizar su consciencia. Por lo tanto, ha perdido antes de empezar, pues con su consciencia acostumbrada a la inestabilidad, prácticamente no puede hacer nada.
La mayor parte de los sistemas religiosos enseñan este hecho de una manera más o menos evidente. Lo único que desconcierta a la gente en estos sistemas es que, en general, las religiones obedecen a la ley física de este planeta, que hace que exista una tendencia a desviarse continuamente hacia la repetición (Ley de Siete). De esta manera la finalidad se pierde rápidamente y el sistema se convierte en automatismo. Además la distinción entre la estabilización social a que apunta la religión, y su otra finalidad que es la de preparar ciertas personas para una enseñanza interior, deja de existir. La religión se convierte en un simple instrumento de dominación social, y es en el momento en que esto se produce que aparece el sabor emocional. Pronto ese carácter emocional resulta tan marcado que se puede concluir que tal religión está enteramente fundada en la emoción. El secreto se protege solo.
Como un parásito, el automatismo se instala en la mayor parte de las formas del pensamiento humano y lo anula. Por otra parte, este fenómeno se produce tanto en la política y la filosofía como en la religión. La ciencia y la psicología modernas están imposibilitadas de estudiar el Camino del cual hablamos, a consecuencia de ciertas razones muy reales y evidentes:
1.- La subjetividad del hombre de ciencia, forjada en un mundo físico que solamente se interesa en lo que se llama resultados ciertos. Pero como la mente de estos hombres no ha sido estabilizada, se ven reducidos a trabajar sólo en los restringidos dominios propios de mentes no equilibradas.
2.- El principio establecido a partir de experiencias corrientes, que dice que los fenómenos psicológicos deben producirse obligatoriamente de la misma manera que las operaciones
groseras de este mundo. Esto en parte, o constituye una dificultad semántica, porque las palabras están llenas de asociaciones que son provocadas por una experiencia primitiva, o bien están ligadas a las asociaciones por impresiones cotidianas.
Nosotros nos ocupamos de una ciencia enteramente diferente, y la apertura hacia ella debe producirse por medios y leyes que sólo se aplican a esa ciencia. Como esas leyes no juegan de una manera evidente en el mundo familiar, no forman parte del programa ordinario de estudio del hombre. De hecho, son de una sensibilidad tal que sus manifestaciones son casi imperceptibles y uno puede fácilmente no notarlas, o despreciarlas, o no hacer caso de ellas, El secreto se protege solo.
En un sentido puede decirse que para el hombre medio esas leyes no existen. De la misma manera que uno considera que la luz de una vela colocada bajo un poderoso rayo de luz eléctrica no parece existir, estas leyes no existen. Si, mientras tanto, hay alguna razón para haber puesto allí una vela, puede ser que ésta esté en vías de cumplir una función. Sólo el electricista puede decir que no existe, en la medida que sólo le interesa la electricidad y está ciego para lo que se refiere a la vela. Esto no niega, de todos modos, la existencia de ella o su función.
A pesar que la única salida para el hombre es aprender el sentido de su razón de ser, por el único medio que existe de hacerlo consciente de ella, a menudo obra como si no lo creyera. Por qué ?
a) Ha oído hablar de varios sistemas psicológicos, religiosos y metafísicos y considera que éstos no hubieran sobrevivido si no encerraran una parte de verdad. Y esta conclusión le hace creer que por poco que sea el tiempo y el trabajo que consagre a estos sistemas, encontrará la verdad por medio de uno u otro. Esta es una presunción ridícula y falsa.
b) El hombre ha sido generalmente instruido de forma tal, que cree poder alcanzar por sí mismo la salvación por medio del esfuerzo, Todo lo que tiene que hacer es empeñarse lo suficiente para comprender, y comprenderá. Esto no es cierto en absoluto. Tampoco es un hecho, sino una generalización derivada de la experiencia primitiva adquirida a nivel del entorno material. Este razonamiento no puede aplicarse al campo psicológico.
Cuáles son las exigencias de este Camino ?
El Camino exige:
1.- Un Maestro, que haya pasado por este estado anteriormente.
2.- El individuo cuya consciencia esté directamente orientada, de suerte que pueda utilizar el material que se le da.
3.- Un grupo de tales personas.
Hasta este punto, entonces, puede decirse que efectivamente el Camino procede de la naturaleza de las empresas llevadas a cabo sobre el nivel social familiar. Pero los tres factores en total deben funcionar correctamente para que se haga posible el pasaje de la consciencia humana, de su estado grosero al grado de refinamiento necesario, antes de que el individuo y el grupo logren un nivel en que puedan ser consideradas como mentes integradas o personas conscientes.
Ciertas condiciones de orden físico son necesarias para que pueda existir tal situación o estado de enseñanza. La comunidad humana forma parte de un movimiento evolutivo. La existencia del Maestro y la comunidad en un lugar determinado está ligada, por leyes cósmicas, a una necesidad de esta última. De hecho hay una situación orgánica en cuyo seno la posición psicológica es sólo una parte. El hombre medio, en busca del
conocimiento o de la revelación, no se detiene a preguntarse si estas condiciones existen. En general no tiene la menor idea de ello, Ni siquiera se pregunta si posee, por inherencia o de otra manera, el equipo para emprender su mejoramiento.
Las consecuencias de esta desastrosa carencia se hacen sentir implacablemente. El hombre medio sigue pensando en redondo, inducido al error de creer que tiene una vida y una experiencia ricas en cambios, por la aparente variedad de los caminos de desarrollo y mejoramiento humanos. Puede rechazar todos los caminos o patinar en varios de ellos. En ningún caso tiene el equipo completo requerido para darse uno u otro de esos lujos. Sin embargo tiene la absurda noción de poseerlo.
El hombre medio no tiene absolutamente ninguna unidad objetiva de medida para apreciar o poner sobre una escala de valores reales:
Lo que le hace falta.
Cómo obtenerlo.
Lo que es verdadero.
Lo que es falso.
Comprende, pero sólo hasta cierto punto, alguna o todas estas cosas. Lo cual, por otra parte, no le impide comportarse ante los demás como si comprendiese o pudiera comprender. Es un autoengaño, que nosotros llamamos mentira.
Para poder superar este estado tan insatisfactorio y empezar a cumplir su destino, el hombre debe:
Reconocer los hechos que han sido expuestos.
Liberarse hasta cierto punto del automatismo que lo rodea y lo invade.
Trabajar para su liberación y su realización.
En todos los tiempos los hombres han tenido la intuición más o menos exacta de que por esos medios se logra satisfacer la humana necesidad de dar un sentido a su actividad. Pero el hombre ordinario ignora cómo, cuándo y dónde, y con qué empezar a llevar a cabo tal empresa.
Esta puede ser empezada y llevada a cabo solamente si se cumplen ciertas condiciones. El conocimiento de estas condiciones ha sido transmitido desde los tiempos más remotos a aquellos que pueden continuar este trabajo. Este conocimiento es una característica de ciertos individuos y un signo de su calidad. No es una propiedad muy extendida. Suponiendo que sea capaz de acceder a este conocimiento por las formas convencionales, el hombre ordinario comete un grave error desde el mismo punto de partida. Tal persona es indigna del conocimiento y no puede siquiera desde allí alcanzar el umbral. Así el secreto se protege solo, por sí mismo.
El hombre occidental, habitualmente se representa el Oriente como un lugar de misterio, donde se respetan tradiciones inmemoriales, religiosas y ocultas. Como muchos occidentales, ignora cuál actividad práctica de seria instancia se oculta detrás de esta imagen exterior. Como muchos occidentales, tiende a dejarse atraer por el lado exterior y espectacular, y adherirá a una fachada o personalidad atractiva y emocional, dándole la temporaria ilusión de sentido o santidad.
El hecho es que existen en Oriente lugares en que el Trabajo o Camino se perpetúa con un fervor y un despliegue de fuerza activa, sensata, paciente y consecuente, con un espíritu de finalidad científica preciso, y que son enteramente ignorados por el pensador tosco, emotivo, o el buscador de sensaciones
En su mayor parte, esta actividad sigue el camino de su necesidad orgánica. En consecuencia, no se debe tratar de entrar en contacto con ella emprendiendo viajes optimistas, o haciéndose reclutar por un “maestro”, por más misterioso que parezca.
El Trabajo se concentró en Oriente durante numerosos siglos en razón de hechos muy reales y bien definidos. Uno de ellos es geográfico o físico. Otro, es que la comunidad en general tiene, bajo la forma de valores culturales retransmitidos, importantes elementos que pueden servir para incentivar el desarrollo del hombre. Estos elementos han perdido valor en Occidente a causa del impetuoso lanzamiento hacia el progreso a cualquier precio. No tienen valor monetario.
De tanto en tanto, existieron movimientos de enseñanza oculta del Oriente hacia Occidente, que formaron parte integrante de una necesidad orgánica. Pocas personas saben cómo y por qué se efectuó ese proceso. Uno similar tiene lugar en este momento, pero su importancia es enormemente mayor. Digamos que de cuando en cuando se hace necesario injertar una planta sobre la raíz que creció en un lugar determinado, y cuyos frutos han dejado de reproducirse. Puede ser necesario igualmente, sembrar una raíz completa en un lugar, de modo que los elementos necesarios para este desarrollo humano encuentren la función y expresión previstas.
Para comprender cómo y por qué se hace este trabajo, uno debe estar equipado para la comprensión, y la única manera de estarlo es comprometiéndose en lo que llamamos una situación de trabajo. El Trabajo es la actividad con sentido preciso, que desarrollan los individuos y grupos de personas que se consagran al Camino, bajo la égida de un maestro cuya misión es presidir este trabajo.
Donde no hay maestro, no hay situación de trabajo ni actividad real. Las personas que continúan repitiendo actos exteriores puestos en práctica por un antiguo maestro y que no han recibido esta misión, son simples autómatas. El secreto se protege solo, impidiendo la entrada a los que no son dignos. Hay que darse cuenta positivamente que el trabajo es efectuado por el maestro, conforme a la neta concepción que tiene de la situación en la que se encuentra. Esto significa que no hay libro, ni textos, ni sistemas, ni otro método que el que pertenece a la escuela del momento. Los ejercicios no son simples instrumentos con los que el maestro provee al grupo con que trabaja. Por el hecho de ser orgánico y de estar condicionado al intercambio que se hace en sí mismo, como por el medio ambiente cultural del momento, el trabajo no puede ser enseñado por la repetición y los dogmas. Sólo puede serlo en la medida en que las personas a quienes concierne se asocien constantemente entre ellas y utilicen situaciones existentes.
Hay muchas imitaciones y derivados que son un debilitamiento, y se distinguen del Trabajo verdadero desde el punto de vista antes expuesto, No es en los libros, ni repitiendo las cosas hechas o dichas por antiguos maestros, que se aprende. El Trabajo toma su expresión del conocimiento real, traducido por un maestro viviente, un modelo, con métodos que juzga oportuno emplear y que sólo él puede proveer a su comunidad. Todo lo que no contenga estos elementos, es absurdo.
Donde existe la enseñanza hay tres clases de personas:
1.- Las que han entrado en contacto con los principios de base que han sido enunciados, y que estudian esos principios esenciales.
2- Las que son admitidas en el cuadro de una de las formas del Trabajo en un grupo en vías de prepararse para un desarrollo consciente, despertando en ellas ciertas funciones y capacidades.
3.- Las que continúan activamente el cumplimiento de una función, como personas conscientes y están capacitadas para proseguir su evolución y, en algunos casos, la de otras personas.
Existen otros grupos, pero por razones de orden práctico estos tres se consideran los principales.
Para ser apto para formar parte aunque sea del primer grupo, es necesario estudiar textos fundamentales como éstos. Se debe recordar que la simple lectura de un texto y la tendencia a forzar la marcha sin descanso para llegar al estado siguiente, no es absolutamente la manera por la que obra este trabajo. Todo material que se relacione con él tiene la posibilidad de ser comprendido a diferentes niveles, El material debe estudiarse bajo diferentes aspectos, no partiendo de distintos puntos de vista. Ejemplo:
1.- Estudiar el material en función de su contenido evidente o su significado de hecho.
2.- Después, en función de la relación que tiene con nosotros, detectando los errores que el material podría corregir en el propio modo de pensar.
3.- En función de lo que puede comunicarnos, fuera de estos dos dominios. Hay que tratar de darse cuenta de que el material no es solamente una exposición formal, sino que contiene elementos que nos ayudarán a comprenderlo más profundamente.
Hay que recordar que sólo los sistemas repetitivos, artificiales o de imitación, están fundados sobre exageraciones como estas: retirarse del mundo, ejercer actividades complicadas y repetidas aprendidas de memoria, o seguir ciegamente ciertos modelos de pensamiento o acción. El Camino y el Trabajo se continúan en el seno de la vida normal. Su objeto es también mejorar la suerte y las capacidades del individuo en la sociedad ordinaria, así como también aumentar su percepción de la verdadera realidad. Este Camino no tiene nada en común con un estado monástico en cuanto tal, o el hecho de dar arbitrariamente directivas con el objeto de agitar o hacer sufrir a la gente. Todo el mundo debe hacer sacrificios cuando se trata de ajustarse a ideas y situaciones nuevas e inconfortables. Esta necesidad se hace sentir en cualquier actividad que tenga una finalidad.
La costumbre del sacrificio, por amor del sacrificio, o cualquier acción es mejor que ninguna, no tiene nada que ver con este trabajo, por muy instituida que pueda estar en otras comunidades, Solamente el sacrificio hecho con una finalidad precisa es sacrificio. Es estudio real, sólo el estudio de lo esencial. La Situación de Trabajo es la más importante de las situaciones humanas posibles: debe considerarse una actividad sagrada.
Kalendar
Más Información:
Lefort, Rafael.- Los Maestros de Gurdjieff.-Editorial Sufi
Shah, Omar Ali.- Sufismo Hoy.-Editorial Sufi
Shah, Omar Ali.- Sufismo en Occidente.- Editorial Sufi