Para entender el significado de tensión en este contexto utilizaremos la definición que nos dice que tensión es la acción total resultante de dos cosas que se afectan mutuamente, de tal forma que las acciones respectivas de cada una de las partes se considera como aspectos parciales de la combinación resultante. Es decir, estamos considerando el funcionamiento primordial de todo sonido y toda forma. En efecto, este concepto es básico en la filosofía Taoísta originada en la China 590 años a.C. Este es el principio del yin/yang o relación de los opuestos o fuerzas interactivas.

Podemos imaginarnos un sistema de interacciones que implica dos, tres, cuatro, o una combinación de elementos o componentes parciales. Ultimamente hemos alcanzado a comprender la perspectiva oriental del universo físico como un conglomerado vasto de corrientes de energía interactuantes.

Cuando la tensión interactuante entre dos de estas corrientes tropieza con nuestros oídos, podemos percibirlo como un sonido audible. Cuando el sistema de energía toca la retina de nuestros ojos, ello afecta nuestras mentes y lo llamamos luz. Igual sucede en el caso de oler, gustar, tocar y hasta el pensar, pues la mente ha sido descrita como un duro cristal de sonido que actúa como reflector esférico que recibe e irradia todas las experiencias conscientes e inconscientes.

El individuo común y corriente no escucha a una roca o al sol o la música de las esferas. Pero el hombre es capaz de tomar consciencia de vibraciones más y más sutiles. Un ser que puede entrar en la experiencia de la tensión causal – el alpha y el omega de la interacción originaria – puede escuchar y conocer todas las cosas.
La figura 1 es la representación de la escalera de Jacob, dibujada por Robert Fludd, el gran filósofo hermético del siglo XVII. El dibujo nos muestra la escala de la perfección y los pasos que han de seguirse para ascender desde el reino terrestre al más alto cielo. Procede en ascendencia por medio de pasos geométricamente medidos desde el escalón más bajo de los sentidos hasta el mundo de la imaginación, luego a través de la razón del intelecto, o la habilidad del saber interno, desde donde se dirige hacia la inteligencia, o unidad con el objetivo del saber directo, y finalmente hacia la palabra sagrada misma que lleva al mundo del cielo. Así la meditación de alquimistas y santos se ha centrado en la Palabra, en su luz y por último en su sonido interno. Por centurias, los adeptos orientales y occidentales han practicado la ciencia del sonido con el fin de llegar a ser uno con la Palabra. Esta ciencia perenne no confina a sus practicantes a los campos de energía físicos ni no-físicos. Sus técnicas se aplican a los diferentes planos del ser y están diseñados para transportar la consciencia individual desde el punto del Logos a través de las miasmas de creencias sedimentadas hacia una mayor proximidad a la esfera de la Primera Causa o Conocimiento Supremo. Una vez llevada la mente a esta esfera de sonido en potencia por medio del uso de mantras y el japa (su repetición cuidadosa), ésta es capaz de internalizar la Fuente, y reconocer a su ser como el Ser de Dios.