La nobleza del oro es ser el fruto llegado a la maduración, los otros metales son vulgares pues ellos no son maduros. En otros términos, el final último de la Naturaleza es la consumación del reino mineral, su maduración completa. La transmutación natural de los metales en oro está inscrita en su destino, pues la Naturaleza tiende a la perfección.
Esta increíble exaltación que provoca el oro nos incita a detenernos un instante; existe una maravillosa mitología del Homo faber. Todos estos mitos, estas leyendas y estos poemas épicos cuentan los comienzos decisivos de la conquista del mundo natural por los primeros hombres. Pero el oro no pertenece a esta mitología del Homo faber, es una creación del Homo religiosus; este metal toma valor por razones esencialmente símbólicas y religiosas: fue el primer metal que los hombres utilizaron, siendo que no se puede hacer de él ni útiles ni armas. En el curso de la historia, hubo innovaciones tecnológicas desde el empleo de la piedra a la elaboración del bronce, después el fierro y por fin, el acero, pero el oro no ha jugado ningún rol en esa evolución de la técnica. Por otra parte, es el metal más difícil de explotar: para obtener de seis a doce gramos de oro fino, es preciso acarrear a la superficie una tonelada de mineral.
La explotación de depósitos fluviales es a menudo menos complicada pero también mucho menos productiva: algunos centígramos por metro cúbico de arena. En comparación, el trabajo de explotación del petróleo es infinitamente más simple y más fácil; sin embargo, desde el tiempo de los faraones hasta nuestros días, los hombres han continuado laboriosamente su búsqueda obstinada. El valor simbólico primordial del oro no ha podido jamás ser abolido, a pesar de la desacralización progresiva de la Naturaleza y de la existencia humana.
El oro es la inmortalidad repiten los Brahmanas, esos textos rituales post-védicos que fueron compuestos a partir del siglo VIII A. C. En consecuencia, cuando se ha tenido éxito en obtener el elíxir que transforma los metales en oro alquímico, se ha alcanzado también la inmortalidad: la transmutación de los metales equivale a un crecimiento milagroso.