arte islamLa prohibición de la imagen, en el Islam, se limita a la imagen de la divinidad; ella se sitúa en la perspectiva del Decálogo, o más exactamente del monoteísmo abrahámico que el Islam renueva. Este monoteísmo se opone directamente al politeísmo idólatra (1), de manera tal que la imagen plástica de la divinidad se presenta, según una dialéctica a la vez histórica y divina, como la marca del error que asocia lo relativo a lo absoluto, lo creado a lo no creado, sometiendo lo primero a lo segundo.

La negación del ídolo, o mejor dicho su destrucción, es la traducción concreta del testimonio fundamental del Islam. La fórmula lá ilaha illa-Llah (no hay otra divinidad que Dios), domina todo y consume todo a la manera de un fuego purificador. La negación del ídolo, efectiva o virtual, tiende a generalizarse: es así como se evita representar a los enviados divinos, rusul, a los profetas, anbiya, a los santos, awliya, no sólo porque sus imágenes podrían convertirse en el objeto de un culto idólatra, sino también por respeto a lo inimitable que hay en ellos. Ellos son los vice-regentes de Dios en la tierra y es por ellos que la naturaleza teomorfa del hombre se vuelve manifiesta; pero este teomorfismo es un secreto cuya aparición en el mundo corporal sigue siendo incomprensible. La imagen inanimada y estereotipada del hombre divino no sería más que una envoltura, un error, un ídolo. Incluso en el medio sunita árabe, se retrocede frente a la representación de cualquier ser vivo por respeto al secreto divino contenido en su creación (2).

Y si la prohibición de la imagen no es tan general en otros grupos étnicos, no es menos observada por todos aquellos que forman parte del cuadro litúrgico del Islam: el aniconismo (3) es en cierta forma coextensivo de lo sagrado, siendo uno de los fundamentos, si no el fundamento del arte sagrado del Islam. Esto puede parecer paradojal, ya que el fundamento de un arte sagrado es el simbolismo; en una religión que se expresa con símbolos antropomorfos, el rechazo a la imagen parece socavar la raíz de cualquier arte visual de carácter sagrado. Sin embargo, es necesario tener en cuenta todo un juego de compensaciones sutiles
y principalmente esto: un arte sagrado no está hecho necesariamente de imágenes, incluso puede ser sólo la exteriorización existencial, por decirlo así, de un estado contemplativo y en ese caso, no reflejará ideas pero transformará cualitativamente el ambiente, integrando un equilibrio espiritual cuyo centro de gravedad es lo invisible.