Quienes nos mostraran el arte mañana?

Quienes nos mostraran el arte mañana?

Qué visiones del mundo traerá consigo el arte del mañana? Es evidente que algunos aspectos del paisaje del futuro serán completamente nuevos y originales. Según Whitehead, el rasgo distintivo del universo es el avance creativo hacia la novedad. Pero también sabemos, por el amplio cuerpo de las investigaciones psicológicas y sociológicas de que disponemos, que la naturaleza no parte de la nada sino que reelabora lo que tiene a mano y le añade el toque final de la novedad y que ciertos rasgos principales de la docena aproximada de visiones del mundo más importantes que anteriormente hemos resumido, son potencialidades de las que ya dispone el organismo humano.

Ya hemos señalado algunas de las visiones del mundo que han ido sucediéndose a lo largo de la historia en la medida en que iban agotándose: la arcaica, la mágica, la mítica, la mental racional (moderna) y la aperspectivista-existencial (postmoderna). Es evidente también que la visión postmoderna seguirá ejerciendo su influencia durante varias décadas en el camino que la lleva a su lugar de reposo. Por el momento, sin embargo, el grisú de la postmodernidad está acabando con la obra de arte. A diferencia de lo que ocurre con la mentalidad colectiva, el mundo del arte está buscando la puerta que le permita salir del cul de sac en que lo ha metido la visión postmoderna. De qué otros horizontes disponemos hoy en día?

De momento, ya hemos señalado tres visiones que los fenomenólogos de las visiones del mundo (es decir, las personas que se ocupan de la investigación y descripción de las visiones del mundo disponibles) califican de transnacionales o transpersonales (por contraste con las anteriores visiones del mundo, algunas de las cuales como la arcaica, mágica y mítica – son prerracionales o prepersonales): la sutil, la causal y la no dual. De este modo, el ser humano dispone de un amplio espectro de visiones del mundo que van desde lo prerracional a lo racional y, desde ahí, a lo transracional; desde lo subconsciente a lo autoconsciente y, desde ahí, a lo supraconsciente. Suponiendo que haya concluido el retroceso de la autoreflexividad, sólo se abren ante nosotros dos posibles caminos, hacia atrás (en dirección a la subconsciencia y de vuelta a la infrarracional) o hacia delante (en dirección a lo suprarracional).

El Haikú

El Haikú


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El haikú es una forma poética cuyos orígenes se remontan al Japón ancestral, siendo sus cultores conocidos como haijin. En sus inicios derivó de otra forma literaria, el haikai, de contenido humorístico, que solía disponerse en una serie sucesiva de poemas cuya primera estrofa era el hokku. Finalmente, la forma del haikai se ramificó en dos tendencias separadas, manteniéndose los cultores del haikai original, y una segunda forma – el haikú – que independizó la primera estrofa, convirtiéndola en una sola expresión sintética y acabada de una imagen, que bien podía ser del entorno natural, del paisaje anímico o del social.En su forma tradicional, el haikú consta de tres versos en 17 sílabas, las que tienen una composición asimétrica y sin rima que lo impregna de una sensación de libertad y sugerencia. El estilo, independientemente del tema que trate, es siempre sencillo y natural, minimalista, buscando la máxima expresión con el mínimo de recursos, inspirado como está en la estética del budismo zen. Por tanto, el haikú está muy marcado por la observación de la naturaleza y su cambio constante, tanto a través del día como del transcurrir de las estaciones del año. A menudo dentro del poema se encuentra una palabra clave o kigo que indica la estación del año a que alude. La liviandad, la sutileza, y una cierta sensación de incompletitud que nos refiere a lo inmenso, a lo vacío, infinito o a lo eterno, están casi siempre presentes en los poemas. Al menos dejan abierta la puerta a una escala mayor de pertenencia, a lo que ahora-no-es-o-no-está, por contraposición al instante fijado en los versos.

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Matsuo Bashô (1644 -1694): El más grande haijin

Bashô es conocido como el mayor cultor del haikú tradicional. Educado como samurai y al servicio de una familia poderosa en su infancia, en 1661 conoció al maestro zen Bucho, quien lo instruyó en la filosofía zen. La comprensión del zen llevó a Bashô a buscar una forma literaria que no expresara sólo belleza, ni que fuera retórica o simplemente descriptiva, encontrando que el haikú servía exactamente para expresar la verdadera realidad, la del momento presente.