Escalón siguiente, dijo, y bajamos más dentro del agua. Ahora comenzó a hablar en ruso y habló durante un tiempo; de esto comprendí muy poco. Y así, aún más abajo, de un escalón a otro, siguió hablando hasta que él y yo estuvimos sentados con el agua a la altura de nuestros cuellos. Hacía frío. Comenzamos a tiritar. Finalmente Gurdjieff se lanzó al agua y comenzó a nadar, y nosotros lo seguimos. Nos vestimos y fuimos a su habitación a comer ante el gran fuego de la chimenea.
Había sido un proceso de iniciación, de autoiniciación. Gurdjieff había planeado cada paso de la tarea. Y gracias a él yo la había cumplido. Él, como los dioses de los misterios, pero con su propio, peculiar y efectivo ritual, lo había confirmado. Y yo había sido capaz de moverme a otra octava de ser y de comprensión.
A partir de este momento mis relaciones con él y los demás fueron de otro nivel.
Extractado por Marcelo Hernández de
C. S. Nott.- Diario de un Alumno.-Ganesha.