por Fernanda Andrade | Educación
1. Qué relevancia tiene la ciencia para la infancia?
Quienes perciben a la ciencia como una verdad infusa que debe ser transmitida obsecuentemente y como un cuerpo de conocimiento cada vez más complejo, tienden a creer que es algo demasiado grande, complejo y avanzado para un infante. Sólo más tarde, en la escuela secundaria o enseñanza media podría el niño acceder paulatinamente a ella, cuando aprenda a recitar la ley de gravitación universal o las leyes de Ohm. Por supuesto, lo más importante será que aprenda diligentemente nombres y clasificaciones.
Quienes, por el contrario, experimentan a la ciencia como una actividad humana, con características bien definidas, reconocen que algunas de ellas, entre las más esenciales, son en verdad muy relevantes para el infante. Por ejemplo:
Una característica permanente: El empleo del método científico. Observar, hacer hipótesis y verificarlas o descartarlas experimentalmente.
Una característica en desarrollo: El pensamiento sistémico. Reconocer que el todo es más que la suma de sus partes y actuar sistémicamente al enfrentar situaciones problemáticas.
De hecho, lo que es más significativo para la infancia no son tanto los contenidos de la ciencia, sino sus actitudes cognitivas. Claramente, el método científico corresponde a una actitud cognitiva, que se puede manifestar en un contexto muy cotidiano, al enfrentarse a una situación problemática concreta. Lo mismo vale para el pensamiento sistémico. Desde la temprana infancia tiene el niño la posibilidad de ir desarrollando una inteligencia sistémica, que se manifestará en su manera de abordar las situaciones y preguntas que plantea su entorno inmediato. Esta inteligencia sistémica incide también en la interacción del infante con sus pares, al emprender exploraciones cooperativas de su entorno y al intercambiar y discutir la experiencia y las conclusiones de cada uno.
El gran desafío para los educadores de la infancia es lograr hacer cuerpo esas actitudes cognitivas en la experiencia inmediata y el medio ambiente de los infantes. O mejor dicho, proveer condiciones favorables para que puedan emerger estas actitudes cognitivas en los infantes.
por Fernanda Andrade | Educación
Hasta el presente, la educación se ha ocupado de sintetizar la historia pasada, las conquistas logradas en todos los campos del pensamiento humano, el conocimiento obtenido hasta ahora por la humanidad, aquellas formas de la ciencia desarrolladas en el pasado. En principio, es retrospectiva, mira poco hacia el futuro. Quisiera recordarles que estoy generalizando, y que existen variadas y notables excepciones a esta actitud.
Ella se ha preocupado principalmente de medir la capacidad del niño de acuerdo a sus reacciones, al conocimiento adquirido a través de la educación, y a los datos recogidos y recopilados, impartidos ordenadamente, y extractados y organizados de modo tal que ha permitido al niño competir con el conocimiento que otros poseían.
La educación ha consistido en gran parte en el entrenamiento de la memoria. Actualmente se reconoce que esta actitud debe terminar. El niño ha tenido que asimilar hechos que la raza cree que son verdaderos, comprobados y adecuados al pasado. Pero cada época tiene una norma distinta para dictaminar lo que es apropiado. Está quedando claro que la educación es algo más que el entrenamiento de la memoria y la acumulación de informaciones respecto al pasado y a sus conquistas. Esto no quiere decir que el pasado no tenga que ser estudiado y comprendido, puesto que de él debe surgir, florecer y fructificar lo nuevo.
La educación debe abarcar algo más que la investigación de un tema y la formulación de las conclusiones consiguientes, para llegar a una hipótesis que conduzca a nuevas investigaciones y conclusiones. Es algo más que un sincero esfuerzo que prepara a un niño para llegar a ser un buen ciudadano, un padre inteligente, un individuo que se sustente a sí mismo y que no sea una carga para el Estado,
Primero y sobre todo debe proporcionar al niño un clima en el que puedan surgir y florecer ciertas cualidades:
1.- Un ambiente de amor en el que el temor desaparezca y donde el niño se dé cuenta que su timidez, reserva y cautela no tienen razón de ser; un clima en el que reciba un trato cortés de parte de los demás, esperándose de él un igual trato. Esto en verdad es raro de encontrar en las escuelas o en el hogar. Esta atmósfera de amor no es algo emocional o sentimental, sino que se basa en la comprensión de las potencialidades del niño como individuo, en el sentido de una verdadera responsabilidad, una libertad de prejuicios y de antagonismos raciales y, por sobre todo, en una ternura despertada por la compasión. Esta se funda en el conocimiento de las dificultades de la vida, en una sensibilidad hacia la respuesta afectuosa y normal del niño, y en la inteligencia de que el amor siempre extrae lo mejor que hay en el niño y en el hombre.
por Fernanda Andrade | Educación
El proceso evolutivo que transcurre entre los polos niño-adulto interviene en todos los aspectos del ser humano y se concreta en la conformación de la personalidad. Este proceso de maduración no está totalmente determinado por el crecimiento cronológico. No se puede precisar dentro de ese marco, pero sí se pueden tipificar las conductas que aparecen progresivamente durante su desarrollo. A continuación, intento establecer las conductas y acciones que se manifiestan a lo largo de este período.
1.- Relación con el medio:
El desarrollo psicológico se inicia cuando el niño logra relacionarse con el medio. Esto lo lleva a tener una experiencia individual y a significar un repertorio de acciones. El aprendizaje de estas primitivas conductas va posibilitando el conocimiento de sí mismo desde una perspectiva muy general y constituye la primera noción del proceso de individuación de la consciencia. Por ejemplo: se tiende a repetir las conductas que producen placer y a evitar las que tengan alguna relación con el dolor. A través de esta repetición de acciones se adquieren los “modelos emotivos básicos”.
La actividad descrita, centrada únicamente en la esfera emotiva interna, genera la familiaridad con los sentidos y con la posibilidad de actuar hacia el exterior. Esto último aún se mantiene dentro de la perspectiva emotiva porque todavía no está claramente diferenciado el yo del entorno. Por esta razón, se siente y observa un objeto como si la existencia de éste dependiera de la percepción. Si la atención del niño se centra en un objeto y lo observa detenidamente, al cubrirlo con un paño, su reacción inmediata es la de desesperarse y llorar. Su respuesta es eminentemente emotiva. Para él, no ver el objeto significa que éste ha dejado de existir.
El siguiente paso consiste en una acción de respuesta al hecho que incomoda. En el ejemplo anterior, el niño intentará buscar detrás de aquello que encubre al objeto deseado. Esto significa que ha entrado en su consciencia un segundo objeto que desempeña una función. Es posible que cada vez que enfrente al segundo objeto, intente buscar algo por debajo de él. Aunque fracase en su búsqueda, no pensará que el primer objeto está en otro lugar, sino que seguirá pensando que ha desaparecido. Es una búsqueda irracional que sólo distingue la función de un objeto y no la posición objetiva de lo deseado.
por Fernanda Andrade | Educación
El aprendizaje se ha convertido en un concepto muy diferente de cómo era antes. Estamos aprendiendo cada vez más sobre el proceso mismo del aprendizaje. Ha sido demostrado que la inteligencia ya no es la entidad fija e inalterable que siempre se creyó. Los diferentes métodos de enseñanza han demostrado la importancia que tiene el estado de relajación en el aprendizaje y cómo él permite una mayor fluidez en su proceso.
Nadie nos obliga a pensar por nuestra propia cuenta o a desarrollar nuestras propias ideas. En asuntos importantes resulta más seguro aceptar ideas ya elaboradas por los demás, porque eso nos ahorra el esfuerzo de pensar por nosotros mismos. Desafortunadamente, la educación no nos ayuda mucho al respecto. La mayor parte de la materia que estudiamos en el colegio dependía de su acumulación en la memoria; nadie nos enseñó acerca del modo de pensar. Tal vez se suponía que era tan simple como respirar o caminar. 0 – a la inversa – se consideraba algo tan complicado que había que dejarlo en manos de los filósofos, quienes se han entretenido durante siglos en este tema.
Tanto la investigación como la experiencia sugieren que el aprendizaje y la enseñanza no son procesos separados sino las dos caras de una misma moneda. Nunca asimilamos mejor un conocimiento que cuando – después de aprenderlo – tenemos que enseñárselo a otros. El esfuerzo de traspasar el conocimiento almacenado en nuestro cerebro a otras personas de modo que lo entiendan, nos obliga a clarificar nuestras ideas sobre el asunto. Además, las preguntas que los otros nos hagan sobre materias que les han parecido poco comprensibles, nos empuja a buscar respuestas a interrogantes que nosotros mismos nunca nos habíamos planteado.
El Coeficiente Intelectual:
Durante mucho tiempo se ha intentado medir la inteligencia gracias al Coeficiente Intelectual. Este resulta confiable como una vara de medición y comparación cuando se aplica a grupos homogéneos que comparten las mismas experiencias y entorno social. Las diferencias entre razas, generaciones y trasfondo cultural influyen en él, tanto como las motivaciones, la escala de valores, los incentivos y las características individuales.
por Fernanda Andrade | Educación
0.- Introducción:
Los procesos de enseñanza y aprendizaje son hoy en día objeto de un interés cada vez mayor en nuestra sociedad. Más aún, durante las últimas décadas, se ha generado un fructífero acercamiento entre educadores, expertos en ciencias cognitivas y especialistas de diversas disciplinas científicas, que ha permitido lograr avances significativos en la comprensión de estos procesos.
Se ha puesto así en relieve, en particular, la importancia del llamado aprendizaje con comprensión (learning with understanding), en la terminología de [NRC]). Este término alude a un tipo de aprendizaje, cuyos contenidos, conceptos o métodos, puedan ser evocados y aplicados por el aprendiz, ulteriormente, en otras circunstancias o contextos, distintos de aquellos que constituyeron el escenario del aprendizaje. Los contenidos aprendidos sin comprensión permanecen, por el contrario, como letra muerta, inutilizables e inaccesibles para el sujeto que deba enfrentarse a situaciones problemáticas nuevas. Los educadores reconocen entonces que los métodos clásicos de enseñanza han favorecido durante largo tiempo un tipo de aprendizaje que casi no merece su nombre, en que el aprendiz sólo es capaz de recitar ciertos contenidos cuando lo interrogan de manera adecuada, y se preguntan ahora: cómo lograr un aprendizaje con comprensión?
De esta manera, hoy en día, aprender no es ya sólo recibir y repetir información, como hace un siglo, sino que desarrollar la capacidad de encontrarla y usarla eficazmente (loc. cit.).
Desde hace algunos años han aparecido así múltiples informes y estudios, avalados por eruditos comités, que aportan evidencia experimental e interdisciplinaria en apoyo a lo que era intuitivamente percibido por casi cualquier practicante de una ciencia o arte que se hubiera comprometido alguna vez en el proceso educativo. Uno de los pioneros en esta dirección fue el célebre informe, intitulado Una nación en Riesgo, publicado en 1983 en Estados Unidos, que comienza en un beligerante tono, diciendo: Si una nación extranjera impusiera a nuestros niños la educación que nosotros les estamos entregando, tomaríamos este acto como una declaración de guerra. Desde entonces, en ese país, y luego, en varios otros, la educación pasó a ser un problema nacional. En Chile, se realizó un exhaustivo y demoledor análisis, que se concentró en los textos de estudio disponibles en Enseñanza Básica y Media, recién en 1997 [E-F].
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Los otros juegan un papel importante en la construcción de nuestra personalidad. Pero no todos, sólo los que tienen importancia a nuestros ojos, es decir, aquellos a quienes nosotros les damos el derecho de influenciarnos. Ellos pueden ser individuos o grupos, y pueden ayudarnos a ser nosotros mismos o impedirlo.
Los que nos ayudan son aquellos que nos aman, nos aceptan como somos, muestran interés por lo que somos y por lo que podemos llegar a ser. Son personas sólidas, no están llenas de miedos, no se asustan por lo que vivimos o por lo que les contamos, conducen su propia vida con seguridad, son veraces, no buscan complacer, nos dicen lo que piensan de nosotros,
Otros nos perjudican (o nos han perjudicado) ya sea por actitudes opuestas a las que acabamos de enumerar, o por hacernos vivir cuando niños en un ambiente de ideas falsas sobre el ser humano y su crecimiento. La misma persona puede ayudarnos en ciertos aspectos y no ayudarnos o, incluso, perjudicarnos en otros.
La descripción que acabamos de hacer vale para el niño, pero también para algunos adultos que buscan caminar hacia la autonomía. Concierne también a los que están en situación de aprendizaje respecto a un maestro, ya sea como alumnos, aprendices o discípulos.
Para poder ser autónomos hay que liberarse de la dependencia. Esta puede ser de dos tipos: la dependencia de aprendizaje y la dependencia alienante. La primera es una etapa necesaria y a la vez transitoria. La segunda perjudica el crecimiento interior de quien la sufre.
En relación a la dependencia de aprendizaje, hay que considerar que el niño nace desprovisto. Es rico en potencialidades, pero para vivirlas es necesario que aprenda. En esta fase de su vida depende de sus padres y educadores. Si el educador sabe desarrollar las potencialidades del niño y le hace experimentar la confianza en sí mismo, lo introduce por los caminos de la autonomía y la libertad. Si no actúa así, si mantiene su dominio sobre él, si busca seguir siendo su centro de referencia, incluso creyendo obrar bien, ahoga su ser.
Llega un momento en que el ser humano siente nacer en sí la capacidad de decidir por él mismo y de tener autonomía, al menos parcialmente. Permanecer dependiente, cuando puede valerse por sí mismo, es lo que se llama alienación. Se está viviendo una vida ajena y no la propia. La responsabilidad de esta situación puede ser de los educadores que quieren mantener su influencia, o del interesado, que no se atreve a independizarse por inseguridad, o por temor de causar pena a quienes debe mucho.
Si hay oportunidad para la autonomía, comienza una fase nueva durante la cual el centro de decisión será la persona misma y no las órdenes, consejos, sugerencias o expectativas de los otros.
Esta toma de distancia puede hacerse sin violencia si el interesado se siente sólido y seguro de sí mismo y si sus padres o educadores están de acuerdo en dejarlo en libertad de crecer como adulto. Hay veces que esta situación desencadena cierta violencia, oposición, agresividad o rechazo cuando el interesado está dividido entre el deseo de ser él mismo y el de no cortar el cordón umbilical. También puede ocurrir que los otros quieran seguir manteniendo su dominio sobre él, ya sea por nutrir su sentido de propia importancia o por temor de lo que le pueda ocurrir si decide por sí mismo. Esto último sucede cuando existe un malentendido exceso de protección.
Esta fase es característica de la adolescencia; pero no quiere decir que en la edad adulta no se pueda vivir fases de adolescencia psicológica; es lo que llamamos inmadurez emocional.
La autonomía se caracteriza por el hecho de que la persona se siente libre respecto a quienes eran tan importantes para ella, Habiendo llegado a ser suficientemente sólido y seguro de sí mismo, el interesado puede volver hacia esas personas importantes, escuchar sus opiniones y consejos, sacar provecho de ellos sin alienarse a sus juicios y decidir lo que le parezca bueno a sus propios ojos. Las tiene en cuenta, pero no actúa en función de ellas. Se experimenta la capacidad de estar cerca de esas personas, en buena armonía con ellas, pero permaneciendo libre.
André Rochais
Traducido y extractado por Carmen Bustos de
Apuntes Curso PRH.
86 Poitiers
France.