Bajo los procesos conscientes de la mente aquellos que aparentemente dirigimos – subyace un mar de sentimientos. Este telón de fondo posee la constante capacidad de retratar nuestras reacciones frente a nosotros mismos y frente a otros, y de llevar a imágenes nuestras propias tendencias internas. El mar del sentimiento es relativamente poco conocido y frecuentemente desdeñado. Sólo podemos hacer conjeturas en cuanto a sus causas.

En primer lugar, tendemos a identificarnos principalmente con los productos finales de nuestra mente: pensamiento y acción. Desde el punto de vista relativamente claro y preciso del pensamiento y la acción, el sentimiento parece un proceso de forma imprecisa, indefinida, poco confiable, resbaladiza. No posee la clara firmeza de nuestras palabras o actos. Es demasiado indefinido, oscuro, poco confiable. Más aún, este yo verbal, observando desdeñosamente al sentimiento, halla que éste se desvanece frente al análisis lógico. Actúa como un animal tímido que prefiere esconderse de la presencia del hombre-verbal.

La mayor parte de los rumores referentes al mundo del sentimiento son negativos. La gente sospecha que el sentimiento es quizás sólo una locura y una tontería; puede manejársele en cualquier sentido. El tipo opuesto de rumor acerca del sentimiento pronunciado es más siniestro. Un sentimiento fuerte puede provocar que una persona se haga incontrolable y aún peligrosa. Quizás somos todos locos o asesinos en el fondo. Podemos respaldar este rumor con los hechos. Podemos citar situaciones de llanto o ira, demostrando que perturban el suave flujo de la fina compañía. Ya que está todo dicho, la razón decide que es más adecuado tomar las riendas. El sentimiento es confinado o refrenado, porque, o es algo informe o es demasiado perturbador y escapa a nuestro control.

Trascendiendo los rumores y mitos acerca de nosotros mismos, podemos reconocer prestamente que el sentimiento subyace a toda percepción, todo pensamiento, toda acción. La sencilla percepción de este telón de fondo permite a nuestro sentimiento clarificar sus propios significados y dirección. Aquí la clave es la percepción relajada que permite al sentimiento surgir y retratarse a sí mismo. Algunas personas temen no estar vivenciando el verdadero sentimiento: temen estar dirigiendo voluntariamente su flujo. Esto surge de una falta de familiaridad con este espacio. El qué quiero en sí proviene del dominio del sentimiento. Si se dice a una persona que elabore una fantasía, ésta pronto descubre que está solamente bloqueando y reorientando al sentimiento, cada vez que éste la lleva a temas que le resultan desagradables. Mientras más se prolongue una fantasía, mayor tendencia existirá de que resulte gobernada por el timón interno de sus propios sentimientos. Un hombre sentía que podía fantasear sobre cualquier cosa y, por tanto, controlar todos sus impulsos internos. Ya que parecía marcadamente masculino, le pedí que se imaginara a sí mismo como un modisto afeminado. La fantasía no se había prolongado mucho cuando ya se hallaba seduciendo a las modelos, dejando de lado su trabajo y olvidando que era afeminado. Su tendencia natural había asomado. En el mejor de los casos, el maestro del autocontrol intenta bloquear algunas de las tendencias de sus sentimientos. En el momento en que surgen, resultan censuradas. Así, surgen una y otra vez! La cura para la fantasía persistente es vivirla por entero.

En cierta ocasión, en una clase de fenomenología, una joven dio a entender que tenía una terrible fantasía que se repetía persistentemente. Cuando le pregunté sobre ello, mencionó vagamente que guardaba relación con el suicidio; no deseaba hablar de ello. Sentía que si permitía que la fantasía se expresara, pasaría a los hechos en el suicidio. La alenté para que lo intentara en el ambiente seguro de la sala de clases. Finalmente, consintió en hacerlo. En su fantasía se apartaba de la gente y caminaba en la nieve; veía un profundo banco de nieve. Con miedo, temblando, consideraba la posibilidad de arrastrarse en la nieve para helarse hasta morir. Le insistí en que prosiguiera. Mentalmente, ella cavó una caverna cerrada bajo la nieve. Le pregunté cómo era el lugar. Tranquilo! No oigo ruidos de gente. Cuando se lo pregunté, confirmó que últimamente estaba cansada de la gente y deseaba apartarse de ellos. Entonces, rió entre dientes y sonrió. Le pregunté por qué. Dijo que primero había pensado que la nieve estaría fría, pero en lugar de eso, halló que le recordaba su calor interior; se sentía cómoda y a sus anchas bajo la nieve. Le sugerí que permaneciera allí tanto como quisiera y que regresara a ese lugar cada vez que deseara apartarse de la gente.

Lo que a primera vista le parecía una mortal fantasía suicida se transformó, en lugar de eso, en el símbolo de un lugar cálido y agradable, lejos de la gente y las preocupaciones. Jamás se había permitido esa tregua a sí misma. Así, la fantasía se presentaba una y otra vez. Su interpretación de la tendencia interna como quizás deseo matarme era una mala interpretación de su propio guía interno. Cuando halló esa tregua, lejos de la gente, todas sus ideas suicidas desaparecieron. Por este motivo, resultaba importante señalarle que podía regresar al cálido refugio de su banco de nieve cuando quisiera. Bajo circunstancias similares, otros se han suicidado, sin lograr percibir su propio banco de nieve imaginario, siempre a su alcance.

El mundo interno enlaza fácilmente diversos aspectos de la experiencia, de modos que confundirían totalmente a un filósofo racional que tuviera tendencia a categorizarlos. La percepción interna se despliega, transformándose en sentimiento. Cuando es lo suficientemente intenso, el sentimiento puede transformarse en una fantasía, con clara imaginería. Los pensamientos pueden derivarse a sentimientos. Las sensaciones corporales pueden fácilmente transformarse en imaginería emotiva. Nuestra percepción de los otros o de las cosas puede ser vaciada a la imaginería emotiva. El auto análisis entra en escena cuando analizamos y comprendemos nuestro propio impulso interno. Cuando nos acostumbramos al proceso, logramos desarrollar con facilidad fantasías detalladas y en colores intensos, mientras lavamos platos o conversamos con un amigo. Podemos también recordar una antigua fantasía en cualquier momento y observar su rumbo. Del mismo modo, nos será posible recorrer nuevamente las escenas de la niñez.

El sentimiento tiene una tendencia. Cuando se le permite expresarse, se intensifica, volcándose en imaginería emotiva. Luego que se le ha permitido desarrollarse y expresarse, podemos revisar la imaginería resultante para observar cuál es el mensaje. En el caso de la mujer del banco de nieve, su impulso interno era alejarse de las personas y acomodarse en un refugio cálido y agradable. Al descubrir la sabiduría de nuestras propias tendencias internas, estamos en mejor posición para cooperar con la tendencia subyacente.

Algunas personas temen que sus propias tendencias internas puedan no ser sabias; podrían ser demasiado instintivas, bestiales, e ir contra la sociedad. Mi propia sensación es que tales personas se hallan confundidas por los rumores existentes acerca del mundo interno. La vivencia de éste sugiere que puede parecer extraño y lejano, pero es eminentemente sabio. Más que defender esta tesis, observemos más de cerca su comportamiento.

La utilización más sencilla de la imaginería emotiva consiste en buscar su ayuda para aclarar nuestra situación en este instante. Considerando que todo el sistema sensorio-motor del cuerpo es su representante, podemos examinar nuestras sensaciones corporales y llegar a una imagen interna y a la comprensión de nuestra situación. Por ejemplo, al escribir me siento reclinado en mi silla (percepción relajada) haciendo girar un lápiz entre los dedos. La mano derecha sostiene la punta y la gira hacia atrás y adelante, mientras la mano izquierda siente este girar.

Permito que una fantasía se desarrolle a partir de esto. Veo la vieja rueda de un molino de agua. Se producen fascinantes ruidos de molienda y rechinar a medida que la energía del agua es transformada a través de grandes y toscos engranajes de madera hacia piedras que giran una contra otra donde el grano es molido. El poder libre del agua, que de otro modo se hubiera esfumado, es transformado en la molienda del grano.

Al escribir esto, me equivoco y escribo gano en lugar de grano. El agua que corre libremente (sentimiento) se convierte en un pavoroso girar de engranajes y ruidos (imágenes) para moler grano/gano (comprensión). Siento el aspecto principal de ambos: el lápiz que gira y el molino representan el modo como el poder, en un nivel es convertido en trabajo, y en otro nivel, en transformación. Por supuesto, intento explicar el modo cómo el sentimiento se transforma en pensamiento. Es un viejo molino porque éste es un viejo proceso.

Estoy impresionado por la dureza del lápiz en mi mano. Debido a su resistencia a la torsión, el movimiento hacia un lado es transmitido fielmente hacia el otro. Esta resistencia a la torsión es nuestra comprensión y confianza en este proceso a través del cual el sentimiento se expresa en la mente. Sin embargo, el extremo en que todo se origina los dedos girando el lápiz – parece mucho más plácido que los dedos que sienten el duro extremo metálico del lápiz. De modo similar, en la imagen el agua es más suave que la molienda del molino. El sentimiento es suave, fácil, juguetón. El trabajo mental-intelectual parece más áspero, como la molienda.

Un gesto cualquiera, aparentemente espontáneo, fue elegido por el sentimiento como su representante. De lo que sentí y noté del girar del lápiz, el sentimiento interno comenzó a expresar su tendencia. Realizando una pequeña asociación con estas sensaciones y percepciones, pude leer el mensaje interno que se desprendía. La fantasía del molino era una manera paralela de elaborar su tendencia. Permití que el proceso subyacente a mis intereses hallara su camino hacia la consciencia a través de un acto aparentemente espontáneo (girar el lápiz), las sensaciones que de ello surgían, y a través de una fantasía paralela (el molino harinero). Pero lo más notable era que lo que yo intentaba comprender, a su vez intentaba comunicarme la naturaleza de su propia existencia. Nuestros verdaderos intereses surgen de este espacio interno, que es perfectamente capaz de hablarnos de ellos.

Una buena ocasión para utilizar esta propensión interna se presenta cuando nos sentimos malhumorados o atrapados en algún estado de ánimo especial. Debiéramos entonces detenernos, concentrarnos en nuestras sensaciones y permitirles manifestarse a través de una fantasía. Un hombre maneja de regreso a su casa con dolor de cabeza. Teniendo la posibilidad mientras maneja, permite que sus sensaciones físicas se expresen. Cuando se concentra en ellas, el dolor de cabeza resulta ser, más bien, una rigidez en la parte inferior del cuello y en los hombros. Para captar su significado, intenta retratar esta rigidez. Mantiene sus brazos rígidos sobre el volante; sus hombros y cuello se hallan tensos. Siente una mueca airada en su rostro. La escena se amplifica. Se halla en un campo de batalla. Ha sido herido mortalmente y se está sosteniendo en el tocón de un árbol. Si resiste, alguien vendrá, lo verá y le prestará auxilio. El aspecto de mártir que ofrece en la imagen le parece humorística al conductor. El herido de la imagen sonríe para sí y dice Diablos, se supone que un hombre herido debe caer al suelo. Se relaja, reclinándose en el asiento y apoyando los codos en el regazo. Examina tranquilamente unas plantitas que crecen cerca, emergiendo de la tierra arruinada del campo de batalla. El conductor concluye que se ha forzado a hacer rígidamente todo lo que se esperaba de él, teniendo la secreta esperanza de que alguien notara su condición y le tuviera lástima. Toma consciencia de sí, siente pena por sí mismo y se permite relajar. Permanece cierta rigidez en su cuello y hombros. Concluye que el próximo fin de semana llevará a su familia al parque que ellos desean visitar.

Transformando las sensaciones en sentimientos e imágenes, pudo captar mejor lo que estaba haciendo. Sus heridas mortales provenían del excesivo maltrato a que se sometía a sí mismo. La persona de quien esperaba que se diera cuenta de su estado y lo cuidara era él mismo. El destrozado campo de batalla y sus heridas reflejaban la batalla por la que había atravesado en el mundo de su trabajo. Las plantitas que crecían eran los inicios de la nueva vida que surgía al relajarse y considerar el viaje al parque. Herido mortalmente en el campo de batalla parecía una dramática exageración. La vida interna utilizará un lenguaje muy dramático para lograr comunicarse con la persona que no desea escucharla. También se expresa así en los sueños. Usted haría lo mismo si tuviera que reflejarle su situación a alguien sin utilizar palabras, mediante el uso de imaginería. Por otra parte, la imagen era real, puesto que el hombre se sostenía, a pesar de estar gravemente herido en el campo de batalla de la vida.

Si logra practicar la imaginería emotiva con frecuencia, puede utilizarla para comprender a otra persona. En ciertas ocasiones, hallo muy difícil explicar lo que veo en una mujer que me es extraña. Siento una serie de sentimientos vagos e indefinidos. Permito que éstos se transformen en una fantasía. Voy a tener una cita con ella. Veamos cómo debiera comportarme en esta cita. Con una mujer determinada, siento que debo mostrar muy pocos avances amorosos. Sería mejor si visitáramos un museo, fuéramos a cenar, a un concierto y tuviéramos primeramente mucho tiempo para conversar acerca de nuestras opiniones. Con otra mujer, siento que debiéramos ir a bailar, ser activos, vivir el momento. He compartido estas fantasías con mujeres en los grupos, sólo para hallar que frecuentemente éstas son amplificaciones de acertadas percepciones de ellas.

En cierta ocasión, al estudiar a un joven, vacié todas mis impresiones en una fantasía. Repentinamente, yo y él estábamos en un callejón en un barrio pobre. Él tenía un cuchillo. Me sentí en peligro. Compartí esta fantasía con él. Para sorpresa de todos los que se hallaban presentes, yo estaba captando la vida que él había llevado en la mayor parte de su juventud. Era un joven rudo de un ghetto y llevaba un cuchillo. A veces, los asistentes han sentido que esto provenía de una intuición brillante o de percepción extrasensorial. A mí me parece que todo consiste en permitir que las impresiones vagas se expresen a través de la imaginería interna.

Ocasionalmente, el proceso parece extrasensorial. Cierta vez entrevisté a una fornida mujer frente a un grupo de personas. Inmediatamente visualicé una escena, clara y nítida: una granja de techo puntiagudo en una amplia llanura, con un camino que llegaba desde el este. También podía ver la vida de los habitantes: simple, árida, laboriosa. Las ocasiones de alta emotividad eran las comidas en grupo y las sesiones de lectura bíblica. Compartí la imagen con la mujer, para ver si ella podía hallarle algún significado. Era un cuadro de la casa familiar y de la característica esencial de su vida. Aún el camino recto que venía del este era real. Esto parecía ir más allá de una elaboración de lo que yo podía ver o saber de ella. Esto no es demasiado sorprendente. La evidencia que existe de la percepción extrasensorial indica que ésta surge de los sentimientos y que puede expresarse en imágenes.

Sin embargo, tales ejemplos milagrosos no son lo importante. Lo principal es que nuestros propios sentimientos indefinidos pueden ser expresados y clarificados a través de una imagen fantasiosa de la otra persona. Así como con toda observación, debiéramos comprobar su exactitud, sencillamente interrogando a la otra persona sobre el punto. No debiéramos tomar grandes decisiones respecto a otros sobre la base de tal proceso, hasta que hayamos confirmado su exactitud en muchas ocasiones. Existe siempre la posibilidad de que estemos viendo parte de nuestro propio yo, en lugar del de la otra persona. En mi propia experiencia, es generalmente acertada la imagen de otra persona que surge en forma repentina y ya totalmente formada. Las imágenes elaboradas que implican en su formación un mayor grado de mi egocentrismo, son menos acertadas.

Sería muy conveniente que todo el mundo adoptara la sencilla práctica de proyectarse en una situación cualquiera. Esta es quizás una de las psicoterapias más efectivas y económicas, e involucra sus elementos básicos. Permítase proyectarse en una situación; examine entonces la proyección, aprendiendo lo que ésta le revela de usted mismo. La proyección puede ser iniciada en cualquier objeto que le llame la atención, o puede simplemente ser hilada como una imagen interna. Si se utiliza un objeto, es preferible que éste sea de forma compleja, pues así evocará mayor diversidad de connotaciones y, por tanto, tendremos mayores posibilidades de proyectar nuestra vida interna. Las nubes o las plantas resultarán más adecuadas que una pipa o una silla. El objeto que nos llama la atención ya guarda en sí algo de nuestras tendencias psíquicas. Existe aún más libertad para proyectarse si hilamos una imagen interna. Para realizar su proeza, la vida interna sólo precisa de un poco de tiempo y libertad.

Ilustraremos este proceso con un ejemplo muy corriente, que también dejará entrever algo de la compleja sabiduría que caracteriza a los estados internos. Una joven de poco más de 20 años había pasado por la pobreza, la adicción a las drogas y, eventualmente, la prostitución. Sentía repulsión por su vida y se inscribió en un arduo programa de tratamiento voluntario que implicaba mucha participación en grupos de encuentro y también una fuerte presión por parte de los demás participantes. Se sentía muy confundida con sus valores. Su objetivo principal hasta entonces había sido el hallar un hombre atractivo, seducirlo y depender de él. Esta estrategia había fracasado en tantas ocasiones y de modo tan trágico, que no podía seguir por este camino, pero no había desarrollado aún un nuevo patrón de conducta.

Se hallaba observando un matorral de plantas en el suelo alfombrado de verde. La mayoría de las plantas eran nuevas y verdosas; unas pocas estaban muertas. Al mirarlas, sintió una penetrante sensación en relación a las que estaban muertas. Le parecían feas, estériles, invernales, horribles. En lugar de despedir esta imagen, como muchos habrían hecho en este punto, permaneció con ella. Captó nítidamente la agonía de las plantas. Eran un revoltijo; las hojas estaban estropeadas y moribundas. Caerían pronto. Todo el conjunto se reduciría a simples tallos. La primavera llegaría algún día, pero en este instante, todo era sencillamente horrible.

Cuando comparó esta imagen con su propia vida, pudo hallar cantidad de similitudes. Todo el discernimiento que estaba obteniendo en relación a su pasado la hicieron sentir fea. Contrariamente a su personalidad seductora anterior, estaba descuidando su apariencia y de hecho se sentía fea. Relacionó las hojas que caían con la caída de viejas actitudes y conductas de ajuste. La primavera o el nuevo estilo de vivir parecían muy lejanos. Estaba atravesando por una agonizante decadencia invernal; veía y aceptaba esta realidad.

Pocos minutos más tarde, toda la escena se había modificado. Podía verse caminando sobre un verde prado. El pasto verde era corto, demasiado corto para esconderse en él. Sentía agrado de no poder esconderse, así como de que no hubiera gente cerca. Lo que tuviera que hacer, quería hacerlo por sí misma. A la distancia se distinguían árboles e indicios de una vida de mayor riqueza. No tenía apuro por llegar; en el momento presente, bastaba con estar sola en un sencillo prado verde.

Aceptando su agonía, su declinación y pérdida de atributos en la primera imagen, la segunda muestra el segundo acto: en éste hay algo de vida (pasto verde y corto). Lo que más resalta es su soledad: debe enfrentar su situación sola y sin posibilidad de esconderse. Así como en la primera imagen, la vida es una promesa para el futuro. Está más cercana y visible ahora. Todo el mundo opina acerca de lo que ella es y del modo cómo debiera vivir. En un tiempo, ella fue muy diestra y astuta, actuando siempre de acuerdo con los deseos de los demás; ahora no quiere hacerlo. Sola, en un lugar con algo de vida, se enfrenta a sí misma, elaborando nuevos valores. El futuro es promisorio: el resto de la vida están ahora a su alcance.

Cuando comenzó a explorar la imagen, sólo sabía que se sentía mal. Al sentirse atrapada en la agonizante esterilidad de las plantas, tuvo el impulso de cortar de raíz la imaginería interna. Las agonizantes plantas se hallaban en su misma situación de ese momento. Aún en su apariencia, se permitía parecer fea, en parte para desembarazarse de las viejas actitudes de la seductora. Si permanecemos con el proceso interno, éste tiende a resultar terapéutico. Al enfrentar su propia agonía, cambio y simplificación, el drama interno pudo avanzar a otra etapa. Aún cuando la racionalidad tiende a pensar que este proceso demora, nuestro interior se siente más libre del factor temporal. El acto siguiente llegó de improviso en una imagen totalmente diferente, mientras seguía observando las mismas plantas. Esta imagen tenía la misma sencillez, sin embargo en la segunda imagen aparecen nuevas claves: debe hacerlo por sí sola. Era importante que ella no pudiera ya ocultarse de sí misma por más tiempo. Era un simple enfrentamiento consigo misma que involucrara más vida y una promesa más cercana de un futuro mejor (árboles y vida a la vista). Las dos imágenes eran una clarificación de lo que comenzaba a sentir que era lo que debía hacer.

En los grupos, agradeció a los demás sus consejos acerca del modo cómo debía vivir, pero dijo que sentía que realmente tenía que procesarlo sola por un tiempo. Como seductora, siempre se había hallado enredada en las necesidades y deseos de los demás. Esta nueva mujer era más independiente. En su totalidad, la fantasía reflejaba y ayudaba a hacer consciente su situación actual y lo cercana que estaba la salida liberadora. Esto es bastante para obtener con sólo mirar un simple matorral. Sin embargo, este proceso está al alcance de todos y en cualquier momento.

Un interrogante importante que surge es, cómo es que la vida interior se retrata a sí misma tan acertadamente? La vida interior tiene esta capacidad, ésta es su característica más fundamental. Acompaña al individuo y se interesa por la calidad y dirección de su vida. Visualiza su situación en términos muy dramáticos e impregnados de sentimientos. Retrata con soltura los objetivos y tendencia general del individuo. Es incluso capaz de sugerir el modo cómo esta persona puede superar lo que lo amarra. Carl Jung denominaba a estos procesos el inconsciente objetivo. Son muchísimo más objetivos que el individuo en cuanto a la dirección de su vida. Ciertamente, la consciencia es limitada. El inconsciente objetivo puede no serlo. La perspectiva del trasfondo de sentimientos que subyace a la vida del individuo es considerablemente mayor que la del individuo consciente.

Sin embargo, la vida interior se inmiscuye muy poco en el libre albedrío del individuo. En general, permanece a la espera de ser requerida, y siempre disponible. Comenzamos a ver alguna intrusión de la vida interna en la experiencia consciente en el pensamiento obsesivo, actos compulsivos y psicosis. Los estados de ánimo persistentes son también un tipo de intrusión. Parece ser que la vida interna dejara libre al individuo mientras éste siga, a grandes rasgos, la dirección general que ella le sugiere. Mientras más se aparte el individuo de esta senda, más se presenta e interviene su vida interna. Lo que denominamos enfermedad mental representa la intervención más clara de lo interno en la vida del individuo. Lo interno existe, lo aceptemos o no. El solo intento de cooperar con nuestro guía interno nos brinda en éste a un aliado muy poderoso; nuestro único aliado, en realidad. Si la auto comprensión y el auto concepto del individuo son muy limitados, su guía emitirá diversas claves y señales. Desgraciadamente, la mayoría las pasa por alto. Finalmente, el guía interno termina saltando a un primer plano en su vida y la persona resulta alterada emocionalmente o mentalmente enferma. Resulta extrañamente humorístico que la mayoría de las mentes fracasen en comprender su propia naturaleza.

La idea de la libertad, dentro de este contexto, no es tan sencilla. El individuo se siente libre y actúa más libremente cuando su conducta representa con mayor fidelidad a sus tendencias internas. La libertad y hacer lo que realmente se quiere son, a grandes rasgos, una misma cosa. Y lo que una persona desea hacer es actuar como la corporalización de sus tendencias internas. El grado en que la persona se siente libre disminuye en la medida en que no actúe en concordancia con aquéllas. La psicosis es un ejemplo extremo de lo que ocurre cuando una persona actúa en total oposición a sus tendencias naturales. No es que seamos libres para ser esclavos de lo interior. Lo interior es la verdadera substancia y naturaleza de nuestras vidas. Simplemente, no tenemos la libertad de oponernos a ello.

A la luz de esto, vemos que todas las ocasiones en que las cosas no van bien resultan muy apropiadas para que nos proyectemos en la imaginería emotiva e intentemos interpretar el significado que su contenido tenga para nosotros. Para descifrarlas, generalmente les pregunto a las personas, en qué se parece esto a su vida?. Las personas pueden sentir la relación con sus vidas cuando les resulta imposible explicar las imágenes que surgen en sus mentes. En este punto, se rechazan las explicaciones, las hábiles operaciones del razonamiento. Estas son, en sí, un fuerte impedimento a la comprensión de las claves internas. Es mucho mejor que el individuo intente hallar por sí solo la relación entre las imágenes y su vida, aún cuando esta posibilidad tenga limitaciones. Aún una captación emocional relativamente estúpida de nuestras propias imágenes es preferible al razonamiento o conjeturas que el mejor experto nos pueda aportar.

Ocasionalmente, he visto muy buenos amigos conjeturando acerca del significado de las imágenes de otro. Sin embargo, es nuestra vida la que proyecta las imágenes. Nuestra propia comprensión, por muy limitada que sea, se halla más cercana de su propia fuente. También ocurre que la comprensión que logramos en un momento determinado tiene ni más ni menos que la magnitud que podamos obtener en ese momento. El proceso interno es extremadamente indulgente con cualquier esfuerzo por comprenderlo. Puede producir sueños, fantasías e imágenes eternamente, hasta que comprendamos aquello que es la base de nuestra comprensión.

En general, lo interno se interesa por la calidad y estilo globales de nuestra vida. No le importa mayormente si tomamos este empleo u otro, etc., a menos que tales empleos nos resulten muy diferentes y representen estilos de vida fundamentalmente distintos. Lo interno hablará acerca de los caminos que estemos emprendiendo o considerando, pero rara vez formulará predicciones. Si deseamos que opine acerca de qué acciones de la bolsa nos convendría comprar, lo más probable es que nos refleje la ridiculez de nuestros propósitos. Aún cuando puede conocer el futuro, casi nunca lo revela. Se parece más bien a un psicoterapeuta o a un muy buen amigo. Su preocupación fundamental es el rumbo y calidad de nuestra vida, no el hacernos ricos o famosos. Y es en este plano que sus claves son inapreciables. El hecho de que este consultor no se exprese en lenguaje ordinario es también una ventaja. Se comunica en los términos dramáticamente emocionales de la vida. Debemos compenetrarnos de este lenguaje para comprenderlo. Esto es, debemos identificarnos en mayor grado con esta fuente de información para lograr comprenderla.

Cuando trabajamos con imágenes emotivas, puede resultarnos evidente que hemos entrado en un nuevo espacio del tiempo que apenas podemos comprender. Un tema clave determinado puede permanecer en el trasfondo de nuestra vida a lo largo de todo su transcurso, esperando expresarse. Los traumas críticos de la niñez que solían hallar los psicoanalistas son ejemplos de esto. Asimismo, las personas pueden tener un conjunto completo de valores en su trasfondo, esperando ser expresado. Estas propensiones encubiertas afectan nuestras elecciones y conducta, en una forma sutil que apenas alcanzamos a comprender. Estas propensiones atemporales pueden esperar por siempre, o surgir y cambiar rápidamente. Es como si pudieran evolucionar sólo si atraviesan por nuestras vidas. Si la tendencia encubierta implica suicidio, perversiones extrañas, etc., nos inclinamos a no expresarla. Sin embargo, cuando las vivimos en fantasía, pueden evolucionar en pocos instantes.

Una mujer temía ser homosexual, debido a que sentía el deseo de mirar fotografías de mujeres. Le sugerí que mirara todo lo que quisiese en su fantasía.

El deseo interno de mirar fue de las piernas al busto, y luego sintió el deseo de ser abrazada como una niña por una mujer mayor. Se había criado sin madre y deseaba intensamente vivir la experiencia de tenerla. El real significado y tendencia de lo interno no puede ser comprendido hasta que lo vivimos de algún modo. La fantasía no acarrea peligros. En ella, podemos matar a miles de personas, morir y renacer, todo en pocos minutos. Lo interno es permanente y atemporal cuando no lo vivimos, cuando permanece estancado. Cuando lo vivimos, nos lleva a través de los actos de un drama bien concebido. La grandeza de la trama interna puede apreciarse sólo cuando la observamos retrospectivamente, después de una vida de experiencia.

Resulta también posible intensificar nuestra relación con el proceso interno si intentamos cooperar con sus tendencias, de modo razonable y socialmente aceptable. El hombre excesivamente agotado con un cuello rígido resolvió llevar a su familia a pasear. Esta fue una clara aceptación del mensaje interno y un intento de satisfacer su directiva implícita. Al observar una hoja, un hombre vio a un perro que había atropellado años antes. Había seguido su camino, diciéndose a sí mismo al diablo con él. Ahora el perro había regresado, muriendo nuevamente. La fantasía elaborada señalaba que su falta no residía en el haber matado accidentalmente al perro, sino que en su despreocupación por lo que había hecho. Respetuosamente, sepultó la hoja como si ésta fuera el perro, completando así una escena que había permanecido por mucho tiempo en un lugar recóndito de su pensamiento. Esto parece una respuesta muy primitiva. Sin embargo, muy sabiamente, el hombre había hecho lo que sintió que debía hacer. Una pizca de comprensión y cooperación con nuestra propensión propia y natural nos aligera mucho el camino.

Resumen:

1.- La vida interior surge fácilmente a través de la percepción paciente y relajada de lo que nos sugieren los objetos que se nos presentan, o directamente por medio de la imaginería interna.

2.- Con la práctica, podemos aumentar grandemente esta capacidad, hasta lograr visualizar escenas complejas y coloreadas, en cualquier momento.

3.- Estos son reflejos de nuestra vida interior.

4.- Para aprender de este proceso, necesitamos compenetrarnos del lenguaje dramático de la vida interior, de modo de aclarar el modo en que refleja nuestro yo.

5.- La preocupación clave de la vida interior es el significado y calidad de nuestra vida.

6.- El proceso parece atemporal hasta que logramos expresarlo de algún modo en nuestra vida. Un esfuerzo razonable, en el sentido de satisfacer estas tendencias internas, nos facilita la clarificación de su mensaje.

7.- Este proceso puede ser utilizado para:
– Interiorizar sensaciones corporales, con el fin de captar un mensaje de nuestro cuerpo.
– Clarificar impresiones de otra persona a través de la fantasía.
– Retratar un estado de ánimo, de modo de comprender mejor el mensaje que involucra.
– Proyectar nuestros valores y tendencias, de modo de visualizar mejor nuestras inclinaciones naturales.

Descubrir y utilizar esta capacidad es quizás la terapia efectiva más breve que podamos hacer por nosotros mismos.

Wilson Van Dusen

Extractado por Rodrigo Beltrán de
La Profundidad Natural en el Hombre.- Editorial Cuatro Vientos.