De acuerdo con el pasado, este es un sendero de desprendimiento, de vida ascética, de profunda contemplación u oración; pero ante todo y sobre todas las cosas es un sendero de amor. Tenemos que ver en qué forma estos principios fueron llevados a la práctica por los que aseguran haber tenido dichas experiencias, y podremos comprenderlos y aceptarlos.
Es muy conocido el refrán que dice muchos caminos conducen al centro, y si agrego que esos caminos son directos, sería simplemente una derivación del simbolismo, que actúa desde la circunferencia hacia el centro.
Una de las lecciones prácticas que nos dan la vida y el simbolismo consiste en que no debemos decir que sólo hay un solo camino. Esto debe ser así porque en cierto sentido es verdad. Siempre existe cierta especie de dedicación, una vida santificada, un esfuerzo de la voluntad, una actuación fervorosa, un amor transmutador. De aquí que si todo esto es el sendero como verdadera y seguramente lo es entonces podemos afirmar que el sendero es sólo uno, y que todos los que lo han hollado han adquirido verdadero conocimiento. Pero si se afirma que la vía dolorosa de la vida ascética es el sendero que todos debemos seguir, sostengo que quien lo afirma yerra; mientras que si otros sostienen, por error o entusiasmo, que él está lejos de ser el único, también yerran al condenar un método que ha hecho progresar a muchas personas a través de las épocas y las naciones.
Pasando a un aspecto diferente en el reino de las imágenes, no es correcto hablar en sentido estricto sobre el verdadero sendero, diciendo que es el de la crucifixión, aunque en ello hay un simbolismo viviente, porque el progreso del místico puede ser descrito con gran variedad de emblemas. A pesar de los testimonios gloriosos, nos atrevemos a decir que tal forma de describirlo no es la mejor, porque se presta a una mala interpretación. Es como si dijéramos que el sufrimiento fuera la esencia del progreso, cuando a veces es sólo un accidente. La verdad es que la vida es individual, y que a cada uno se le dará el sendero que merece.
En el catolicismo será uno el sendero, pero en lo particular sus variaciones pueden ser infinitas. El que es lisiado y camina, lo hace distinto de aquel que no lo es o que va a caballo, aunque los tres puedan tomar el mismo camino. Cada hombre admitirá, si está bien orientado, que el sufrimiento se resuelve en gloria, y que la voluntad a cierta altura no conoce la cruz. No obstante, si nos apegamos al simbolismo y hablamos del camino de la cruz, necesariamente llega el momento de la crucifixión y allí comienza el camino. Hay otra fase que es el descendimiento de la cruz y donde la crucifixión termina. Finalmente, si aquello que muere en nosotros al término de la vida crucificada no nos pertenece, hay que comprender que vivir indebidamente en la pasión o en la cruz, es atribuirle demasiada importancia a lo que no nos pertenece, pero que está en nosotros, como si fuera nuestro y muere al liberarnos. Por lo tanto, aplicamos mal nuestra compasión con respecto a los dolores y penas. También es verdad que no existe más cruz que la de la purificación y que la muerte es la depuración final. Algunos se dan cuenta que la cruz la crean ellos mismos, y entonces dejan de cargarla.
Respecto a su naturaleza esencial, el sentido correcto del sendero indica que este es un camino interno. Como tal, es un camino en la consciencia, aceptando la palabra sendero como un proceso que nos conduce a una experiencia. Ella es universal para todas las épocas y pueblos; no está encerrada dentro de los límites de una fe o de un grupo de elegidos. Los desarrollos difieren, pero la naturaleza esencial es la misma en todas partes, aunque no ha llevado a todos a las mismas conclusiones. El campo de la consciencia no se halla limitado en sus experiencias, sino que permanece tal cual es. Ningún hombre se sale de su consciencia en las experiencias místicas, como ninguno vuelve a ella. Es el yo adquiriendo conocimiento de Dios. Cuando la consciencia se pierde por algún accidente físico, se debe a que el cerebro ha sido dañado. La facultad de la consciencia es diferente que el vehículo a través del cual actúa para relacionarse con el mundo externo.
Consideremos en primer lugar el consejo principal que se nos da en el sendero. La preparación del alma para llegar al misticismo se efectúa a través del amor. Respecto al empleo de esta palabra no hay calificativo ni simbolismo, aunque mucho puede decirse sobre el verdadero significado en las elevadas regiones del pensamiento. El Sendero de la Sabiduría Eterna es el de las emociones. Aunque he dicho en otra parte que el verdadero amor no tiene cuerpo de deseos, sin embargo, hay deseo del mismo en el alma. Más allá del sendero existe un estado de paz, un estado de fuego viviente en rescoldo, como si fuera fuego centralizado. Una de las recompensas menores es un estado que se llama un nuevo sabor y dulzura en todas las criaturas, y la manifestación de Dios en todo. Entonces se convierte en un amor nuevo declarado en el cielo y en la tierra. Esto nos hace comprender que el proceso es de lento desarrollo, y que así como el amor en su expresión externa no procede a saltos, así también el amor divino es progresivo.
Se puede definir la meta del místico como la unión que se alcanza por medio del amor. He hablado de muchos senderos, pero todos comienzan en el amor o han de conducir a él. En las tinieblas místicas de Dionisios, es por medio del amor que nos unimos a Dios.
Otras condiciones para esa adquisición, respecto de la cual no hay privilegio posible, se hallan resumidas en la palabra santidad, siendo ésta la corona de aquella. Debemos comprender que la santidad no es cuestión de una hora, de un día, de una novena, como si estuviéramos preparándonos para una fiesta. Es una palabra que representa la vida, con lo que quiero significar que es la dedicación de toda la vida. Así como existen grados, hay también diferencias en sus cualidades. Tenemos, pues, que establecer un canon de crítica a este respecto. El sendero de realización mística se denomina universalmente sendero de contemplación pero es necesario comprenderlo en cierta forma particular.
Tenemos la tendencia, en nuestro lenguaje corriente, de emplear las palabras meditación y contemplación como si fueran sinónimos aplicados a un mismo trabajo mental. Esto es distinto en la vida espiritual. La meditación se considera siempre como un estado inicial. Razona, reflexiona y compara y, como tal, es puramente intelectual. Hipotéticamente se puede alcanzar en forma racional el conocimiento intelectual de Dios practicando la meditación, por lo tanto es comparable a la teología común. La contemplación, en cambio, es una ascensión en el sendero interno que trasciende la razón. Por lo tanto, es comparable a la teología revelada, siendo la anterior la sombra de ella. La meditación es el agua, la contemplación, el vino. El motivo santificado del amor es necesario para la primera, pero la vida de contemplación es la vida del amor mismo. Se advertirá que el sentido general aplicado a la palabra, tiene poca o ninguna analogía con el significado particular. Desgraciadamente, no hay luz en los escritos de Dionisios respecto a su intención al usarla. Lo que él describe es simple y pura contemplación, condición a la que se entrega el aspirante internamente. Pero no da detalles, salvo que es un ejercicio progresivo, mientras que por la definición se deduce que la teología mística realiza la investigación experimental en un mundo fuera del pensamiento. Esto tiene sus límites, pues no puede haber comunicación con lo que no tiene restricciones. Además, la contemplación que tiene a Dios por objetivo, produce necesariamente una imagen que es una forma mental, y lo imaginamos a nuestra semejanza. Por otra parte, hay un postulado que expresa que en estados profundos de contemplación no debe haber forma. Es posible que la práctica, dentro de los límites aceptables, pueda conducir a un punto dado, como si fuera un portal, pero más allá la experiencia es demasiado profunda para seguir adelante. Hay una suspensión de facultades en el proceso, un cierre de los caminos por los que transita la mente, de modo que la inteligencia se repliega en sí misma, tratando de actuar directamente y no como reflejo. No hay búsqueda de objetivos, porque de acuerdo con la antigua máxima: Dios se halla internamente y se revela a Sí Mismo.
El Misticismo Oriental:
Estas son ideas generales sobre la doctrina mística de Oriente, que contribuyen a presentar una diferencia bastante clara con respecto a la enseñanza de la teología occidental. Trataremos de considerar la naturaleza de las hipótesis, los anales y las experiencias de las escuelas orientales. La liberación, según los Vedas, consiste en librarse de las ataduras de la existencia y se alcanza en el sendero del conocimiento. Por existencia debemos entender el estado de separación de lo manifestado, no el hecho por el cual el alma o parte real del hombre cesa de ser o puede dejar de ser, la que al liberarse comprende que es Brahman. En un simple cambio de términos por los aplicados en el misticismo cristiano, como por ejemplo sustituir el de unión por el de identidad, quedaría invariable la condición final, tal como una transposición similar sería posible en el caso contrario. El fin es uno, lo que varía es la definición. La experiencia permanece tal cual es, y no es afectada por explicaciones o doctrinas en relación a ella. Se desprende, pues, que hay un camino oriental hacia Dios, y que con él se alcanza un fin.
La buenaventura de la salvación se logra realizando la unión con Dios, siendo el sendero la meditación continua realizada con todos los poderes del alma. En otros términos, cuando el alma se halla limpia de pecados, ella mora en Dios y Dios mora en ella. Después sigue una afirmación similar a las de Dionisios: no se percibe ninguna distinción entre ella y Dios u otros seres. Tal percepción sería imposible en un estado de meditación y dentro de un límite intelectual. Me parece que esta fecunda frase tiene la virtud salvadora de manifestar una Forma Divina de Ser e inteligentemente da lugar a otros interrogantes.
Añadiré solamente que así como Cristo es el Camino y la Vida para esa gran rama del misticismo que lleva su glorioso nombre, así también en el Oriente es a Él a quien muchos santos adeptos llaman Krishna Eterno, afirmando por experiencia que todos podemos darle cabida en nuestro corazón.
En el curso de mis investigaciones he hallado dos etapas de logros de acuerdo al testimonio oriental. Una es la adquisición directa del autoconocimiento por el espíritu o alma del hombre, previo al conocimiento de Dios. Tal distinción sería ilusoria si ella descansa en la doctrina de la identidad, porque en ese caso la experiencia del uno es la experiencia del otro. Hay una tesis ulterior que dice que al aquietamiento de los sentidos y sosiego de la mente suponiendo que es una mente razonadora sobreviene un estado o condición en el cual el espíritu se conoce a sí mismo y se sabe uno con Dios. Esto significa que la concentración sagrada tiene lugar en la Divina Presencia interna. Comienza con un acto del pensamiento y se convierte luego en un acto de la vida. Debemos recordar, sin embargo, el axioma católico de que si Dios está en nosotros, Él está en la consciencia; que lo que se llama sendero interno es una aventura de la consciencia, realizándose el misterio del Ser Divino en el aspecto autoconsciente. Aunque sujetos a la hipótesis de identidad, la misma noción está expresada en el método Oriental, siendo el autoconocimiento la realización de la unión.
Libres de dudas y con un sentido profundo del lenguaje, las raíces védicas parecen a veces ser reductibles a términos que armonizarían el Oriente con el Occidente. Hay mucho de verdad en la afirmación de que el ser contiene aquello que él concibe y la percepción de Dios aumenta en la proporción en que la idea de Dios nos absorbe hasta convertirse en una preocupación constante en nuestra vida. Lo Absoluto está en nuestra consciencia porque el Eterno existe allí. Somos capaces de concebirlo todo y tenemos el derecho de explorarlo todo para llegar a una mayor comprensión. Mientras imaginamos a Dios como algo externo y fuera de nosotros, aquellos que aún no han despertado no pueden comprender cómo realizar a Dios internamente. Además, el verdadero conocimiento de nuestro Yo es el de Dios. Si Él está dentro del Yo, esto no es identidad sino inmanencia, comprendida tan profunda y vitalmente que parece abrir un camino hacia la Trascendencia Divina, porque no hay entre ellos una línea divisora ni barreras. La Divina Trascendencia es Dios, mientras no lo hemos realizado en nosotros, la Divina Inmanencia es el único y mismo Dios en cuanto hemos despertado en Él. Se ha dicho en la enseñanza oriental que el acto de Dios transforma a su propia semejanza a la mente que lo recibe. Por lo tanto, llego a la conclusión de que ya sea en Oriente o en Occidente los comentarios de los grandes maestros respecto a las grandes realidades de la experiencia son expresadas en términos que dejan mucho librado a la comprensión individual, pero su verdadera interpretación y la armonía en la paz de la santa luz no faltarán si la comprensión está presente.
Por consiguiente, cabe preguntarse si en Oriente o en Occidente algún místico ha dado otro testimonio que el de cierta clase de experiencia, pero todos aseguran que debe haber una preparación para ese estado de abstracción de la vida externa e interna.
De acuerdo con los testimonios existentes dejando de lado puntos discutibles de la doctrina llego a la conclusión que la distinción entre Dios y el alma en el misticismo occidental tiene relación con lo que Dios ha señalado como la finalidad más elevada del ser individual; mientras que la unidad de Dios y el espíritu, de acuerdo al misticismo oriental, se refiere a la reunión final con Dios. Lo estrecha que pueda llegar a ser la unión en esta vida y en el mundo que llamamos eterno nadie puede expresarlo en palabras, aun cuando el lenguaje sagrado de la mente lógica esté unido con las intuiciones que debemos considerar como dones de Dios. Hay un mundo desconocido de experiencia más allá del mundo visible, reconocido pero no expuesto por la teología mística. Tenemos vislumbres de ello en la literatura; encontramos indicios en lo más profundo de nuestros corazones, cuando el sentido del Eterno Ahora se postula a sí mismo dentro de nosotros en un momento de quietud de los procesos mentales. Afirmar que la experiencia mística se alcanza en un estado de amor, que es el fruto del amor en una emoción experimentada en un grado superior, no hay razón para discutirlo. El amor se aquieta en el centro, dice Dionisios. Entonces se puede comparar con el plomo fundido cuando tiene una temperatura que no quema la mano.
Con respecto al Occidente, el camino es el nuestro y el de ellos, también el fin es uno. Pero siempre pensaré que la fórmula del camino según Cristo es la perfección en todo, y que este Maestro es verdaderamente nuestro. El Misticismo Oriental nos demuestra que hay más de una forma velada para realizarlo. Una cosa, no obstante, parece cierta: ni Oriente ni Occidente son de importancia para lograr realizar el sendero, si no llegamos a comprender el verdadero significado que tiene la palabra desapego, distinguiéndola de su significado convencional y ascético. El desapego es la cesación de todo aferramiento a las cosas externas, condición indispensable para alcanzar la meta, tanto según el misticismo occidental como el oriental.
A. E. Waite
Traducido y extractado por Farid Azael de The Life of the Mystic.- A. E. Waite
Lo que los místicos desean comunicar antes que todo, es el aspecto profundo y dinámico de su experiencia. No se trata en absoluto de una aproximación filosófica de difícil comprensión buscando aventajar a otras, gracias a una dialéctica más sutil, ni del descubrimiento de una entidad abstracta o concreta, sino de la Realidad misma que vibra, borbotea y se esparce, fuente de toda vida. En esto concuerdan aun los testimonios venidos de diferentes tradiciones. Eligiendo algunos ejemplos, demostraremos cómo hindúes, cristianos y musulmanes, ven al universo surgir de una sobreabundancia de vida, de luz y de amor.
Para los místicos hindúes, Shiva, inseparable de su energía, es poder y fecundidad infinitos. Él actúa eternamente. La Realidad se estremece de vida bajo la forma de un Acto vibrante; la energía es, en verdad, una fuente brotando siempre, siempre en acción; vibrando da a conocer lo diferenciado y es vibrando también que ella conduce al reposo en lo indiferenciado. La imagen de la Rueda de las Energías, representa al Todo como dinamismo puro. Al centro de la Rueda habita el Corazón divino, cuya pulsación se propaga en energías irradiantes, que perpetuamente se despliegan hasta los confines del universo, y luego vuelven a reabsorberse al Centro para ser ahí no suprimidos, sino de alguna manera transfigurados.
Comentando la respuesta de Dios a Moisés: ego sum qui sum, el Maestro Eckhart observa que esta repetición del verbo significa el acto divino interior que revela en el movimiento la quietud de la Esencia. Es, dice él, una especie de ebullición o de efervescencia del Ser calentándose interiormente, que se licua y hierve en sí mismo y hacia sí mismo como la luz que se compenetra totalmente. Es así como el Ser vuelve sobre sí mismo y se refleja sobre su propia totalidad.
La Vida es como una especie de surtidor en el cual algo fermenta y se derrama primero en sí mismo, esparciendo todo lo que ella es dentro de ella, antes de diversificarse y expandirse afuera … . Dios sólo es la Vida, pues ni fin exterior, ni causa, ni razón lo determinan, y vive en sí mismo, brotando espontáneamente sin dependencia, sin concepto y sin por qué.
Así la actividad divina es primero en ella misma bullitio, la Vida antes de la vida, después ebullitio, desbordamiento fuera de sí misma, escurrimiento desde el fondo divino que produce el universo.
Ruysbroek también habla de la actividad divina: La Unidad de las Personas es fecunda y engendra sin cesar la Sabiduría Eterna… Dios actúa sin cesar, pues Él es pura actividad según la fecundidad de su naturaleza; y si Él no actuara, Él no existiría, ni ninguna criatura en el cielo o sobre la tierra; por eso Él está siempre actuando y gozando sin cesar. Como esta Unidad vuelta hacia ella misma es puro goce, y vuelta hacia fuera, fecundidad, la fuente de la Unidad se derrama … . Fuente viva e insondable, dice Ruysbroek. Él compara también al Espíritu Santo con un mar agitado, del cual todo bien procede, permaneciendo, en tanto, reunido sin medida.
Efusión de Poder
Es de una sobreabundancia de la Esencia que surge el universo y, para todos nuestros místicos, la efusión consiste en un desbordamiento de poder, de luz, de beatitud o de amor.
Según Abhinavagupta, el Señor engendra el universo por el exceso de expansión de su energía innata.
Denys, hablando de la Causa Única, declara: Por el desbordamiento de su propia Esencia, ella ha producido todas las esencias. 0 aún más: la difusión infinitamente poderosa de Dios penetra todos los seres, y no hay ningún ser que esté privado totalmente de poder. En efecto, por la sobreabundancia de su poder confiere la fuerza a la debilidad misma. Dios se esparce por entero en todas las cosas.
Efusión de Luz
lbn ‘Arabi, a propósito del Verbo Adámico, evoca la efusión inagotable de la revelación esencial; el término efusión es referido a estas palabras: Dios ha creado el mundo en las tinieblas, después derramó sobre él su Luz. Existe una doble irradiación o efusión: la una suprema, interior, en la cual Dios se revela de toda eternidad a él mismo, y después, a continuación, la efusión exterior, objetiva, en la cual aparecen las perfecciones, y que se produce en los seres, simples reflejos de la pura esencia.
El Maestro Eckhart afirma: El arte de Dios es llegar a ser perceptible a sí mismo en un resplandor que vuelve a sí. El cita también la palabra del profeta: Yo he derramado mi alma en mí mismo.
Y Denys, antes que él, evocaba este mismo desbordamiento de Dios iluminando el mundo como la Luz inteligible, aquella de la Consciencia del hinduismo. Se llama pues Luz inteligible este Bien que está más allá de toda luz, pues él es fuente de toda irradiación y él derrama la plenitud de su luz sobre todas las inteligencias… Es él quien las ilumina, quien renueva sus poderes intelectuales… quien contiene y conserva en sí el dominio del poder iluminador.
Efusión de Beatitud o de Júbilo
En el hinduismo es de la energía de la felicidad que emana el universo. Desde que la felicidad se despierta – escribe Abhinavagupta – aparece un surgimiento que se despliega hacia la energía de actividad, Pues, precisamente, la energía divina inseparable de Shiva es la toma de consciencia que Shiva hace de Sí, bajo la forma de beatitud cuando él tiende imperceptiblemente a dilatarse al salir de la plenitud indivisa y comienza a vibrar de manera espontánea con el fin de expresarse.
En el Reino de los Amantes, Ruysbroek insiste acerca de la altísima Unidad de la naturaleza divina, a la vez viviente y fecunda. Dios goza y actúa. Anteriormente a esa actividad divina, no reina en la Esencia más que la felicidad a la cual ningún camino conduce.
Efusión de Amor
lbn ‘Arabi define el orden divino como un movimiento liberándose del reposo: El movimiento, que es la existencia misma del mundo, es un movimiento de amor como lo indica la palabra del Profeta, pronunciada en el nombre de Dios: Yo era un tesoro escondido. Yo quise ser conocido, y Yo he creado el mundo, Si no hubiese existido este amor divino, el mundo no hubiese sido manifestado.
Denys no dice otra cosa: Dios es deseo y amor… Es él mismo quien, de sí mismo, se manifiesta a sí mismo… movimiento simple de un deseo amoroso que se mueve de sí mismo y actúa por sí mismo; que preexiste en el Bien y derrama el Bien sobre todo ser, antes de volver de nuevo hacia el Bien. Parece así que el Divino deseo es en sí, sin fin ni principio, como un círculo perpetuo que, gracias al Bien, a partir del Bien, en el seno mismo del Bien y con vistas al Bien, recorre una órbita perfecta, permaneciendo idéntico a sí mismo y conforme a su identidad.
Este mismo Bien cuyo amoroso deseo, a la vez hermoso y bueno, se extiende a la totalidad de los seres por la sobreabundancia de su bondad amorosa, sale también de él mismo cuando él ejerce sus Providencias a la vista de todos los seres, y en cierta manera los cautiva por el sortilegio de su bondad, de su caridad y de su deseo.
Podría evocarse en paralelo el amor mutuo de Shiva y de su Shakti, sus juegos amorosos que crean el universo. Y así como Shiva se da sin medida, llegando hasta ofrecer su Ser, para Denys: Este Dios que es Ser de manera sobre esencial hace don de su Ser a los otros seres y produce toda esencia.
Flujo y Reflujo
Que la efusión sea de luz, de poder o de amor, que la manifestación emane y se reabsorba, sin jamás dejar huella, en el corazón de la unidad, es lo que se esfuerzan por explicar las fórmulas lapidarias que se hacen eco a lo largo de las diferentes tradiciones, Con la misma sobriedad y el mismo vigor intransigente, ellas intentan explicar el misterio de la manifestación y del retorno al Uno, de resolver la contradicción aparente del Uno y lo Múltiple.
Abhinavagupta evoca así la Consciencia indiferenciada: Es en ella misma, por ella misma y a partir de ella misma que ella manifiesta todo lo que existe,
Denys cita a San Pablo para mostrar que lo Bello-y-Bien es al mismo tiempo principio, fin y medio: todo es de él, por él, en él y para él. Denys todavía, con una extrema concisión, define de la siguiente manera la Unidad divina: A partir de quién, a través de quién, en quién y por quién existe todo ser, todo orden, toda subsistencia, toda plenitud y toda conversión,
Para los hindúes, el todo no es más que uno con Shiva – Ser cósmico, ser individual, energía que sirve de velo y de obstáculo a la realización del Ser – puesto que Shiva es la sola existencia que se vela y se devela a su voluntad. Es por lo que Somananda se saluda a sí mismo en estos términos: Que Shiva, que no es totalmente inmanente, rinda homenaje a sí mismo. Ser todo expansión, con la ayuda de su propia energía, Shiva por sí mismo se hace obstrucción a sí mismo, obstrucción que no es otra que el Ser!
lbn al-Faridh decía también: Y es de mí a mí que va mi salutación.
A quien le preguntara en qué consisten los estados de emisión, de manifestación y de reabsorción del universo, Abhinavagupta contestaba: Es la proyección del Ser en el Ser y por el Ser. Por el Ser, glosa Jayaratha, es decir, que excluyendo todo recurso de la naturaleza, la emisión tiene lugar en el Ser y no en un lugar o en un tiempo en que estarían separados. Es la obra del Ser, únicamente de él, que es sujeto y objeto de conocimiento. La Proyección es una fulguración, bajo formas internas y externas a través de los variados aspectos de la manifestación. Así sólo la suprema Consciencia, la plenitud perfecta, es la que fulgura … .
Y el Maestro Eckhart: El Señor habla así por la boca del profeta: Yo quiero conducir el alma noble a la soledad y ahí hablaré en su corazón… Uno con el Uno, Uno del Uno, Uno en el Uno y, en el Uno, Uno eternamente.
En su sobreabundancia, la Esencia fluye y se manifiesta; después refluye y se revela en tanto que única. Pero fluya o refluya, ella permanece inmutable como el firmamento, pues todo sucede por ella misma y en ella misma. La Deidad es una fuente, todo proviene de ella y todo se escurre de nuevo hacia ella, así ella es igual a un mar.
Cuando me pierdo en Dios, vuelvo de nuevo al lugar donde he estado por toda una eternidad, antes de mí, declara Angelus Silesius.
Ruysbroeck dice del hombre que posee el don de la fuerza espiritual: Quiera Dios esparcirse y derramarse como la mar tormentosa con inconcebibles delicias en todos aquellos que son capaces de recibirlo, para después refluir con ellos y atraerlos a las altas olas de su unidad. Ellos no pueden resistirse cuando se les ofrece la unidad; se escurren en este movimiento de flujo y reflujo, llevados por un amor verdadero.
Para expresar el movimiento sobre un fondo de inmutabilidad, los hindúes recurren a la imagen de la ola que se infla, se rompe en la orilla, después refluye mar adentro. Fuente de todo dinamismo – sin ella, no hay movimiento ni vida – ella es también fuente de reposo en lo indiferenciado, pues flujo y reflujo tienen lugar en el lago infinito de la energía consciente, océano de la suprema ambrosía, fuente de donde fluye el universo. Lago transparente del que todo surge y que no se derrama sino en sí mismo.
Este doble movimiento de ir y retornar, que tiene su vertiente en sí mismo, ha sido igualmente explicado por Denys en estos términos: Pero, traigamos de nuevo todas estas potencias a la unidad y digamos que no existe más que un Poder simple, productor de unión y de cohesión, que es el principio espontáneo de su propio movimiento, que va del Bien hasta el último de los seres para volver desde allí de nuevo hacia el Bien, realizando su vuelta cíclica a través de todos los niveles, partiendo de sí hasta sí, sin cesar jamás, idéntico a sí mismo, este girar sobre sí mismo.
Este intenso, este prodigioso movimiento de vida se vuelve a encontrar en el Maestro Eckhart. La imagen de una rueda que gira sobre sí misma expresa la creación eterna, Dios pasa primero de la unidad a la diversidad, del Dios personal a la Trinidad, incluyendo al Verbo, encerrando al mismo tiempo la multiplicidad del universo para retornar a la indivisible unidad. Esta emanación del mundo no debe ser considerada como un simple espejismo sin alcance real; el mundo es al contrario soberanamente positivo. En efecto, el proceso a partir de la unidad indivisa hasta la universalidad diversificada, y después el retorno a la unidad primera – flujo y reflujo – tiende a la plenitud. Dios, dice Eckhart, no descansa ahí donde es el primer comienzo. Al contrario, él descansa ahí donde es el fin y la tregua de todo ser. No es que este ser se vuelva nada; al contrario, él ha logrado su más alta perfección.
La posición de los hindúes es similar: Shiva a través de la energía se manifiesta en el universo y después, a través de esa misma energía, retorna a Paramashiva, es decir, Shiva en su supremacía, que contiene todo en sí mismo y que en ese desplegarse se ha enriquecido.
Ibn ‘Arabi admite que el final es más perfecto que el comienzo: Pues la Esencia ama la perfección; o el conocimiento que Dios tiene de Él mismo en tanto que es independiente de los mundos, no se relaciona más que a Él solo; para que el conocimiento sea perfecto en todos los grados, es necesario que el conocimiento de lo efímero… se realice igualmente. La perfección o Infinitud divina se expresa entonces en que ella manifiesta el conocimiento relativo tanto como el conocimiento eterno, de manera que la dignidad divina del Conocimiento sea perfecta bajo uno u otro aspecto… De la misma manera se perfecciona el Ser…El Ser eterno es el Ser de Dios en Él mismo; el ser no eterno es el Ser divino reflejándose en las formas del mundo inmutable… Él se manifiesta pues a Él mismo en las formas del mundo para que el Ser sea perfecto bajo todos los aspectos, aunque lo relativo no puede agregar nada a lo eterno.
Así, nada puede escapar a la única Realidad, lo múltiple no podría provenir de otra cosa que de la unidad. No hay contradicción sino necesidad; Denys dice: Nada existe si no participa en cierta manera de la unidad de Aquel que contiene por adelantado y en síntesis la totalidad universal, sin exceptuar los opuestos mismos, que en él se reducen a la unidad. Sin la unidad, la multiplicidad no existiría; sin la multiplicidad, al contrario, la unidad permanece posible.
Lilian Silburn.
Traducido y extractado por Viola Fishman de Lilian Silburn.- Les Voies de la Mystique.-Hermes
La única existencia de la Mente Cósmica es un vasto vacío, y cuando la Mente Universal se encuentra entre dos períodos cósmicos, también se sumerge en ese inconcebible e insondable vacío. Este Vacío trasciende toda la relatividad inseparablemente asociada a la personalidad, sólo puede ser captado por una facultad intuitiva interior y superior.
La Nada es el equivalente de la Realidad de aquel Vacío, es la base sobre la que se levanta toda nuestra experiencia del estado de vigilia, del dormir y del soñar y, si lo captamos profundamente, se resuelve el enigma de la existencia.La mente no puede representarse en absoluto el Vacío, porque cuando cree que lo ha logrado, todavía está allí la mente que piensa en el Vacío, y por ello en ese mismo momento mismo, lo llena. Al decir que todo es oscuridad está afirmando la existencia de su propia luz.
El significado metafísico de los pensamientos estriba en el Pensamiento. Es una ilusión nuestra el que la Mente parezca una “nada” porque ella es la inconmovible realidad que permanece cuando todo lo demás se ha eliminado. La noción de completa inexistencia es, por lo tanto, ilusoria.
El Vacío es algo único, pues ni siquiera podemos oponer la idea de Plenitud, ésta está contenida en aquél. El Vacío carece sólo de las apariencias individuales y separadas, pero no carece de realidad universal, que es su naturaleza original. Un sabio chino expresa: “La misteriosa cualidad de la Esencia de la mente es que, aunque podemos mirar hacia ella, no podemos verla”.
Psicológicamente, el vacío significa la pureza de la mente, en la cual ésta carece de todo colorido de la imaginación creadora, lo que significa la cesación de toda consciencia terrenal, la desaparición de las apariencias fenoménicas, ya que sólo deja el mundo de la Realidad permanente, inaprehensible para las manos o el pensamiento. Las cosas son las “formas” transitorias que la Esencia Mental permanente asume. Como formas están destinadas a desaparecer, pero como esencia, su destino es durar eternamente.
He llamado una ciencia al estudio del misticismo; pero probablemente es más correcto decir que se ha desarrollado durante muchos siglos. El autor del Eclesiastés no estaba totalmente errado cuando señaló que no hay nada nuevo bajo el sol, y algunos atisbos de una verdadera ciencia del misticismo – en un sentido rigurosamente cientifico – ha existido en occidente durante dos mil años. El psicoanálisis, el estudio de las ondas cerebrales, los viajes al interior del ser humano y la experimentación con drogas, están dándole una vitalidad renovada a un estudio que tiene profundas raíces en la tradición.
Estamos tan conscientes de la catastrófica grieta entre ciencia y religión que fácilmente olvidamos la armonía que antiguamente existió entre ambas. Los monjes eran los precursores de los cientificos modernos y sus monasterios, hasta el Renacimiento, eran los principales centros de estudio occidentales, en los cuales no se hacía distinción entre la filosofía y la llamada ciencia natural. Fue un monje, el venerable Bede, quien propuso en el siglo VII la noción de que la tierra era redonda. Alberto Magnus y su discípulo Tomas de Aquino, en el siglo XIII, especularon acerca de la naturaleza del universo; Galileo y Copérnico, tan malamente tratados por las autoridades eclesiásticas, fueron educados y nutridos en la vida monástica, Roger Bacon, un fraile franciscano, que es responsable del inicio del llamado método científico, escribió que “el verdadero científico debe someter todas las cosas que halla en el cielo y bajo él a la experimentación”. Le avergonzaba darse cuenta que no sabía más del mundo que lo que el promedio de la gente sabe. También está Nicolás de Cusa, un matemático, místico y obispo. Y muchos otros que dedicaron sus vidas a la ciencia. Y digo todo esto para enfatizar que el interés científico tiene profundas raíces en el occidente religioso.
Este acercamiento científico también influyó sobre la oración y los estados místicos; así fue que surgió un cuerpo de enseñanza para el desarrollo de la consciencia en la vida contemplativa acerca de los diversos estados de meditación, el éxtasis, las visiones, y cómo manejarlos, la posibilidad de la ilusión, y todo eso. Así fueron elaborados algunos grandes tratados científicos.
Me gustaría decir algo acerca de uno de los grandes científicos del misticismo, el jesuita francés Augusto Poulain (1836-1919), cuyo monumental trabajo Las Virtudes de las Oración, escrito a comienzos de siglo, permanece como un clásico. Poulain insistía en que estaba escribiendo lo que él llamaba misticismo descriptivo, que consistía en la obtención de datos, su análisis riguroso, el examen de la evidencia y la deducción de conclusiones. Para ello leyó meticulosamente los trabajos de los clásicos, entrevistó a cientos de místicos a través de Francia y reflexionó sobre sus propias experiencias místicas, que no eran pocas. Siendo el gran maestro espiritual que era, estaba convencido de que Francia abundaba en gente esforzada, místicos potenciales, que necesitaban un poco de ayuda. Para ellos quiso escribir un manual práctico con su propia experiencia y la de la gente que él guíaba y amaba. En los últimos cuarenta años escribe – he hecho un estudio de estos asuntos. He leído una gran cantidad de tratados, he interrogado a un gran número de personas que poseen los dones de la oración interior, y a otros que equivocadamente pensaron que los poseían cuando en verdad no era así. El trato con estos últimos también es útil. Esta última frase es típica de la penetración sagaz que mantiene el entusiasmo en medio de la formalidad del saber místico que llena sus páginas.
Para Poulain, el misticismo descriptivo depende de dos tipos de material. Primero las descripciones encontradas en los grandes escritores clásicos, y segundo, la evidencia aportada por la experiencia individual de personas vivas. Ambas son indispensables y cada una echa luz sobre la otra. El insistía en que hay muchos pasajes en los escritos de los místicos que sólo pueden ser entendidos por alguien que haya tenido una experiencia similar, En esta investigación ningún aspecto del misticismo se ha descuidado: las repercusiones físicas, los efectos sobre la salud, la influencia en las relaciones interpersonales, las posibles aberraciones, todo es examinado. También agrega una sección de extractos que escogió de entre sus largas y minuciosas lecturas de los místicos occidentales; estos extractos constituyen una verdadera mina de oro para los buscadores modernos en el campo de la consciencia. En cuanto a la experimentación de laboratorio, parece haber conocido algo acerca de ello, de acuerdo al ambiente científico de su tiempo. Hablando del éxtasis, por ejemplo, señala que el ritmo cardíaco es débil y la respiración tan ligera que es dificil incluso detectarla, como puede verse en los numerosos experimentos hechos con gran cuidado en personas en éxtasis. Lo que estos experimentos fueron, él no lo dice, y yo no me siento capaz de imaginarlo, pero sería algo verdaderamente interesante de conocer. Estos son caminos transitados también por Tomio Hirai, Elmer Green, Joe Kamiya, entre otros, todos buscadores de una larga tradición exploradora en el conocimiento de la meditación.
Además para Poulain el misticismo, lejos de ser una ciencia estática, era algo en constante evolución. Se habría desarrollado lentamente a través de los tiempos, y su evolución seguía en el futuro:
Vemos que en el curso de los siglos las descripciones se hacen más y más precisas. Los autores llegan a distinguir, gradual aunque muy lentamente, los estados de consciencia que habían sido previamente confundidos; y también descubren mejores comparaciones con que describirlos. A este respecto, el misticismo participa en el movimiento de progreso que puede ser observado en todas las ciencias descriptivas. No hay razones para pensar que no habrá más progresos, Nuestros sucesores lo harán mejor que nosotros. Y es en este sentido que el misticismo tiene un futuro.
No hay en todo esto algo de profético? Para Poulain, los escritos de Santa Teresa de Avila, en el siglo XVI en España, son un hito en el desarrollo de la consciencia mística y su estudio científico. El señala qué Santa Teresa fue la primera en analizar minuciosamente los estados de consciencia que preceden al éxtasis; y él constantemente apela al penetrante análisis psicológico de Teresa. Afirmando que hay dos grandes eras en el desarrollo del misticismio, una antes y hasta la muerte de Santa Teresa de Avila y la otra desde su muerte hasta su propia época, él continúa:
Durante el primer período, los místicos dedicaban su atención sólo a aquellos hechos que eran evidentes: éxtasis, visiones de Cristo y los santos, revelaciones del tipo de las de Santa Gertrudis o Santa Brígida. Pero los estados de unión en el camino al éxtasis eran más difíciles de analizar, como sucede siempre con las cosas más rudimentarias. Así sus ideas de estos estados eran muy vagas, sus descripciones fueron breves y confusas, y fallaron en distinguir entre estados de consciencia que eran diferentes. Por ejemplo, la Beata Angela de Foligno, cuyos escritos contienen bellos pasajes acerca de asuntos como los arrobamientos y visiones, no nos dice casi nada acerca de otros estados de consciencia. Lo mismo es cierto para Dionisio el Areopagita, Ruysbroeck, y otros. Hablando de las primeras fases, ellos quedaban conformes con anotaciones tan vagas como: uno encuentra que ha sido poseído por una indudable dulzura.
Fue Santa Teresa la primera en abordar el problema de estudiar los estados de consciencia previos al éxtasis bajo el microscopio. Su contribución personal es valiosa y, a este respecto, ella provocó una verdadera revolución. Nos ha hecho un gran servicio, porque estos estados de consciencia son los más comunes. Y además de su capacidad de descripción, ella tenía una gran habilidad para la clasificación.
Cuánto sentido histórico tenía Poulain ! Y junto con el sentido del pasado, él tenía sentido del futuro. El misticismo – se lamenta Poulain – no ha hecho casi ningún progreso desde los tiempos de Santa Teresa. Escasamente se han descubierto nuevos hechos, y los autores han estado preocupados explicando y coordinando lo que ya ha sido descubierto.
Poulain escribía a principios de siglo. Poco podía saber acerca de que la ciencia del misticismo. Estaba al borde de un terremoto que la estremecería hasta los cimientos, y que hacía que la revolución Teresiana pareciera un ínfimo temblor. Me refiero al impacto del psicoanálisis, al encuentro entre el cristianismo y las religiones del oriente, al descubrimiento de las ondas cerebrales, a la popularidad de la bio-retroalimentación y a la investigación con drogas. Cuántos nuevos hechos enmergen ahora para occidente a través de nuestro conocimiento de Ramakrishna, Aurobindo y Dogen! Cuánta contribución se ha hecho a través del creciente conocimiento de la meditación Budista, con sus divisiones y subdivisiones de estados de consciencia, que Santa Teresa no conoció o que, en todo caso, no describió! Y también la nueva luz arrojada por los astronautas y los viajes espaciales. Es verdad que Poulain tuvo algún destello de conocimiento de estudios psicológicos y neurológicos, y que él fue consciente de la existencia del misticismo en oriente. Pero él fue un hombre de su tiempo, limitado por el medio en el que vivía. Muchas de sus observaciones en estas materias son actualmente anticuadas y es claro que él no tenía el espíritu de diálogo que nosotros ahora damos por supuesto.
Al mismo tiempo, las investigaciones de Poulain difieren de las de sus contemporáneos científicos en que él incluye una dimensión profundamente religiosa. En los místicos a quienes guió e interrogó, las dimensiones concernientes a la fe, la caridad y sus motivaciones fundamentales eran de gran importancia, pero era menos fácil ponerlas bajo el microscopio. Aquí hay una total dimensión de misterio que la investigación científica no puede tocar. Para el místico tradicional, el real centro de su práctica es la pureza de motivación y es en ella que busca lo esencial con lo que fue llamado puro y casto amor. Pero no hay una manera humana de juzgar la motivación de otro, por lo tanto, No juzgueis y no sereis juzgados- ni podemos tener certeza acerca de nuestras propias motivaciones. Es por eso que enfrentamos el misterio en una relación de amor, donde el Amado es las montañas, los boscosos valles solitarios, las islas exóticas, la música silenciosa … No hay forma de medir ni programar ningún amor, mucho menos el divino.
Nuevamente nos limita este sobrecogedor misterio de un ejercicio construído sobre la creencia de que la realidad última es dinámica, que se mueve hacia nosotros y que nosotros nos movemos hacia ella, que nos busca antes de que nosotros la busquemos. Y los místicos dirigidos por Poulain creyeron no sólo que la realidad última es dinámica, sino que además tiene un rostro, un corazón, un nombre, Toda la tradición mística en la que Poulain se sostiene, se basa en la sentencia: Lo amamos (a Dios) porque El nos amó primero (Juan, 4 :19). Es decir que hay una acción previa de la realidad última invitando al hombre a la sabiduría contemplativa, y el camino místico es una respuesta a este llamado. Lo que significa que existe otro actor en el drama y que nosotros debemos contar con la acción de su amor, Esto es llamado, técnicamente, Gracia.
Algo como la Gracia debe ser tomado en consideración en las vidas de todos los grandes místicos, ya sean judíos, cristianos, hindúes o budistas. Seguramente el Budismo Zen rechaza tal ideas y se jacta en su autoconfianza, llamada jiriki en Japonés. Aun aquí los maestros suelen tener pensamientos ambivalentes. En uno de nuestros diálogos zen-cristianos, un maestro anciano muy reputado comparó brillantemente al polluelo saliendo del cascarón. Por mucho que empuje dijo – el débil polluelo no puede emerger hacia la libertad a no ser que la madre picotee la cáscara desde afuera. Esto es equivalente a lo que los cristianos llaman gracia. Algo similar es encontrado en los famosos cuadros de la domesticación de la vaca que describen el trayecto zen hacia el despertar. Aquí el buscador debe ver las huellas y sentir la atracción de la vaca antes de emprender su ardua jornada.
El asunto es que, a no ser que esta misteriosa dimensión religiosa sea tomada en consideración en la experiencia mística y en la meditación profunda, el cuadro será falsificado. Seguramente, este es el caso en la oración judía y cristiana. Aquí estamos siempre confrontados con un incalculable elemento de misterio porque dos agentes autónomos están de algún modo involucrados.
Preservar el equilibrio entre la dimensión estrictamente científica, por un lado, y la religiosa y teológica, por el otro, está lejos de ser fácil. Aunque la ortodoxia de Poulain nunca fue cuestionada, existía una escuela rival de teólogos especulativos quienes, mirando con recelo su metodología, se abocaron al misticismo casi exclusivamente desde el punto de vista de las escrituras y el dogma. Aunque este acercamiento tenga gran validez – la que admite explícitamente Poulain – puede tener la desventaja de hablar acerca de lo que los místicos podrían experimentar o de lo que a los teólogos les gustaría experimentar por sí mismos, o sea, no había conocimiento de primera mano, como en el caso de Poulain. Además, los teólogos de esta escuela hablaban un lenguaje y usaban una terminología que otros pobres mortales, incluyendo a los científicos, remotamente podían entender. Lo más desastroso de todo esto fue que esta escuela de teología, que prevaleció en los seminarios y que escribió los libros de texto, obtuvo el “Imprimatur” e influyó en el pensamiento teológico. Cuando la moderna corriente de interés por el misticismo oriental y los estados de consciencia arrasó en occidente, los teólogos místicos ya casi habían perdido contacto. Lo que decían no sonaba muy significativo; y muchos científicos que trabajan en el campo de la consciencia han descartado a los místicos occidentales por triviales o irrelevantes. Ahora los teólogos han sido enfrentados con la poco envidiable tarea de recoger los pedazos.
Poulain fue un hombre claramente adelantado para su tiempo. Si se me pidiera definir su papel, yo no lo llamaría un científico sino más bien un teólogo místico abierto al diálogo con la ciencia y con el mundo de su tiempo. Lo llamo un teólogo porque su interés primordial se centró en la acción divina sobre la vida de aquellos a quienes conducía. En otras palabras, su primer interés fue trabajar en la gracia y en la comunicación de Dios con el hombre, materias que aprendió de las escrituras, de la tradición, de los escritos de los místicos, de las íntimas revelaciones de sus dirigidos, y de la acción del Espíritu sobre su propio corazón. Pero también él percibía atentamente la importancia vital de lo que ahora llamamos neurofisiología y psicofisiología. Fue suficientemente sagaz como para ver que tanto como el teólogo moral no puede rechazar la psicología, la economía y las otras ciencias cercanas a su especialidad, así también el teólogo místico tampoco puede rechazar las ciencias tangentes a su campo. El vio la necesidad de un acercamiento interdisciplinario; en este sentido abre el camino a lo largo del cual la futura investigación en misticismo debe caminar. Este es el camino del diálogo.
El futuro del misticismo bien puede estar en la balanza. Podría ser brillante o un tanto oscuro debido al enorme potencial espiritual que será desatado a medida que la raza humana se vuelva progresivamente más mística. Déjenme mirar el lado brillante. El misticismo puede ser un factor unificador en un mundo que busca la totalidad. Ya se ha hecho mucho en relación a reunir las grandes religiones. Hoy vemos que hindúes y cristianos, budistas y judíos, pueden dialogar y entenderse mejor el uno al otro a nivel de la experiencia mística que a nivel de la filosofía. Pero el misticismo puede ser un motivo de encuentro no sólo para los creyentes de las diversas religiones sino también para los científicos y los estudiosos de caminos espirituales. Estos últimos acceden al problema a nivel de misterio, de importancia última, de transcendencia; y ellos pueden dialogar con aquellos que se aproximan al mismo problema, como psicólogos, psiquiatras, neurólogos, físicos, biólogos y demás. Quién puede dudar de que tenemos una gran necesidad de alguna ciencia unificadora? Y el misticismo puede muy bien ser la respuesta.
William Johnston S. J.
Traducido y extractado por Silvia Rodríguez de William Johnston.- Silent Music Harper & Row, Publishers San Francisco
Provengo de una tradición mística Hasídica, y en ella uno está muy consciente del hecho de que el mundo ha sido creado en armonía, y que el objeto y propósito de cada ser humano es conservarlo así. Y a menos que estemos armonizados con el día, el día nos ignorará. Este es el motivo de todas las frustraciones, ansiedades y tragedias.
De ese modo, cada mañana al despertar, cada niño – desde el instante en el que comienza a aprender a hablar – aprende una oración de afirmación. Algunos de ustedes que tengan antecedentes judíos – y que no los hayan negado aún – lo pueden recordar. Es una simple oración de agradecimiento porque mi alma me ha sido devuelta, y con esta afirmación, soy parte de la armonía de este día.
Pienso estar en armonía esta noche, y me gustaría pedirles que se me unan en una oración tomada de los Salmos, diciendo conmigo: Este es un día de luz y de gozo, un día de perfecta realización. Algo parecido se hace también en Yoga. He estado practicando Yoga por más de doce años.
Como una preparación para los estudios místicos, tenemos presente además la unidad del ser total. Y en atención a purificar el cuerpo – no a limpiarlo – los místicos realizan un baño ritual especial con este objeto. Bañaré los dedos porque ellos representan al cuerpo completo. Es aquí donde todo comienza y todo termina. Más aún, los diez dedos son símbolo de los diez atributos de Dios en la Kábala. Si me siguen, ustedes deberían sentir la frescura del agua en todo el cuerpo. Y así preparamos el cuerpo para el estudio de la Kábala.
Ahora tenemos que preparar la mente. Ella es símbolo de luz, como está dicho en la Biblia. Necesitamos luz. Ustedes conocen la frase usada cuando dos personas tienen una discusión, o un así llamado diálogo, y uno trata de convencer al otro, y finalmente el otro dice: Oh, sí, ahora lo veo. Y entendemos, comprendemos. La luz viene. Esta es parte de la luz eterna en cada uno de nosotros. Por eso encendemos velas en nuestras sesiones. Encendemos dos, como lo hacen en cada casa judía en los días de fiesta, y aquí en el misticismo, y en la Kábala las dos velas son simbólicas de las dos inclinaciones en cada uno de nosotros.
Consideraciones sobre la Vacuidad y la Física Contemporánea
Cuando todos los grandes místicos del pasado alcanzaron el estado en que se dieron cuenta de que Dios (o Shiva o Aláh) era una concepción humana fundamentada en la idea de una especie de Super Ser hecho a la imagen del hombre, llegaron a concebir en sus momentos de inspiración más elevados que detrás de toda manifestación había una condición que no podía comprenderse más que como la Nada o la Vacuidad. En nuestros días, los hombres de ciencia llegan a la misma conclusión expresada en tiempos modernos. Todos hablan de la misma cosa. Pero no quiero decir cosa, probablemente concepto sería más apropiado, aunque por una razón desconocida e inconocible, cuya intuición se debe al espíritu, pareciera que incluso la palabra concepto es demasiado definida.
Antes de intentar explicar lo que significan las definiciones modernas de esta idea de Nada quisiera citar algunos dichos de los grandes místicos de todas las épocas y lugares. Si el lector quiere aceptarlas sin tener la sensación de que semejantes ideas han sido superadas de hace largo tiempo, si quiere tomar la palabras de estos místicos muy seriamente y tratar de comprenderlas como lo haría con ideas científicas modernas, con un espíritu abierto, entonces tendrá la oportunidad de descubrir la verdad que hay en unas y en otras.
Empezaré por citar el Katha Upanishad, que figura entre los más antiguos textos que poseemos: Más allá de los sentidos están los objetos, más allá de los objetos está el espíritu, la inteligencia, el gran Atman, más allá del gran Atman, lo No manifestado, más allá de lo No Manifestado, el Purusha. Más allá del Purusha no hay nada, es el fin, la Meta Suprema.
En nuestros días, naturalmente, muchos de nosotros conocemos las célebres palabras de Lao-Tsé: Todas las cosas bajo el cielo nacen de aquello que es. Lo que es nace de lo que ‘no es’.
Volvámonos ahora hacia los griegos y escuchemos lo que Plotino, que no era solamente un pensador sino que también un místico, pensaba de estas cosas: Es precisamente porque no hay nada al interior del Uno que toda las cosas provienen de allí; para que el Ser sea suscitado, la fuente no debe ser ningún Ser, sino el generador del Ser. No busca nada, no poseyendo nada, no faltándole nada, el Uno es perfecto.
Aproximándome un poco más a nuestro tiempo recordaré las palabras de Hui-Neng, el sexto patriarca del Budismo chino (Ch’an), cuyo Sutra de la Estrada contiene muchas alusiones a estas ideas. Bastará mencionar una: Después del origen, nada existe.
Acvaghosha, que vivió en India algunos siglos antes, dio una maravillosa descripción de esto. El también era un budista Mahayana: Comprendemos que la asiseidad (bhûtatathâtâ no es ni esto que es existencia ni aquello que es no-existencia, ni lo que, al mismo tiempo, es existencia y no-existencia; ni lo que es unidad y pluralidad al mismo tiempo En una palabra la llamamos la negación o vacuidad (Shunyata).
Podría dar innumerables citas de los místicos y maestros del Oriente, pero no puedo dejar de pasar en silencio lo que los místicos cristianos han conocido también, puesto que parecen haber alcanzado conclusiones idénticas a las de los sabios de Oriente.
Se presume que Denys, el Aeropagita, vivió en el siglo I de nuestra era y que fue contemporáneo de San Pablo. De él yo daría dos textos que parecen concordar con las citas orientales que he hecho: Y él (Dios) es todo en todos y nada en ninguno. Y él es conocido a todos, de todos a nadie de nadie. Nosotros oramos, a fin de entrar en las tinieblas supremas, y sin ver ni conocer, ver y conocer; esta ausencia de visión y de conocimiento está en sí por encima de la visión y el conocimiento.
Me voy ahora hacia aquel que, a mi modo de ver, es el más grande místico de la era cristiana, Eckhart. Entre una vasta selección de sus dichos, debo contentarme con dar aquí tres extractos muy característicos: Dios es una excelencia inmóvil que mueve todas las cosas. Que Dios esté siempre sin movimiento, pone todo en movimiento. El Ser no existente está más allá de Dios. Esta unidad es sin fondo, por lo demás tiene su causa primera en ella misma, de una profundidad insondable el suelo, de una altura ilimitada el techo, de un espacio sin fin el entorno.
A la cual creo un deber agregar las palabras de Hui-Hai (China, siglo VIII), quien parecería un hermano espiritual de Eckhart: La verdadera vacuidad es una clase misteriosa de ser que hace que haya una forma, pero esta forma no es tangible y es, en consecuencia, vacía Hablando del vacío, pienso en la vacuidad de la naturaleza de la forma, no en la vacuidad que existiría si la forma fuera suprimida. Hablando de la forma, pienso en la forma de la naturaleza del vacío, no en la forma que puede ser representada.
Estos textos adecuadamente comprendidos, llevan fácilmente a las ideas científicas sobre estos temas. Espero poder convencer a mis lectores del lazo mental entre cada uno y el conjunto.
Después de haber dado un vistazo al conocimiento y la enseñanza de los grandes místicos de los tiempos antiguos, en cuanto a la naturaleza del Universo, podemos pasar a las ideas de los místicos modernos que son ciertos hombres de ciencia. Si se descubre que todos sus cálculos conducen lentamente y por complejos caminos a las mismas conclusiones a las que llegaron los maestros más iluminados de antaño, se puede tener la seguridad de que en el fondo del espíritu inconsciente del hombre existe una consciencia de la verdad, consciencia que sube a la superficie a la hora de la búsqueda de las conclusiones previstas, y que proyecta una luz sobre la naturaleza de lo Desconocido.
No querría tomar la responsabilidad de adelantar ideas personales en estas materias, y me contentaré con dar las conclusiones a las que han llegado algunos de los más eminentes hombres de ciencias de nuestro tiempo, en el terreno de la astronomía y de la física.
Hablando de las ideas sobre el universo en su totalidad y aceptando el hecho de que la teoría general de la relatividad de Einstein ha modificado completamente el pensamiento vigente sobre la relación espacio-tiempo, W.H. Bonner escribe: La situación ahora es la de un compromiso entre el vacío y lo pleno Por una parte, la materia es atómica: existen partículas discretas separadas por el espacio. Por otra parte, una partícula de materia tiene una esfera de influencia, que llamaremos su campo, se puede pensar en el campo gravitacional de la tierra o en el campo eléctrico del protón. Puesto que un campo significa una región de influencia, no hay nada allí que contradiga la noción de espacio vacío. De hecho, estos campos son cantidades constantes que se extienden a través de un espacio vacío y que aparecen en las acciones recíprocas entre partículas de materia. De otro modo, la física no ofrece ninguna respuesta al problema de lo vacío y de lo pleno.
Si las cosas no lo ocupan, es la nada hace notar Lincoln Barnett.
Cabe entonces preguntarse: De donde proviene la energía de todos los campos? John Pfeiffer dice: Para observar el proceso del Universo es necesario observar el hidrógeno y Fred Hoyle hace la cosa indiscutible al decir: El hidrógeno es la materia fundamental en la construcción del Universo, lo que es manifiesto considerando que un 92% del Universo está hecho de hidrógeno, 7% de helio y apenas 1% de todos los otros elementos reunidos. Pero inclusive el helio y todo el resto están formados de los mismos ingredientes de este hidrógeno principal, a saber, de protones y electrones. Por otra parte Hoyle agrega: El hidrógeno constantemente se transforma en helio y en los otros elementos por todas partes del Universo, pero esta conversión es un proceso de un solo sentido, es decir, que ninguno de los otros elementos pueden regresar al estado de hidrógeno. Por lo que hemos podido ver, no se ha descubierto hasta ahora ningún modo de producir hidrógeno; de donde se concluye en la evidencia de que es inherente a la naturaleza del Universo.
Considerando la importancia de este átomo de hidrógeno en la naturaleza del Universo, es necesario ahora examinar su estructura lo más cerca que me sea posible. La descripción más vívida que he encontrado del Universo hasta el presente es la que da Rudolph Peierls: Sabemos que la materia sólida debe estar estrechamente rellena de átomos.
Rutherford llegó a la conclusión de que el átomo era casi vacío y que todas las partes pesadas que contenía, así como las partículas alfa que el experimentador usaba como proyectiles, debían ser muy pequeñas en relación a la dimensión del átomo. Estos argumentos le sugirieron la siguiente imagen del átomo: el átomo contiene en su centro un pequeño núcleo de carga positiva que está rodeado de electrones (el hidrógeno, un núcleo y un electrón). El número de electrones (el electrón, una carga negativa) es tal que el átomo en su conjunto, es eléctricamente neutro. En este caso el electrón se movería bajo la influencia de la fuerza de atracción proporcional a la inversa del cuadrado, como los planetas en el campo de atracción del sol, y el modelo que proponía Rutherford se parecía a un sistema solar en miniatura. El átomo es de hecho casi tan vacío como el sistema solar, es decir, que el núcleo atómico es tan pequeño en relación a la dimensión del átomo como lo es el sol en relación a las órbitas de los planetas; entre medio no hay nada.
Martin Johnson hace notar que: Todas las ideas sobre la estructura atómica desde los primeros triunfos de Rutherford en 1910 están de acuerdo en un punto; que la estructura del átomo es extremadamente porosa, 99,9% de su volumen está hecho de espacio vacío y se mantiene unido sólo por las fuerzas eléctrica los electrones.
Eddington da una admirable ilustración de esto: El átomo tiene la misma porosidad del sistema solar. Si se eliminara todo el espacio vacío en el cuerpo humano y se reunieran todos los protones y electrones en una sola masa, el hombre quedaría reducido a un punto sólo visible con lupa, el resto no sería más que vacío.
El último pensamiento de Hoyle compara el Universo a una especie de burbuja de jabón. Hace algunos años, sir James Jeans hizo una observación del mismo orden: La sustancia que sirve para inflar la burbuja, la película de jabón, es un espacio vacío amalgamado en torno al tiempo vacío.
Pienso que todo esto demuestra que: La naturaleza no ofrece ninguna norma de comparación y la relación espacio-tiempo (como Leibniz lo vio claramente antes de Einstein) no es más que el orden de relación de las cosas entre ellas. Si nada lo ocupa es la nada.
Creo que es tiempo de abandonar por un momento el átomo para volvernos hacia la mecánica ondulatoria. He ahí un vasto tema, al cual se han consagrado muchas obras, y mi problema no es saber qué decir, sino como decir lo mínimo necesario para explicar mi punto de vista. Considero, en efecto, que la imagen de ondas nos puede dar la indicación más clara acerca de la forma en que lo pleno y lo vacío son omnipresentes en todo el Universo. Como lo hace ver Lincoln Barnett, podemos escoger entre imaginarnos que vivimos en un universo de ondas o en un universo de partículas; pero, dado que la partículas parecen ser aquello que nuestros ojos humanos han construido a partir de ondas (quanta, en términos científicos) pienso que la idea de la vida en un universo de ondas debe estar más próxima a la verdad.
Las ondas marinas, las ondas luminosas, las ondas sonoras, las ondas electromagnéticas, nos son familiares a todos, pero actualmente se han descubierto ondas mucho más insubstanciales que nadie puede asegurar que se trate de ondas. Hablo de aquellas que emanan de uno de los elementos del mundo atómico.
Consideremos primero la naturaleza de una onda en sí misma. Peierls nos dice: Las ondas son conocidas en muchas ramas de la física y se producen cuando un medio quieto (lo que Hoyle llama cuadro inerte) es perturbado por alguna fuerza exterior. El ejemplo más común en nuestra experiencia cotidiana son las olas en la superficie del agua, las cuales se elevan cuando la superficie del mar es perturbada por el viento o cuando se arroja una piedra en un estanque Toda onda consiste de dos elementos, crestas de ondas que se siguen a intervalos regulares y que están separadas por depresiones o valles o ‘huecos’.
La distancia entre dos crestas sucesivas es conocida con el nombre de ‘longitud de onda’. El número de crestas que pasan por un punto fijo por unidad de tiempo se llama ‘frecuencia’, lo que se aplica igualmente a todas las ondas conocidas en la Tierra, de cualquier fuente que procedan, siendo la única excepción las ondas sonoras en las que la elevación del agua es reemplazada por un cambio de presión en el aire.
En la cresta de las ondas el aire es comprimido y en los vacíos está dilatado. De igual forma se estima que la velocidad de ondas luminosas es la rapidez superior límite en nuestra galaxia, su longitud de onda es un poco inferior a una milésima de centímetro. Pero como lo hace notar Lincoln Barnett: La pregunta fundamental la luz está hecha de ondas o de partículas?, no ha encontrado jamás una respuesta precisa.
Sabemos hoy en día que el electrón está al borde del vasto espacio (atómicamente hablando) que lo separa del núcleo , espacio que es el vacío mismo. Por lo tanto, electrones y protones en conjunto son responsables de todos los átomos del Universo. No es concebible, en consecuencia, que en el vacío atómico, el electrón sea atraído hacia la Nada que hay entre él y el protón? No sería este el esquema de todas las ondas, aunque para el mar creemos saber que lo es.
Todo esto se aplica igualmente al mecanismo de nuestro propio cuerpo. Creo que no hay que dudar que nuestra percepción de todas las cosas, nuestras sensaciones, nos llegan a través de las mismas ondas que encontramos en cualquier otro sitio. Y hay aún otra cosa de lo más extraña. Eddington escribe: el fisiólogo puede seguir el mecanismo nervioso hasta el cerebro, pero, a fin de cuentas, hay un hiato que nadie pretende superar. Simbólicamente, podemos seguir las influencias del mundo físico hasta la puerta del espíritu, estas pueden hacer sonar la campanilla e irse. Si tal es el caso quién puede decir a qué se parece el mundo físico en realidad? Es en el exterior de este hiato en que apreciamos todas las cosas a nuestro alrededor: se suscitan la alegría y la pena, el bien y el mal, el yin y el yang, se construyen las montañas y los océanos, las estrellas y los átomos – de hecho – todo aquello que compone nuestra vida.
Allí está la vía que los acontecimientos exteriores toman para tocar nuestro espíritu. Pero qué pasa entonces? Hay un vacío en el que se produce una transmutación de la cual aún no se ha ofrecido una explicación satisfactoria, entre la sustancia cortical y las sensaciones conscientes – los huecos de las ondas?
Podemos ahora darnos cuenta que el esquema ser-nada-ser se encuentra en todas partes; la ciencia moderna, los filósofos chinos, los místicos cristianos, todos lo han descubierto. Es de hecho, la base de todo y todas las cosas. Para mí, el veredicto de Eddington es definitivo: lo que es, es una cáscara flotando en la infinitud de lo que no es.
L. Beckett
Este artículo fue publicado en el Nº 1 de la Revista ALCIONE.