NOSTRA AETATE
1.- En nuestra época, en que el género humano se une cada vez más estrechamente y aumentan los vínculos entre los diversos pueblos, la Iglesia considera con mayor atención en qué consiste su relación con respecto a las religiones no cristianas. En su oficio de favorecer la unidad y la caridad entre los hombres, y más aún entre los pueblos, considera aquí, ante todo, aquello que es común a los hombres y que conduce a la mutua solidaridad.
Todos los pueblos forman una comunidad, tienen un mismo origen, puesto que Dios hizo habitar a todo el género humano sobre la faz de la tierra , y tienen también un fin último, que es Dios, cuya Providencia, manifestación de bondad y designios de salvación se extienden a todos, hasta que se unan los elegidos en la ciudad santa, que será iluminada por el resplandor de Dios y en la que los pueblos caminarán bajo su luz.
Los hombres esperan de las diversas religiones la respuesta a los enigmas recónditos de la condición humana, que hoy, como ayer, conmueven profundamente su corazón. Qué es el hombre? Cual es el sentido y qué fin tiene nuestra vida? Qué es el bien y el pecado? Cual es el origen y el fin del dolor? Cuál es el camino para conseguir la verdadera felicidad? Qué es la muerte, el juicio y cuál la retribución después de la muerte? Cuál es finalmente, aquel último e inefable misterio que envuelve nuestra existencia, del cual procedemos y hacia el cual nos dirigimos?
2.- Ya desde la antigüedad y hasta nuestros días se encuentra en los diversos pueblos una cierta percepción de aquella fuerza misteriosa que se halla presente en la marcha de las cosas y en los acontecimientos de la vida humana, más aún a veces el reconocimiento de la Suma Divinidad e incluso del Padre. Esta percepción y reconocimiento penetra toda su vida con un íntimo sentido religioso. Las Religiones, pues, al tomar contacto con el progreso de la cultura se esfuerzan por responder a dichos problemas con nociones más precisas y con un lenguaje más elaborado. Así, en el Hinduísmo, los hombres investigan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición, ya sea mediante las modalidades de la vida ascética, ya sea a través de profunda meditación, ya sea buscando refugio en Dios con amor y confianza. En el Budismo, según sus varias formas, se reconoce la insuficiencia radical de este mundo mudable se enseña el camino por el que los hombres, con un espíritu devoto y confiado, puedan adquirir ya sea el estado de perfecta liberación, ya sea la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos apoyados en un auxilio superior. Así también las demás religiones que se encuentran en el mundo se esfuerzan por responder de varias maneras a la inquietud del corazón humano proponiendo caminos, es decir, doctrinas, normas de vida y ritos sagrados.