Con una consciencia meditativa sabemos cómo abordar cada experiencia y, por consiguiente, no caemos atrapados por expectativas, frustraciones ni decepciones.

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Desde una perspectiva concluyente, sólo existe la consciencia o atención pura. La consciencia admite todas las pautas, toda la experiencia. En cuanto las “experiencias” se filtran por los sentidos y empiezan a acumularse pautas de percepción,  todas las imágenes, recuerdos y representaciones forman lo que llamamos “consciencia”. Esto no significa que aparece una consciencia substancial, original o específica. Creemos que hay una consciencia, pero ésta es tan sólo una colección de pautas que se han acumulado como el polvo: esta acumulación es lo que llamamos “yo”. Si pudiéramos barrer todas estas pautas como si de vaciar la mente se tratara, no encontraríamos absolutamente consciencia alguna. Sólo queda la consciencia, la consciencia presente, que siempre se halla disponible en el interior de nuestro cuerpo, el interior de nuestra energía.

Alumno: ¿Cómo sé que me encuentro en un estado de atención consciente? ¿Me lo dirán mis sensaciones?

Rimpoche: No. Las sensaciones están en la consciencia. Cuando somos conscientes de algo, esto tiene lugar dentro de la consciencia –percibimos conscientemente la existencia de árboles y montañas, y así sucesivamente-. Organizamos en abstracto nuestra experiencia según determinadas pautas por medio de palabras y conceptos, imágenes e ideas, pero el elevado estado meditativo de consciencia no existe dentro de la consciencia misma. Va más allá del conocimiento sensorial, más allá de los símbolos, conceptos, ideas. Sin esta más profunda consciencia, y aunque puede que en la meditación experimentemos sensaciones positivas, de mucho júbilo, seguimos estando bajo el dominio de nuestras acciones habituales.

Alumno: Estoy algo desconcertado, entonces, con respecto a la meditación que se concentra en algo en particular, como en el caso de la visualización o las instrucciones de un maestro de meditar de cierta manera.