El proceso evolutivo que transcurre entre los polos niño-adulto interviene en todos los aspectos del ser humano y se concreta en la conformación de la personalidad. Este proceso de maduración no está totalmente determinado por el crecimiento cronológico. No se puede precisar dentro de ese marco, pero sí se pueden tipificar las conductas que aparecen progresivamente durante su desarrollo. A continuación, intento establecer las conductas y acciones que se manifiestan a lo largo de este período.
1.- Relación con el medio:
El desarrollo psicológico se inicia cuando el niño logra relacionarse con el medio. Esto lo lleva a tener una experiencia individual y a significar un repertorio de acciones. El aprendizaje de estas primitivas conductas va posibilitando el conocimiento de sí mismo desde una perspectiva muy general y constituye la primera noción del proceso de individuación de la consciencia. Por ejemplo: se tiende a repetir las conductas que producen placer y a evitar las que tengan alguna relación con el dolor. A través de esta repetición de acciones se adquieren los “modelos emotivos básicos”.
La actividad descrita, centrada únicamente en la esfera emotiva interna, genera la familiaridad con los sentidos y con la posibilidad de actuar hacia el exterior. Esto último aún se mantiene dentro de la perspectiva emotiva porque todavía no está claramente diferenciado el yo del entorno. Por esta razón, se siente y observa un objeto como si la existencia de éste dependiera de la percepción. Si la atención del niño se centra en un objeto y lo observa detenidamente, al cubrirlo con un paño, su reacción inmediata es la de desesperarse y llorar. Su respuesta es eminentemente emotiva. Para él, no ver el objeto significa que éste ha dejado de existir.
El siguiente paso consiste en una acción de respuesta al hecho que incomoda. En el ejemplo anterior, el niño intentará buscar detrás de aquello que encubre al objeto deseado. Esto significa que ha entrado en su consciencia un segundo objeto que desempeña una función. Es posible que cada vez que enfrente al segundo objeto, intente buscar algo por debajo de él. Aunque fracase en su búsqueda, no pensará que el primer objeto está en otro lugar, sino que seguirá pensando que ha desaparecido. Es una búsqueda irracional que sólo distingue la función de un objeto y no la posición objetiva de lo deseado.