La Nueva Era es lo que aparece al vivir la vida de manera creativa, enriquecedora y compasiva. Aparece cuando honramos a cada persona, animal, planta u objeto, como si fuese único, y también como si fuese parte de nosotros, y lo consideramos merecedor de toda la dignidad y respeto que reclamamos para nosotros mismos.
Más que un acontecimiento futuro, la Nueva Era es la expresión de un espíritu transformador y creativo. Podemos descubrirla en la vida de cada día. La encontramos, por ejemplo, en la forma en que llevamos nuestro matrimonio, en la manera cuidadosa de cumplir con las responsabilidades que tenemos como padres; cuando hacemos bien nuestro trabajo y procuramos perfeccionar todo lo que sale de nuestras manos. La encontramos al interrogarnos sobre nuestros defectos y la manera de superarlos, y cuando tomamos consciencia de nuestros limites. Está en el esfuerzo diario y compartido que hacemos para vivir con integridad, para crecer con ánimo y para participar en una vida que permita expresar y realizar nuestros sueños y capacidades. La Nueva Era es como una dimensión más añadida a las tres dimensiones de nuestra vida diaria. Nos aporta entusiasmo y creatividad ante la presencia de lo inesperado en nuestra existencia. Es el poder interior que nos ayuda a visualizar y sacar a la superficie algo nuevo que busca su oportunidad de maduración.
La mayoría de la gente considera el concepto de Nueva Era como un acontecimiento histórico venidero que pondrá fin – o transformará – la época actual. De esa forma, se convierte en un evento definido por las expectativas inapropiadas de esas personas. Quienes ven de ese modo la Nueva Era viven en una estimulación mal entendida que les produce tensiones y que los hará desembocar en espejismos. Lo que es peor aún, es que esos espejismos los pueden dividir más todavía entre el mundo tal como es y el mundo como les gustaría que fuera. Concebir así la Nueva Era limita la posibilidad de estas personas para percibirla como una actitud creativa con que afrontar lo cotidiano.