1. Qué relevancia tiene la ciencia para la infancia?

Quienes perciben a la ciencia como una verdad infusa que debe ser transmitida obsecuentemente y como un cuerpo de conocimiento cada vez más complejo, tienden a creer que es algo demasiado grande, complejo y avanzado para un infante. Sólo más tarde, en la escuela secundaria o enseñanza media podría el niño acceder paulatinamente a ella, cuando aprenda a recitar la ley de gravitación universal o las leyes de Ohm. Por supuesto, lo más importante será que aprenda diligentemente nombres y clasificaciones.

Quienes, por el contrario, experimentan a la ciencia como una actividad humana, con características bien definidas, reconocen que algunas de ellas, entre las más esenciales, son en verdad muy relevantes para el infante. Por ejemplo:

Una característica permanente: El empleo del método científico. Observar, hacer hipótesis y verificarlas o descartarlas experimentalmente.

Una característica en desarrollo: El pensamiento sistémico. Reconocer que el todo es más que la suma de sus partes y actuar sistémicamente al enfrentar situaciones problemáticas.

De hecho, lo que es más significativo para la infancia no son tanto los contenidos de la ciencia, sino sus actitudes cognitivas. Claramente, el método científico corresponde a una actitud cognitiva, que se puede manifestar en un contexto muy cotidiano, al enfrentarse a una situación problemática concreta. Lo mismo vale para el pensamiento sistémico. Desde la temprana infancia tiene el niño la posibilidad de ir desarrollando una inteligencia sistémica, que se manifestará en su manera de abordar las situaciones y preguntas que plantea su entorno inmediato. Esta inteligencia sistémica incide también en la interacción del infante con sus pares, al emprender exploraciones cooperativas de su entorno y al intercambiar y discutir la experiencia y las conclusiones de cada uno.

El gran desafío para los educadores de la infancia es lograr hacer cuerpo esas actitudes cognitivas en la experiencia inmediata y el medio ambiente de los infantes. O mejor dicho, proveer condiciones favorables para que puedan emerger estas actitudes cognitivas en los infantes.