El camino espiritual está siempre plagado de trampas por todas partes. No existe hoy en día trampa más peligrosa para la doctrina y el ejercicio de la espiritualidad, en particular en sus formas mística y estética. que cierto neo-cientismo multiforme, donde se habla equivocadamente de gnosis y de metafísica sin conocimiento de causa.
La parapsicología, cuyo objeto se aparta de la ciencia (por la sencilla razón de que no es un objeto) y cuyo método es reductible (por la sencilla razón de que se considera científica) proporciona al neo-cientismo un campo propicio excelente,
Hay un solo medio para detenerlo, una sola manera en particular para determinar el buen uso de la parapsicología : filosofar. Reivindicar los derechos de la reflexión, rehabilitando las ideas y practicando en consecuencia. Atreverse, por ejemplo, a definir sobre la base de una experiencia mejor fundamentada que aquella de los fenómenos, y, por consiguiente, a priori respecto de la ciencia, los límites de la competencia científica. Límites que no se extienden más allá de lo fenoménico ni pueden dar lugar a opiniones que vayan más allá de aquél y de sus disciplinas análogas.
La parapsicología es llamada a exponer sus fenómenos y a revelarse en una perspectiva auténticamente filosófica, lo que implicaría una revolución. Por otra parte, lo que el cientismo, aunque sea un neo-cientismo, jamás podría admitir es que las consciencias son permeables las unas a las otras y que el mundo es permeable a la consciencia, siendo esta comunicación universal una fuente generadora de valores.
La hipótesis fundamental a propósito de la telepatía sería la naturaleza compartida de nuestro psiquismo y del cosmos, como si dijéramos una con-naturaleza. Una participación mística, en el sentido de Levy- Bruhl para comenzar y – puede ser – en el sentido que habla San Juan de la Cruz, para terminar. Lo que significa una relación estructural entre el hombre y el universo. El microcosmos copia un macrocosmos.
La tradición es unánime, desde los pitagóricos hasta Leibnitz, y declara que: cada hombre rehace a su manera el universo. En Blondel se encuentra la misma idea. En particular en los primeros capítulos de El Pensamiento, donde él evoca el pensamiento cósmico.