La Realidad

La Realidad

amanecer

La Realidad o lo Absoluto

La razón superior del hombre ha reconocido siempre que la Realidad es Aquello cuya vida constituye la vida de todas las formas. Esta realidad ha de ser, necesariamente, única, que en diversidad de grados y multitud de formas se manifiesta en la Naturaleza. Todos reconocemos que la Vida es una caudalosa corriente dimanante de un eterno manantial cuya naturaleza desconocemos y algunos dicen que es incognoscible.

Las discrepancias y la confusión comienzan cuando comenzamos a analizar la Realidad:

–          Los materialistas dicen: la única Realidad es la materia existente por sí misma, infinita, eterna, que entraña las potencialidades de la materia, la energía y la mente.

–          Otra escuela, muy semejante a la materialista, opina que la única Realidad es la energía de la que la materia y la mente son modalidades vibratorias.

–          Los idealistas afirman que la única Realidad es un algo al que llaman Mente, y que la materia y la energía son ideas concebidas por dicha Mente.

–          La escuela naturalista dice que la Naturaleza, que continuamente se manifiesta en innumerables formas, es la única Realidad.

–          Los teólogos aseguran que la única Realidad es Dios, un Dios personal a quien atribuyen ciertas cualidades y características, que varían según las religiones.

–          Y por fin los ocultistas místicos en sus diversas escuelas enseñan que la única Realidad es la Causa sin Causa, es lo Absoluto, es Aquello en quien vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, y que es, al mismo tiempo, fuente de la materia, de la energía y de la Mente. Porque, ¿de dónde sacaría el Creador el material para el universo sino de sí mismo?, ¿de dónde la energía sino de su propia vida?

A los materialistas refutaron las investigaciones sobre  el indivisible átomo que está constituido por infinitesimales partículas de materia que probablemente no son más que electricidad condensada. Tampoco podemos concebir una energía que no actúe en la materia y esté sujeta a sus leyes; pero ¿son posibles las leyes sin legislador y un legislador sin inteligencia y sabiduría de lo legislado? Además, la mente, ¿no está combinada con la materia y la energía y sujeta a leyes externas, pero variables e inconstantes, cuyos atributos no pueden sino pertenecer a la única Verdad, que es Dios? Luego la materia, la energía y la mente son apariencia y relatividad de Aquello que es mucho más fundamental y eterno, y que los ocultistas llaman Espíritu.

HERMES

HERMES

Hermes

Los Misterios de Egipto

¡Oh, alma ciega! Ármate con la antorcha de los Misterios, y en la noche terrestre descubrirás tu Doble luminoso, tu alma celeste. Sigue a ese divino guía, y que él sea tu Genio. Porque él tiene la clave de tus existencias pasadas y futuras.

(Llamada a los iniciados, del Libro de los Muertos).

Escuchad en vosotros mismos y mirad en el Infinito del Espacio y del Tiempo. Allí se oye el canto de los Astros, la voz de los Números, la armonía de las Esferas.

Cada sol es un pensamiento de Dios y cada planeta un modo de este pensamiento. Para conocer el pensamiento divino, ¡oh, almas!, es para lo que bajáis y subís penosamente el camino de los siete planetas y de sus siete cielos.

¿Qué hacen los astros? ¿Qué dicen los números? ¿Qué ruedan las Esferas? ¡Oh, almas perdidas o salvadas!: ¡ellos dicen, ellos cantan, ellas ruedan, vuestros destinos!

(Fragmentos de Hermes)

I.- La Esfinge

Frente a Babilonia, metrópoli tenebrosa del despotismo, Egipto fue en el mundo antiguo una verdadera ciudadela de la ciencia sagrada, una escuela para sus más ilustres profetas, un refugio y un laboratorio de las más nobles tradiciones de la Humanidad. Gracias a excavaciones inmensas, el pueblo egipcio nos es hoy mejor conocido que ninguna de las civilizaciones que precedieron a la griega, porque nos vuelve a abrir su historia, escrita sobre páginas de piedra. Se desentierran sus monumentos, se descifran sus jeroglíficos, y sin embargo, nos falta aún penetrar en el más profundo arcano de su pensamiento. Ese arcano es la doctrina oculta de los sacerdotes. Aquella doctrina, científicamente cultivada en los templos, prudentemente velada bajo los misterios, nos muestra al mismo tiempo el alma de Egipto, el secreto de su política, y su capital papel en la historia universal.

Nuestros historiadores hablan de los faraones en el mismo tono que de los déspotas de Nínive y de Babilonia. Para ellos, Egipto es una monarquía absoluta y conquistadora como Asiria, y no difiere de ésta más que porque aquella duró algunos miles de años más. ¿Sospechan ellos que en Asiria la monarquía aplastó al sacerdocio para hacer de él un instrumento, mientras que en Egipto el sacerdocio disciplinó a los reyes, no abdicó jamás ni aún en las peores épocas, arrojando del trono a los déspotas, gobernando siempre a la nación; y eso por una superioridad intelectual, por una sabiduría profunda y oculta, que ninguna corporación educadora ha igualado jamás en ningún país ni tiempo? Cuesta trabajo creerlo. Porque, bien lejos de deducir las innumerables consecuencias de ese hecho esencial, nuestros historiadores lo han entrevisto apenas, y parecen no concederle ninguna importancia. Sin embargo, no es preciso ser arqueólogo o lingüista para comprender que el odio implacable entre Asiria y Egipto procede de que los dos pueblos representaban en el mundo dos principios opuestos, y que el pueblo egipcio debió su larga duración a una armazón religiosa y científica más fuerte que todas las revoluciones.

Hermes Trismegisto

Hermes Trismegisto

De los libros de Hermes, el Tres veces Grande, procedentes del país del Nilo, han quedado muy pocos datos y escasos originales dignos de auténtica fe.

Según antiguas crónicas, en la famosa Biblioteca de Alejandría, durante el reinado de la última dinastía de los Tolomeos, se guardaban de Hermes, el más sabio maestro de la antigüedad, 42 libros esotéricos que resumían toda la sabiduría de las edades.

Mas, después de la inmensa catástrofe que significó el gran incendio que asoló dicha Biblioteca a raíz del desembarco de la armada romana de Julio César en el puerto de Alejandría, no se pudo recuperar sino algunos fragmentos que se suponen son derivados de fieles traducciones griegas efectuadas por escribas y eruditos por encargo de los faraones Tolomeos.

Ellos son El Pymander, El Kybalión, ciertos libros de poemas sueltos y El Libro a la Salida de la Luz del Día, más conocido como Libro de los Muertos, por haberse encontrado ejemplares de él dentro del sarcófago de las momias de algunos destacados egipcios. Algunos fragmentos sueltos proceden de citas
de las que fueron depositarias diversas escuelas de la época: gnósticas, teosóficas, platónicas, herméticas o eclécticas, acogidas en Alejandría y más tarde agrupadas e interpretadas bajo el título genérico de Libros de Toth-Hermes.

Tales libros de Toth circularon profusamente durante el período de dominación romana por los tres continentes de África, Europa y Asia cercana bajo el lema de Copus-Herméticum en traducción latina la que, unida a la griega, a otras de procedencia árabe y a las egipcias en lengua popular, han llegado hasta nuestros días.

La línea esencial de toda la ideología hermética es la afirmación básica de un solo inmenso dios y de una sola religión raíz, científica y filosófica, a la que servían sabios moral y espiritualmente excelsos, ya que no podía encarnar tan elevada doctrina en quien no estuviera dotado de verdadera experiencia espiritual. Así
lo justifican los sabios herméticos.

De ello se infiere que las verdades herméticas no podían transferirse integralmente más que a través de un auténtico y probado merecimiento.

Citas de El Kybalión

Citas de El Kybalión

CitasDeElKibalionLos labios de la sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender.

Los siete principios Herméticos:

I.- El principio del mentalismo.
II- El principio de correspondencia.
III.- El principio de vibración.
IV.- El principio de polaridad.
V.- El principio del ritmo.
VI.- El principio de causa y efecto.
VII.- El principio de generación.

El principio del Mentalismo: el TODO es mente: el universo es mental.

El principio de Correspondencia: Como arriba es abajo; como abajo es arriba.

El principio de Vibración: Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra.
Para cambiar vuestra característica o estado mental, cambiad vuestra vibración.

El Principio de Polaridad: Todo es doble; todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos; los semejantes y los antagónicos son lo mismo. Los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado. Los extremos se tocan; todas las verdades son semi verdades. Todas las paradojas pueden reconciliarse.

Para destruir un estado de vibración no deseable, póngase en operación el principio de polaridad y concéntrese la atención en el polo opuesto al que se desea suprimir. Lo no deseable se mata cambiando su polaridad.

El principio del Ritmo: Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso; todo asciende y desciende: todo se mueve como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha, es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda: el ritmo es la compensación,

El Ritmo puede neutralizarse mediante el Arte de la Polarización.

El principio de Causa y Efecto: Toda causa tiene su efecto: todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la Ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a una ley no conocida; hay muchos planos de causalidad, pero nada escapa a la Ley.

Nada escapa al principio de causa y efecto, pero hay muchos planos de Causación y uno puede emplear las leyes del plano superior para dominar a las del inferior.

El sabio sirve en lo superior, pero rige en lo inferior. Obedece a las leyes que están por encima de él, pero en su propio plano y en los que están por debajo de él rige y ordena. Sin embargo, al hacerlo, forma parte del principio en vez de oponerse al mismo. El sabio se sumerge en la Ley, y comprendiendo sus movimientos, opera en ella en vez de ser su ciego esclavo. Semejante al buen nadador, va de aquí para allá, según su propia voluntad, en vez de dejarse arrastrar como el madero que flota en la corriente. Sin embargo, el nadador y el madero, el sabio y el ignorante, están todos sujetos a la ley. Aquel que esto comprenda va en el buen camino que conduce al Adeptado.