Para nosotros es un objetivo lograr una creciente satisfacción en nuestra vida. Esto es posible en la medida que se vayan entendiendo los factores que se oponen a ello. Lo que llamamos felicidad es un estado en el que no hay sufrimiento; pero vemos diariamente que, a medida que avanzan los años, muchas personas van aumentando su sufrimiento.
Debemos tener claro lo que llamamos “sufrimiento”. Muchas personas no creen que sufran, sólo creen tener problemas con el dinero, con la familia, con las relaciones sexuales, con el trabajo, con otras personas, etc. Creen que simplemente viven con tensiones, angustias, inseguridades, temores, resentimientos y todo tipo de frustraciones. Es el paquete que hemos llamado, en nuestro Curso de Crecimiento, “emociones negativas”.
Casi todos los actos que realizamos a diario tienen un carácter rutinario y, en gran medida, se apoyan en hábitos adquiridos y repetidos durante mucho tiempo. También, en forma más esporádica, efectuamos actos que en lugar de dejarnos indiferentes como los anteriores, nos entregan una percepción de plenitud o de malestar.
Hay acciones que nos dejan una grata sensación y luego, al recordarlas, quisiéramos repetirlas nuevamente. Tienen además la característica de ser cosas que no hastían sino que, al revés, dejan un sabor de mejoría, de crecimiento interno. Otro tipo de acciones nos dejan una sensación agradable en el momento, pero, al recordarlas, nos traen malestar. Por ejemplo, llevados de un arrebato de ira agredimos a alguien, es posible que en el momento experimentemos el alivio de una fuerte tensión, pero luego, al recordarlo, surgirá algo que llamaremos arrepentimiento. Entonces comprenderemos que tal cosa no es bueno repetirla porque, además del daño que podemos causar a la otra persona, va en contra de nuestra unidad y crecimiento interno.
Los actos que nos dejan unidad interna tienen siempre estas tres cualidades:
– nos sentimos bien al efectuarlos
– se los quisiera repetir
– se sienten como un mejoramiento personal
“Unidad interior” suena a como que lo ex-
terior no forma parte de la totalidad de
lo que somos. Cuando en nuestra concien-
cia (que es el proceso total del pensa-
miento y el sentimiento) se filtra una
sola chispa de comprensiòn entonces tras-
cendemos toda divisiòn, incluyendo la de
observador y observado. El impulso por
repetir algo que hemos vivido no nos lle-
va a la unidad sino que refuerza al ob-
servador que implica una divisiòn en la
conciencia. Las ideas y sentimientos de-
ben ser comprendidos de lo contrario nos
conducen a reforzar el enorme poder de
crear ilusiòn del pensamiento.