Al actuar a veces nos equivocamos. Al no hacer nada nos equivocamos siempre. Romain Rolland
El sufrimiento psicológico a veces adopta formas extrañas. Una o dos veces al año recibo en mi consulta a grandes niños de 30 o 40 años, con una autoestima aparentemente muy alta, a menudo superdotados, como atestigua su coeficiente de inteligencia. Acostumbran a formar parte de asociaciones de personas muy inteligentes. Sin embargo, su vida es un fracaso. Nunca se lanzaron a la aventura, ni abandonaron el mullido nido familiar. Jamás rozaron la acción. Su elevada autoestima sólo es virtual: poseen grandes posibilidades que no utilizan. Han acumulado conocimientos a través de la lectura, el rastreo de información en Internet y, a veces, siguiendo estudios que no desembocan en el ejercicio de ningún oficio. Su autoestima subraya esa evidencia: apreciarse sólo tiene sentido si sirve para vivir. Y vivir es actuar, no sólo pensar
La acción es el oxígeno de la autoestima La autoestima y la acción mantienen vínculos estrechos en tres dimensiones principales:
La verdadera autoestima se revela sólo en la acción y la confrontación con la realidad: sólo puede crearse a través del encuentro con el fracaso y el éxito, la aprobación y el rechazo Si no, es el no sabe-no contesta, como dicen los especialistas en sondeos de opinión: no sólo somos lo que proclamamos o imaginamos ser; no siempre hacemos lo que decimos que vamos a hacer. La verdad de la autoestima también se sitúa en el terreno de la vida cotidiana, y no sólo en las alturas del espíritu.
La autoestima facilita la acción: uno de los síntomas de las autoestimas frágiles consiste en la complicada relación con la acción. Las personas con baja autoestima la temen y rechazan (es la procrastinación), porque temen mostrarse débiles y traicionar sus límites. O bien se la busca como medio para obtener la admiración y el reconocimiento, pero sólo se la concibe como acción triunfante, successful, como dicen los estadounidenses.
El doctor Roger Vittoz nació en 1863 en Morgues (Suiza), en la ribera del lago de Ginebra. Estudió la medicina ortodoxa y ejerció como internista en Suiza. Murió en 1925. Observaciones muy precisas lo condujeron a construir su método terapéutico. Se dio cuenta de que muchos enfermos presentaban sólo trastornos funcionales, sin lesiones orgánicas. Esto lo llevó a interesarse cada vez más en los enfermos nerviosos y a buscar las causas de sus alteraciones.
Contemporáneo de Freud e interesado por sus trabajos y los de su amigo Breuer sobre la histeria y el tratamiento hipnótico, Vittoz practicó él mismo por un tiempo la hipnosis. Pero terminó por abandonarla, decepcionado por la inestabilidad de los resultados obtenidos e impresionado, sobre todo, por el estado de pasividad de los enfermos.
Comenzó a tratar entonces a sus pacientes según los principios cuya elaboración y métodos de aplicación están expuestos en la única obra que nos dejó, escrita por su propia mano: Tratamiento de las psiconeurosis mediante la reeducación del control cerebral. En sus “Notas y pensamientos”, redactadas por sus amigos y colaboradores, se reflejan bien los rasgos de carácter y la manera de pensar de Vittoz, hombre de mucha bondad, corazón e inteligencia. Se decía de él que su pasión dominante era hacer el bien. Solía decir: “No tengo derecho a rechazar enfermos, hay que ir hasta el límite…” Llegó así al límite extremo de sus fuerzas humanas, no quedándole ni el tiempo ni la energía para redactar las notas que destinaba a sus colegas.
El rescate por la sensación
Mostrar una vía de curación alternativa a quienes sufren enfermedades nerviosas – “neurastenias”, como se llamaban a comienzos del siglo – y sus múltiples secuelas psicosomáticas, mediante la práctica del control cerebral, era el objetivo del doctor Vittoz. Él la expuso en un pequeño volumen, “dirigido sobre todo al enfermo”, publicado en 1911. Esta obra, que iba ya en su undécima edición 70 años después, ha sido desde entonces fuente de inspiración y rescate para terapeutas y pacientes. A pesar de que el método Vittoz” es una experiencia que no se explica, sino que se vive, intentamos aquí transmitir una vivencia de sus aspectos fundamentales.