Los antiguos textos que tratan el tema del Yoga de la Energía, o Kundalini, están plagados de pasajes crípticos con detalles fantásticos y alusiones ritualistas a innumerables deidades, ejercicios mentales y físicos extremadamente difíciles y a menudo peligrosos, conjuros y fórmulas conocidas técnicamente como mantras, posturas corporales llamadas asanas, e instrucciones detalladas para el control y regulación de la respiración, llamada pranayama. Todo esto expresado en un lenguaje difícil de entender, con gran cantidad de expresiones místicas, las que en lugar de atraer es posible que repelan al alumno moderno. Hablando sinceramente, no hay ningún material ilustrativo posible, ni comentarios antiguos ni modernos, que expresen lúcidamente cuál es la realidad objetiva de los métodos recomendados y cuáles son los cambios mentales y orgánicos que uno puede esperar al final.
El resultado es que, en lugar de volverse instructiva y pragmática , esta ciencia estrictamente empírica está cayendo en el abuso y en el desprestigio. Algunas de las prácticas, que forman parte de un conjunto integrado y sirven como medios para conseguir un propósito definido como los asanas y ejercicios de respiración ahora se consideran en sí mismas resultados ulteriores y apetecidos, haciendo abandono del objetivo fundamental para el que fueron concebidas. Este objetivo es desarrollar un tipo de consciencia que cruza los límites que confinan la mente, llevando la consciencia desde su ámbito concreto de la vida cotidiana a regiones suprasensibles. Influenciados por las exigencias condicionantes de la civilización moderna y desalentados por la actitud generalmente incrédula que predomina en nuestra sociedad hacia la posible evolución de la consciencia en el hombre, los aspirantes actuales a menudo se contentan con algunas pocas posturas y ejercicios de respiración, convencidos de que están practicando un Yoga que los lleva a un desarrollo espiritual.
La descripción de los Chakras o Lotos, de los signos y experiencias sobrenaturales que acompañan al éxito en la práctica, de los milagrosos poderes alcanzables con ella, del origen del sistema y de los diversos métodos, son tan exageradas que nos parece que la idea expresada en la literatura antigua sobre el tema resulta increíble e, incluso, absurda. Es muy difícil para el investigador moderno discernir a través de ese material un conocimiento clarificado, separando la tradición sobrenatural y mitológica que lo acompaña. Si se considera desde el punto de vista de los relatos fantásticos encontrados no sólo en los textos antiguos originales sino también en libros modernos, la energía Kundalini no puede ser más que un mito, una quimera nacida del deseo innato del hombre de escapar a los rigores impuestos por un mundo de causa y efecto rígidamente estructurado, una piedra filosofal inventada para satisfacer ese anhelo, proporcionando una forma viable para la adquisición de la riqueza, de la juventud o de la inmortalidad.
En torno al Centenario de los juegos Olímpicos realizados en Atlanta, la humanidad nuevamente plasma su máxima expresión en el deporte -su práctica y su férrea disciplina por alcanzar las mejores metas- y en la cultura física en general.
Ello no requiere mayores prolegómenos para su presentación. Sin embargo, como señalaba el Sat-Gurú Serge Raynaud de la Ferrière (*), a veces un punto queda por abordar, la razón por la cual el interesado se aplica a tales disciplinas. En todas partes los jóvenes que practican los ejercicios con espíritu deportivo, con el objeto de preparar el organismo a su desarrollo normal, hasta los adultos que están obligados a sujetarse a una disciplina de cultura física para compensar su falta de ejercicio, todo ese tropel de personas que practican la cultura física, jamás la asocian a lo espiritual.
El Dr. Serge Raynaud de la Ferrière concibió la Gimnasia Psicofísica en 1948, y la presentó públicamente en los diversos continentes que recorría, uniendo en la vanguardia las más remotas tradiciones y propiciando así el desarrollo integral del ser humano. Sobre la Yoga se ha escrito una gran cantidad de libros, tanto por orientales como por occidentales, lo mismo que ha sido más o menos traducida una buena cantidad de obras y artículos de los yoghis de renombre. He pensado que podría ser interesante ofrecer un texto sobre la Yoga, vista por un occidental que la ha estudiado y practicado.
Él no ha pretendido crear un método radicalmente nuevo, pues los ejercicios de Gimnasia Psicofísica son, en su mayoría simples y de uso corriente en otros métodos. Es principalmente el enfoque dado a la Gimnasia que lo distingue de los demás, destacándose por el hecho de dirigirse hacia la salud integral del individuo que la practica, a través del desarrollo del equilibrio físico y psíquico.
La Gimnasia Psicofísica está basada, en su mayor parte, en las flexibilizaciones y automasajes de la Hatha Yoga. Todos los movimientos rítmicos que en ella se realizan son expresiones dinámicas de posiciones estáticas del cuerpo, llamadas asanas en la Hatha Yoga. La coordinación entre el movimiento corporal y la respiración exige una concentración de la atención que permite una vivencia del equilibro psicofísico y del autodominio.
Existen actos físicos que repercuten sobre el psiquismo y viceversa, porque el hombre es un ser inseparablemente psicosomático. A través de la Gimnasia Psicofísica, con un énfasis dado a la respiración, con un trabajo usando la elasticidad muscular inherente a la alternancia de tensión y relajación, propia de los ejercicios, el cuerpo entero se purifica y fortalece, reflejándose tal proceso sobre la voluntad y la mente: de ahí la razón de su nombre. Ella prepara para la Hatha Yoga porque es también un precioso auxiliar en la espiritualización del individuo.
La Gimnasia Psicofísica se compone de tres series de ejercicios, 44 en total. Dos series se realizan de pie y una en posición acostada, Debe ser practicada diariamente, de preferencia en la mañana, al salir el sol.
Su práctica produce un bienestar que se extiende durante todo el día, porque genera efectos a nivel físico y psíquico.
A nivel físico:
– Mejora la condición de los músculos, aumenta su elasticidad, resistencia y tonicidad. – Aumenta la capacidad pulmonar. – Beneficia las funciones digestivas y de asimilación. – Intensifica la circulación sanguínea. – Propicia un equilibrio glandular. – Da flexibilidad a la columna vertebral.
A nivel psíquico:
– Permite el desarrollo de las facultades mentales, como la atención, la concentración y el equilibrio emocional.
La Gimnasia Psicofísica puede ser practicada por toda persona, sea o no deportista, desde el niño hasta el anciano, por la mujer de toda edad, por el intelectual, el empleado, el obrero de recios oficios, y el hombre de aspiraciones espirituales. Viene a ser así uno de los métodos básicos para la salud y el mejoramiento permanente emocional y mental. Su práctica durante veinte o treinta minutos, al aire libre, sobre todo después de una ducha fría, constituye una inmejorable disciplina, pues su efecto endocrino y respiratorio se extiende también sin peligro a todo el organismo y a la mente, así como a los resortes de la conducta. Sin embargo, en ningún momento se prohibe hacerla por un mayor tiempo, aun cuando al comienzo de las prácticas debe repetirse siempre en menor cantidad cada movimiento, sin forzar músculos ni tendones, actuando siempre prudentemente.
Su práctica debe hacerse con actitud feliz, como lo ejemplifica el Sublime Maestre, para impregnarse de paz y serenidad combinada con la armonía física y espiritual. En los Ashrams (colonias de perfeccionamiento) y en los Centros de Estudio de la Gran Fraternidad Universal, constituye dicha gimnasia una disciplina básica, practicada indistintamente por los yoghis más avanzados o por personas que no habían practicado nunca en su vida la menor cultura física. También los alumnos universitarios la practican para mejorar su coeficiente mental, y numerosas dueñas de casa asisten a los Institutos de Yoga y Cultura Psicofísica de la G. F. U. con el principal propósito de mejorar su salud y su aspecto estético.
Los beneficios obtenidos, tanto en lo físico, emocional y mental, como en lo espiritual, se hacen sentir en muy poco tiempo. Como dice el Sublime Maestre en sus obras Los Grandes mensajes, y Yug, Yoga, Yoghismo: … No se trata solamente de un entrenamiento con miras a suavizar los músculos, aunque este objetivo es muy loable y muy bueno en sí, ya que nuestro cuerpo es el vehículo de nuestro espíritu, nuestro instrumento de trabajo, y la primera condición de una salud interior es mantenerlo sano y vigoroso. Durante los treinta minutos que dura esta cultura física, el espíritu no queda en el letargo y es el momento para cada cual de impregnarse de paz y serenidad para el día que se inicia, al contacto de estas fuerzas cósmicas representadas por el primer rayo del sol naciente. Se da uno cuenta fácilmente del papel cósmico del hombre, de la necesidad que tiene para su propio bien de identificarse, lo más posible, con la Creación, muy personalmente, desde lo más profundo de sí. He aquí el equilibrio de cada cual, encontrada su “densidad” necesaria para el cumplimiento de la tarea diaria.
Después de un mes con esta disciplina, el aprendiz de yoghi puede pasar a la práctica de otros ejercicios que llevan a la perfección. Continuando esta cultura física, el estudiante se sentirá un poco desilusionado de la vida materialista y será capaz de formarse una idea de la práctica Yoga.
La Gimnasia Psicofisica expuesta por el Dr. Serge Raynaud de la Ferrière es un legado de la Gran Fraternidad Universal a toda la humanidad. Llegará el día en que todos tendrán más salud, fuerza y belleza gracias a la disciplina Psicofísica como práctica cotidiana. Será una bendición matutina de energía y vida, pues en un cuerpo purificado deberá florecer una mayor conciencia espiritual.
NOTA
* El Sublime Maestre Dr. Serge Raynaud de la Ferrière, fundador de la Gran Fratemidad Universal, graduado en varias disciplinas científicas, ha sintetizado en sus obras la sabiduría oriental y occidental. En uno de sus tantos libros, Yug, Yoga, Yoghismo, adapta al occidente la sabiduría milenaria del Yoghismo, con plena autoridad de Sat-Gurú.
Uno de los aspectos de la relación entre un verdadero gurú y su discípulo menos comprendido y explicitado es el hecho de que, a través de esta relación, el discípulo es conducido a enfrentarse a una profunda crisis. Su futuro entero depende de cómo afronta la crisis, de la calidad de la actitud emocional, de la profundidad de la comprensión y del carácter de la voluntad que él aporta.
Una crisis es casi inevitable porque cuando el discípulo encuentra a su guía espiritual, trae a este encuentro no solamente un deseo ardiente de crecimiento interior – o quizá sólo una devoción intensa y fascinada por el gurú – sino también el residuo kármico de su pasado, y no solamente del pasado de su vida actual. En su aspiración a una vida y a una consciencia más espirituales, el discípulo ha olvidado este pasado. De hecho, probablemente jamás se ha dado cuenta del peso de este pasado kármico e, inconscientemente, desea vivamente no enfrentarlo en ese momento en el que todo a lo que él aspira es luz y divinidad. El ego de todo individuo o bien no ha tomado consciencia de este pasado antiguo, o bien encuentra de forma semi-inconsciente los medios para tergiversarlo y evitar la dura confrontación con sus antiguos pecados de comisión y, lo que es más, de omisión. Es como un hombre de ley que trata de darle la vuelta a la ley, pero que se sentiría estupefacto si se le dijera que lo hace deliberadamente.
Con mayor fuerza aún de lo que puede efectivamente hacer, decir o sugerir, la presencia del gurú focaliza sobre el discípulo la cosecha kármica del pasado de este último. De manera impersonal, y quizá con una profunda tristeza y compasión, el gurú provoca situaciones que fuerzan al discípulo, probablemente a la espera ávida de revelación y de iluminación, a encarar decididamente las tinieblas de un pasado de indolencia, de egoísmo o de fracaso espiritual, quizá olvidado desde hace tiempo. El discípulo llega a verse cara a cara con lo que, en los casos más extremos, ha sido descrito bajo la forma del Monstruoso Guardián del Umbral (en la conocida novela de Bulwer Lytton: Zanoni). En todos los casos se enfrenta a una crisis; y la palabra crisis viene de una raíz griega que significa decidir. Uno puede llegar hasta el origen de esta raíz más universal Kri que encontramos en el nombre del Gran Avatar de la tradición india, Krishna, y en el de nuestra manifestación divina occidental, Cristo. En Java se llama kris a una corta espada o daga de forma particular.
El Cristo ha traído a los hombres no la paz, como él mismo ha dicho, sino la espada de la separación. En su origen, Krishna fue conocido en la India como un gran hombre de estado que, por su diplomacia consumada, condujo cara a cara y con fuerzas iguales a los dos grandes clanes de la casta de los Guerreros que habían reducido al país a un constante campo de batalla. En la llanura del Kurukshetra, los dos clanes se enfrentaron y se aniquilaron recíprocamente. Fue el fin del poder de la casta de los Guerreros y el alba de la Gran Era de la Filosofía dominada por el poder de la casta de los Brahmanes.
Y haya sido esto un mito o un hecho, debería hacernos caer en la cuenta de que, cualquiera que sea su forma y cualesquiera que sean las circunstancias, el gurú divino aporta en un momento dado al pueblo donde ha nacido una crisis espantosa que fuerza a los hombres a decidir. En el Bhagavad Gita, en las vísperas de la gran batalla de Kurukshetra, Krishna se enfrenta con su discípulo Arjuna quien, viendo a sus amigos y a sus parientes en los dos campos, se prepara a escapar del problema y a rechazar el combate. Krishna lo enfrenta con su dharma de guerrero; Arjuna toma su gran decisión y la batalla es ganada. Pero quién ha ganado? No el ejército victorioso, tampoco el ego victorioso de Arjuna el guerrero. Sólo el espíritu gana, en el alma y en la consciencia de Arjuna y en una India relativamente liberada, por un tiempo al menos, de los conflictos y pasiones de la casta de los Guerreros.
El Espíritu divino Cristos – también ganó por el coraje y el sufrimiento de Jesús, el Hijo del Hombre. Pero esta victoria no existía más que en el dominio de los Arquetipos; la Gran Guerra se desató después, en la consciencia planetaria de la humanidad y en lo más profundo del corazón de todos los hombres que juran en el nombre de Cristo, pero que permanecen dormidos y traicionan al Espíritu de Cristo, del mismo modo que el apóstol Pedro y la Iglesia fundada en su nombre simbólico han traicionado al Maestro que pretendían adorar. La Gran Guerra espera aún su Kurukshetra. La decisión radical aún no ha sido tomada, excepto por algunos individuos por aquí y por allá.
Es verdad que algunas pequeñas decisiones válidas son tomadas por individuos y grupos en un momento o en otro; pero, mientras el problema no sea verdaderamente central, la decisión no será suficientemente radical; no alcanza a la raíz misma del individuo y no exige aún la crucifixión irreversible del individuo como ego y señor de todo lo que cae bajo el imperio de su poder autocrático. El individuo fuerte cuyo espíritu es abierto y sabio puede no tener necesidad de un gurú para forzarlo a enfrentarse con su karma. Al que es fuerte, la vida misma le responde mediante circunstancias constrictivas e ineluctables. El discípulo que se fía de su centro interior y de su divinidad potencial puede precipitar él mismo las confrontaciones engendradas por una crisis tras otra. Pero siempre hay peligro: bajo la presión y la tensión, el discípulo puede tomar una decisión por puro agotamiento interior, puede deslizarse en la enfermedad o en una muerte prematura. Pero quizás no haya malas decisiones si son sinceras y abiertas a lo que pueda suceder y si los resultados son colocados sobre el altar interior de su propia dedicación a lo divino, para que Dios las acepte o las rechace.
El gurú, sin embargo, está siempre presente detrás de la escena, incluso si no se percibe su presencia ni se oye su voz en los abismos terroríficos de la profunda noche del Alma de la que han hablado numerosos místicos. El discípulo no dispone más que de un arma: la espada de su voluntad pura. Sólo él puede manipular esta espada, no para cortar ningún nudo gordiano mítico como lo hizo el joven Alejandro el Conquistador, sino para cortar la cuerda que ha tejido su propio ego para amarrar el bajel de su consciencia a un muelle seguro y confortable. Si el bajel es soltado a las corrientes y tempestades del inmenso mar del dominio astral que no puede ser alcanzado más que a través y más allá de la materialidad sólida de nuestro mundo cotidiano, la vida del individuo auto consagrado experimenta crisis radicales.
Las crisis son umbrales que hay que atravesar; lo que cuenta es la cualidad del movimiento a través, es decir, del movimiento que conduce al otro lado. Que podamos tropezar, caer o ser duramente magullados o cometer trágicos errores y herir a los demás, es inevitable en la mayor parte de los casos. La principal diferencia entre la victoria y la derrota, al menos temporal, reside en nuestra cualidad de ser. Esta cualidad de ser es más profunda que la simple motivación consciente ya que no se ha dicho acaso: El infierno está pavimentado de buenas intenciones? Por cualidad de ser yo entiendo lo que no podemos impedirnos hacer, sentir o pensar porque somos eso. La victoria llega a fin de cuentas porque todo en nosotros y más allá de nosotros el equilibrio total de poder en el campo de actualización del Alma, en el que participa nuestro sí mismo personal – todo se focaliza en el hecho de decir un sí o un no esencial.
El precio de las victorias espirituales es casi inevitablemente el sufrimiento; pero, ahí también, todo depende de la calidad del sufrimiento o, se podría decir, de aquello a lo que está vinculado el sufrimiento. Puede estar vinculado a una voluntad de victoria sobre la dominación del ego o a una decisión obstinada, tomada por el ego, de guardar el control sobre todo lo que desafía su poder, o a un sentimiento de fracaso o de impotencia que puede, en algunos casos, convertirse en voluntad semi-consciente de auto aniquilamiento.
Hay que establecer una diferencia entre sufrimiento y dolor. Todo organismo vivo tiene la experiencia del dolor cuando algunas de sus funciones vitales o la integridad del cuerpo son puestas en peligro. La Naturaleza inflige el dolor a todos los organismos vivos cuando éstos son sometidos a sus procesos más o menos violentos, sus tormentas, sus sequías o inundaciones. La implacable ley de la biosfera, comer o ser comido, produce el dolor en todas partes. Dolor que, en ciertas condiciones, e incluso en el reino vegetal, puede ser compartido por otros organismos que vibren en simpatía.
Los seres humanos tienen también la experiencia del dolor físico, en circunstancias naturales que afectan al sistema nervioso. Pero, con el sufrimiento, alcanzamos otro nivel de sentimiento, porque el sufrimiento implica una consciencia más o menos individualizada del dolor, no solamente del dolor físico, sino también del vinculado con los deseos, objetivos y expectativas personales de la potencialidad de desarrollo y crecimiento espiritual del individuo. Cuando un individuo rompe su esclavitud respecto a los demás y al ritmo instintivo de su participación en la naturaleza, cuando pone prioridad en el desarrollo de la mente y del poder social, del prestigio, del renombre y de la riqueza en una sociedad competitiva, sin tener en cuenta cómo esto afectará a la armonía natural y al buen funcionamiento de sus funciones biológicas y de sus funciones emocionales, él mismo está invocando de ese modo al sufrimiento.
El que sigue la vía transpersonal y está firmemente decidido a entrar en el sendero de la transformación total, puede esperar tener el sufrimiento como compañero de ruta. Ha entrado deliberadamente en un proceso de transición. Se ha colocado en posición neutra, de forma que pueda ser capaz de cambiar a una velocidad superior; y el cambio raramente se hace con suavidad porque, al contrario de lo que ocurre en un coche que funciona bien, cada posición del engranaje se resiste al cambio; en lugar de un tipo de lubricante que facilitaría el desplazamiento, cada diente del engranaje se rodea de una masa de partículas que se oponen al movimiento. De ello resultan frecuentemente duros y potencialmente destructores chirridos, en particular si no hay un conductor experimentado para enseñar al novicio.
De toda transición entre dos estados resulta el sufrimiento; y el sufrimiento es mayor cuando el miedo, un apego al pasado o una avidez exuberante de desbocarse hacia delante, introducen en el proceso tensiones, conflictos interiores o falsas expectativas, lo cual es corriente en nuestro mundo. En nuestra sociedad occidental, el individuo se ve atrapado en un proceso colectivo de transición, la transición histórica entre el estado tribal arcaico de la vida natural puesta al unísono con los ritmos de la biosfera – estado en el que la tribu entera tiene una psiquis y una voluntad comunes cuando afronta cuestiones fundamentales – y el estado de individualización al menos relativo de cada persona, teóricamente independiente y responsable de su crecimiento hacia una forma ideal trascendente. La individualización conduce a conflictos entre los individuos supuestamente autónomos, orgullosos de su diferencia, ávidos de expansión y de franquear todos los obstáculos; y los conflictos engendran el género de sufrimiento que está basado en el miedo, las privaciones y un sentimiento humillante de fracaso. O la decepción y el vacío que frecuentemente siguen después del éxito y del renombre.
El individuo que avanza por la vía transpersonal puede no tener que experimentar todo el sufrimiento que sus sentimientos no cesan de causar, en un momento o en otro, en los niveles psíquico y psicosomático, pero ha salido, al menos parcialmente, de la rueda éxito-fracaso social, para entrar en otra forma de transición que es igualmente radical. En las profundidades de su consciencia, ha dejado los niveles biológico y social hacia los cuales su voluntad no puede ya funcionar de manera exclusiva y natural; pero opera siempre como organismo biológico e, incluso aunque se defienda, todavía está condicionado por la cultura que le ha provisto de un lenguaje específico, de esquemas de pensamiento, sentimiento y comportamiento. Tres niveles de consciencia, de actividad y de voluntad hablan cada uno su propio lenguaje en el discípulo que se encuentra en el Sendero. Cómo no va a haber discordias interiores y sufrimientos mientras no se haya, como dicen los budistas, alcanzado la otra orilla?
Dura travesía! Es prácticamente imposible efectuar esta travesía si el aspirante no ha sido preparado para ello, por aquellos que han pasado ya al otro lado de la orilla y que, después de haber dejado las instrucciones al novicio, lo vigilan y están prestos a guiarlo y quizá a asistirlo, incluso aunque el viajero no lo note y no lo sepa. Sin embargo, por muy apoyado que se encuentre, él es el único que debe efectuar la travesía, es el único que debe batirse contra la potente corriente de la entropía material, contra la lasitud apabullante, la soledad y un sentimiento insidioso de futilidad. Debe aceptar el dolor y sobreponerse a los golpes que hieren los nervios tensos y prestos a estallar.
Todo individuo puede seguir la vía ancha de la evolución planetaria presa en las lentas oscilaciones de las masas del género humano. Este movimiento presenta un carácter cíclico pero eminentemente repetitivo. Debe haber una repetición porque la persona que avanza o que, quizá retrocede – en este camino es con frecuencia bamboleada por las altas y las bajas de la marea evolutiva. En el mejor de los casos, utiliza su voluntad para intentar permanecer en la cresta de las olas, si es que hay crestas. Los ciclos van y vienen, una persona sucede a otra; y, aunque el Alma a la cual están ligadas por hilos magnéticos vele y trate de crear una mayor intimidad, estas personalidades sucesivas no responden más que débilmente. El fuego de la voluntad divina quema poco a poco en sus tibias emociones, siempre tan normales; o bien causa estragos durante un momento y luego se apaga sumergido por las presiones de la mediocridad circundante incapaz de llevar a cabo un compromiso tímido y pasajero.
Entonces, desafortunadamente hay que volver a comenzarlo todo; a repetir, con frecuencia, el pasado que ha dejado tantos asuntos pendientes. Es tan difícil para los círculos convertirse en espirales en el momento necesario ! Solamente es posible cuando una fuerza centrífuga actúa firmemente para vencer la inercia del movimiento circular. Esta fuerza es la voluntad prometéica de que todo volver a empezar sea un nuevo comienzo, una liberación fresca, original, espontánea de nueva potencialidad. No hay peor derrota que la derrota por lo idéntico y lo repetitivo; no hay concepto más monstruoso que el del eterno retorno imaginado por la trágica mente de Nietzsche. El Océano de Potencialidad del cual he hablado es infinito: cuando el cristiano dice: Con Dios todo es posible, no hace más que personalizar este infinito Océano del espíritu, ya que el Espíritu es la posibilidad de enfrentarse a toda necesidad con una voluntad fresca y siempre renaciente, a través de la cual una nueva potencialidad de respuestas es movilizada y focalizada. Su mano sostiene efectivamente la espada, pero el Espíritu pondrá en acción la mano si la consciencia del hombre está preparada para permitirle actuar. Entonces el objetivo será alcanzado.
Siempre debemos estar listos para aceptar lo totalmente inesperado, lo milagroso. Jamás debemos sentirnos completamente vencidos. Siempre puede haber una nueva aurora, totalmente diferente de todas las auroras precedentes; pero tenemos que tener la fe. La fe es el sentimiento intuitivo, incontestable, aunque sea intelectualmente inexplicable, en que el Océano de Infinita Potencialidad nos rodea; vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser en él, pero la mayor parte de nosotros rechaza sentir y ver, pues estamos fuertemente amarrados en nuestra agitación frenética, en nuestro miedo, en nuestra concentración masoquista y en nuestra dosis de sufrimiento. Este sufrimiento es una pura pérdida e incita a una repetición sin fin. Tenemos que aquietarnos y sentir el silencioso sonido de las vastas mareas del Espíritu que merodean en las costas de nuestra consciencia o que baten quizá las recortadas rocas de nuestro orgullo y de nuestra avidez. Debemos volver nuestra consciencia hacia este mar interior y tratar de sentir el fin de un ciclo de experiencias, avanzando apaciblemente hacia el comienzo, aún impreciso y no centrado, de un nuevo ciclo. Debemos osar evocar la potencialidad de un comienzo esencialmente nuevo y, para nosotros, sin precedentes. Tenemos que convertirnos en el altar y en el sacrificio; y el perfume y la ofrenda incandescente de nuestro pasado, e incluso los recuerdos más delicados, se elevarán hasta los dioses; y los dioses responderán, ya que ellos son las formas radiantes de las nuevas potencialidades, cuando se nos ofrecen a nuestros ojos abiertos. Son nuestro mañana luminoso, si aceptan descender y nacer en nuestro fuero más interno.
Estas palabras pueden parecer hiper simbólicas, místicas y lejanas para el lector cuya consciencia sea presa de los engranajes aparentemente desesperados de la vida ciudadana; sin embargo, cada cual debería poder traducirlas en la lengua particular de su vida personal. No debería ser difícil encontrar, en nuestras relaciones, gentes que, durante su juventud, en su madurez o el alba de su vejez, estén o se hayan enfrentado con una crisis que haya modificado radicalmente el esquema de su vida: la muerte repentina o dolorosa del cónyuge, un divorcio, una enfermedad, un trágico accidente, la pérdida del hogar, los hijos que se van para casarse o, simplemente, el retiro después de una vida de intensa actividad Crisis, las hay sin fin; en cada caso llegan en circunstancias diferentes. Pero todas tienen un punto en común: representan un reto a nuestros deseos, a nuestro poder de imaginación y a la voluntad de volver a comenzar.
Podemos rechazar el reto y, con el sentimiento agudo de que la vida se ha quedado vacía y desprovista de sentido, arreglárnoslas para morir más o menos cómodamente, quizá a cuenta de la felicidad o del dinero de alguien, quizá vengándonos inconscientemente de los demás por el fracaso de nuestra propia fe. O bien podemos partir hacia una Riviera y gozar del sol o jugar al bridge mientras nos dedicamos a chismorrear en un hotel de moda. Si hacemos eso, qué sucede con nuestro talento, con nuestra energía o con la riqueza y la influencia que tenemos? Dejaremos de actualizar nuestras potencialidades inherentes de consciencia y de desarrollo de la personalidad porque hemos sido vencidos por las circunstancias? Pero estas circunstancias han llamado a nuestra puerta simple y únicamente para ofrecernos un nuevo renacimiento!
El que no renace con una nueva fe y un nuevo sentido de potencialidad después de una crisis fundamental, ha aceptado la derrota. Regresar al statu quo, a las fronteras de antes de la guerra, o a los buenos viejos tiempos es una derrota, incluso si se celebra como una victoria. El hijo pródigo ha regresado a su casa pero con qué?, por qué? No hago alusión a bienes sino al cómo se haya transformado se habrá transformado de manera permanente y radical cuando regresó ? .
Derrota es el único calificativo que debe aplicarse a este despertar de fantasmas, a estos viejos hombres sin imaginación, los atemorizados detentores de privilegios. Cuántas de estas derrotas no habremos visto después de las crisis trágicas de nuestras guerras mundiales? Es el mismo tipo de derrota que ha sido perpetrado por algunos psiquiatras, por la vía de la lobotomía, o de manera menos irrevocable pero esencialmente recubierta de la misma actitud, cuando rechazan las energías de un espíritu en explosión, disfrazado bajo el sutil traje del conformismo. Así una crisis más habrá tenido lugar en vano; una batalla más habrá sido librada sin finalidad o habrá servido acaso para pavimentar la vía hacia un conflicto más total entre fuerzas más exactamente apareadas, como se produjo en el campo de batalla de Kurukshetra hace cinco mil años! Por qué es tan difícil hacer un llamamiento a las nuevas potencialidades de la existencia para recomenzar, para ser una vez más virginal ante el alba que invoca la novedad expansiva?
No sabemos cómo ofrecer ritualmente, en sacrificio – a lo nuevo los frutos de nuestro pasado al cual permanecemos tan apegados; o bien no nos atrevemos, porque los fantasmas del ciclo que termina nos asaltan, nos oprimen y nos bloquean la puerta hacia la nueva posibilidad. Cuánto queremos a estos viejos fantasmas! Nunca hubiéramos podido decir nada agradable sobre nuestro marido, pero ahora que ese pobre John se ha ido estamos perdidas: Era tan maravilloso!. Lloramos, y John reaparece bajo la forma de Paul en el que el fantasma se instala cómodamente. Y la rueda sigue girando: nacimiento, decrepitud, muerte, siempre y para siempre los mismos. Oh conformismo, religión y fantasmas!… con el más grande de todos los fantasmas, el Dios Todopoderoso de nuestras iglesias.
Si, lo repito, Cristo ha venido para traernos la espada de la separación ! Los cielos en nosotros sobre los que ha hablado son el campo de la infinita potencialidad y de la abundancia creadora. Vino para bautizar con el fuego. Nos ha pedido que dejemos tras nosotros y que odiemos todo lo que el conformismo de su tiempo y de su raza aprendió a adorar, nos ha pedido que tomemos nuestra cruz y lo sigamos Su vía conducía a la crisis más total, por lo tanto, potencialmente, a la victoria más completa.
Lo que es necesario es el coraje: el coraje de tener fe en el derecho inalienable y la responsabilidad que tiene el hombre de comenzar de nuevo y sin precedentes; el coraje de despedirse de los fantasmas y de olvidarse de ellos; el coraje de enfrentarse a las aterradoras tinieblas de la noche del Alma, en la certidumbre de que habrá una aurora; el coraje de permitir que su consciencia y su ego sean limados, pulimentados, como una lente perfectamente formada y que permitirá a la luz creadora de la nueva potencialidad focalizarse, de manera precisa, efectiva y justa, en nuestra ipseidad más íntima y, a partir de ahí, liberarse hacia todos. Coraje, fe, y, a lo largo de todo el camino, amor y claridad de espíritu: tales son las exigencias esenciales para el que osa entrar en el Sendero, el sendero de la transformación siempre renovada.
Dane Rudhyar
Extractado por Mario Fernandez de Preparaciones Espirituales para una Nueva Era.- Editorial. Heptada.
El Yoga integral postula la integración completa y dinámica de la personalidad, para lo cual es necesario actualizar la esencia más profunda de nuestra individualidad, el centro único de expresión creativa del Ser. Esta integración, sin embargo, tiene lugar a tres niveles diferentes: la integración psicológica, la integración cósmica y la integración existencial.
La integración psicológica.
Esta supone la armonización de todos los conflictos de nuestra personalidad, en particular de aquellos impulsos, fuerzas y necesidades instintivas inconscientes que se contraponen a la voluntad racional de nuestra mente consciente modelada por las fuerzas sociales y culturales propias de la comunidad a la que pertenecemos.
Nuestro psiquismo puede compararse a una especie de central eléctrica, capaz de generar una enorme cantidad de energía, donde descansa el instinto sexual, el tropismo hacia el crecimiento y el desarrollo, el impulso que nos incita a la expansión ininterrumpida y completa de nuestro ser y a la afirmación de nuestra voluntad de poder. El inconsciente es la morada de los anhelos, los deseos reprimidos y las tendencias verdaderamente creativas; es una región donde coexisten lo vulgar y lo sublime, un dominio en el que el ángel y el demonio se dan la mano, un reino en el que la luz permanece oculta en la oscuridad y en el que la oscuridad puede convertirse en luz.
En los estratos más profundos del psiquismo inconsciente, habita la memoria evolutiva de la raza humana. Allí se hallan almacenadas, en forma de imágenes arquetípicas, las experiencias cruciales de la historia evolutiva de la humanidad. En este nivel, propio de nuestra herencia inconsciente, esperan dinámicamente los símbolos e imágenes de Dios como Padre o como Madre cósmica, del “puer eternus”, del eterno femenino, del anciano sabio, de la bruja malévola, de la serpiente como personificación de los impulsos irracionales y del pájaro como emblema de las elevadas aspiraciones intelectuales del ser humano.
La consciencia racional, en cambio, es el fruto de las fuerzas socioculturales. Por tanto, nuestra concepción del bien y del mal, de Dios y del demonio, del cielo y del infierno, dependen del entorno cultural al que pertenecemos. Nuestra conducta se orienta hacia el logro de aquellos objetivos que concuerdan con los estándares aprobados socialmente, aunque ello suponga la represión de determinados contenidos inconscientes. De esta manera, en el corazón de todo ser humano se libra una incesante contienda entre lo consciente y lo inconsciente, entre el impulso y la ley, una batalla que, cuando supera la capacidad del individuo, genera todo tipo de perturbaciones emocionales.
“El Camino del Éxtasis” indica ciertas vías para llegar a alcanzar una sexualidad en la cual los egos queden sobrepasados y se unan al final al cosmos.
Se podría decir que esta experiencia tiende a establecer un mundo sin fronteras donde la plenitud y el vacío se oponen, según el esquema de toda dialéctica. La plenitud del hombre es activa y, por lo tanto, se disuelve hasta llegar a ser pasiva, en tanto que, inversamente, el vacío de la mujer es pasivo, pero es también atractivo e incita a la actividad. El paso del uno al otro se produce justamente en su equilibrio inmóvil, pero animado subconscientemente por este doble intercambio bipolar, por el cual el activo satura al pasivo que se transforma en activo, y el pasivo es saturado por el activo que pasa a ser pasivo.
La dinámica de estos intercambios se establece en relación inversa a los polos sexo-cerebro del hombre y de la mujer. En el concepto habitual, la polaridades sexuales de la díada se establecen así: el hombre es activo-pasivo, la mujer es pasiva-activa. El hombre es una plenitud que tiende a vaciarse, la mujer es una vacuidad que tiende a llenarse. El hombre actúa expulsivamente para penetrar, la mujer se somete atractivamente para absorber.
La visión transcendental presenta una relación diferente a nivel de las polaridades cerebrales. Aquí es la mujer quien es activa-pasiva y el hombre pasivo-activo. Siendo que precisamente era el hombre que infundía a la mujer, aquí es ella que se infunde en el hombre. Ella posee la intuición actuante y directa de la sophia, la sabiduría, en tanto que el hombre no posee más que la razón que analiza y recibe. El es una consciencia vacía que quiere llenarse; ella es un conocimiento pleno que quiere comunicarse.
A la luz de este análisis, es entonces posible simbolizar las relaciones: sexo de la mujer (SM), cerebro de la mujer (CM), y, por otra parte: sexo del hombre (SH), cerebro del hombre (CH) de la manera siguiente:
Mujer
CM + Cerebro Mujer activo Intuición activa o lucidez de la conciencia separada
El Tantra es un concepto muy revolucionario: el más antiguo y a la vez el más nuevo. Es una de las tradiciones más antiguas y, sin embargo, no es tradicional; incluso es anti tradicional, porque dice: A menos que seas un todo, que seas Uno, no entenderás la vida en su conjunto. No debes permanecer fragmentado; tienes que volverte Uno.
El Tantra es una profunda aceptación, una aceptación total de la vida. Es una visión única, en todo el mundo, en todo tiempo. El Tantra es único. Dice: No desperdicies nada, no estés en contra de nada, no crees ningún conflicto, porque si estás en conflicto serás destructivo contigo mismo.
El Tantra utiliza el acto sexual para integrarte, pero tendrás que adentrarte en él muy meditativamente, olvidando todo lo que has oído sobre el sexo, lo que has estudiado acerca de él, lo que la sociedad te ha dicho, lo que la Iglesia, la religión y tus profesores te han dicho Olvida todo eso e implícate totalmente,