La experiencia no es más que otro nombre para el término consciencia. Cuando yo digo que experimento mi cuerpo, estoy queriendo decir que soy consciente de mi cuerpo. Y del mismo modo que uno puede ser consciente de su cuerpo, también puede ser consciente de su mente, es decir, puede percatarse de los pensamientos, imágenes e ideas que ahora mismo desfilan ante el ojo interior de su mente. Dicho con otras palabras, uno puede experimentar su mente, ser consciente de su mente. Es muy importante poder experimentar la mente de un modo directo, claro e intenso, porque sólo entonces puede liberarse de sus limitaciones y empezar a trascenderla. Cuando tal cosa empieza a ocurrir habitualmente durante la meditación o contemplación – uno puede tener experiencias todavía más elevadas, experiencias espirituales, experiencias místicas ( satori, kensho, samadhi, unión mística) o, dicho de otro modo, uno puede ser consciente del Espíritu, experimentar el Espíritu de un modo no dual.

De manera que uno puede experimentar el cuerpo, la mente y el Espíritu. Y todo eso es experiencia. Tal vez ahora nos demos cuenta que reducir la experiencia exclusivamente al cuerpo, a las sensaciones corporales, los sentimientos, las emociones, los impulsos, etc., constituye un grave error. Este es un reduccionismo muy desafortunado que no hace más que negar las realidades experienciales superiores de la mente y del Espíritu, negar y reducir el intelecto, buddhi, la visión mental superior, la imaginería y el mundo de los sueños, la discriminación racional superior, el perspectivismo, la profundidad moral, la consciencia sin forma y los estados contemplativos más elevados.

El cuerpo es básicamente narcisista y egocéntrico. Las sensaciones corporales no van más allá del cuerpo, las sensaciones corporales no pueden asumir el papel de lo demás una capacidad, por cierto, mental y, en consecuencia, la consciencia sensorial no puede entrar en el discurso del respeto, la compasión, la ética y la espiritualidad yo-tú, porque todo ello exige una consciencia cognitiva, mental e intelectual. Dicho en dos palabras, en la medida en que uno permanece en el cuerpo y es anti-intelectual, resulta imposible salir de la órbita del narcisismo.