Queremos agradecer la buena acogida que ha tenido nuestro Sitio. Es grato y estimulante contactarnos con quienes, igual que nosotros, buscan caminos de crecimiento y de evolución. Este propósito nos exige una inteligencia amplia y un pensamiento agudo. Necesita, además, una profunda percepción del ser humano y una compenetración con todo lo que encierra esta naturaleza con la que compartimos nuestro planeta. De ahí que toda enseñanza que pueda ayudarnos en nuestro anhelo es bienvenida.
Nuestro objetivo es darles a conocer textos poco divulgados que nos abran nuevos senderos de reflexión. Algunos podrán corresponder a la cultura cristiana, otros a la budista, la hindú, la musulmana o la judía. Detrás de todas ellas está el esfuerzo del hombre por llegar al conocimiento de la verdad y de aquel Ser Supremo que llamamos Dios. Subimos la montaña por laderas diferentes, al llegar a la cumbre nos encontraremos.
El Oriente tiene mucho que enseñarnos; pero Occidente también tiene grandes maestros espirituales. Cuando hayamos conseguido fusionar la sabiduría de Oriente y Occidente, tendremos una síntesis equilibrada gracias a la cual la humanidad de ambos hemisferios podrá manifestar su plena potencialidad. Oriente y Occidente irán aprendiendo gradualmente a compartir sus conocimientos en beneficio mutuo. En nuestra época actual es una tarea fundamental y necesaria.
Para nosotros es un objetivo lograr una creciente satisfacción en nuestra vida. Esto es posible en la medida que se vayan entendiendo los factores que se oponen a ello. Lo que llamamos felicidad es un estado en el que no hay sufrimiento; pero vemos diariamente que, a medida que avanzan los años, muchas personas van aumentando su sufrimiento.
Debemos tener claro lo que llamamos “sufrimiento”. Muchas personas no creen que sufran, sólo creen tener problemas con el dinero, con la familia, con las relaciones sexuales, con el trabajo, con otras personas, etc. Creen que simplemente viven con tensiones, angustias, inseguridades, temores, resentimientos y todo tipo de frustraciones. Es el paquete que hemos llamado, en nuestro Curso de Crecimiento, “emociones negativas”.
Casi todos los actos que realizamos a diario tienen un carácter rutinario y, en gran medida, se apoyan en hábitos adquiridos y repetidos durante mucho tiempo. También, en forma más esporádica, efectuamos actos que en lugar de dejarnos indiferentes como los anteriores, nos entregan una percepción de plenitud o de malestar.
Hay acciones que nos dejan una grata sensación y luego, al recordarlas, quisiéramos repetirlas nuevamente. Tienen además la característica de ser cosas que no hastían sino que, al revés, dejan un sabor de mejoría, de crecimiento interno. Otro tipo de acciones nos dejan una sensación agradable en el momento, pero, al recordarlas, nos traen malestar. Por ejemplo, llevados de un arrebato de ira agredimos a alguien, es posible que en el momento experimentemos el alivio de una fuerte tensión, pero luego, al recordarlo, surgirá algo que llamaremos arrepentimiento. Entonces comprenderemos que tal cosa no es bueno repetirla porque, además del daño que podemos causar a la otra persona, va en contra de nuestra unidad y crecimiento interno.
Los actos que nos dejan unidad interna tienen siempre estas tres cualidades: – nos sentimos bien al efectuarlos – se los quisiera repetir – se sienten como un mejoramiento personal
Nuestras expectativas del futuro son historias que nos contamos todos los días. Tenemos que diferenciar cuando estas expectativas se basan en la conducta de ciertas personas hacia nosotros – una emoción negativa que estudiamos en nuestro Curso de Crecimiento y cuando se basan en nuestro propio esfuerzo. Es muy distinto esperar que nos llegue algo que deseamos gracias a la buena disposición de alguna persona, a que nos propongamos conseguirlo con dedicación y fuerza de voluntad.
En el segundo caso, estaríamos hablando de “formas de pensamiento” o “profecías autocumplidas”. O aun, como decía alguien: “estamos siendo el arquitecto de nuestro propio destino”. La imagen que podamos hacernos de nuestro futuro determina nuestras motivaciones. Podemos programarnos como perdedor o como ganador. Lo que consigamos lograr depende de lo que pensemos que somos capaces de hacer. A menudo nos autolimitamos, juzgándonos por debajo de nuestras verdaderas capacidades.
Es esencial que nos hagamos una imagen clara y realista del futuro. No se trata de soñar con alcanzar la luna, pero sí de realizar las potencialidades que objetivamente vemos en nosotros. Esto, sin duda, nos obliga a una búsqueda de nuestra identidad, condición indispensable cuando queremos tomar el timón de nuestra vida en nuestras manos en lugar de dejarnos llevar por los acontecimientos.
La visualización es de gran utilidad cuando planeamos nuestro futuro. Proyectamos una imagen nuestra actuando positivamente, sin dudas ni vacilaciones, decididos a enfrentar las dificultades y a superarlas. En este caso no estamos prediciendo el futuro sino construyéndolo. Nuestros intentos de anticiparlo – basados en nuestra experiencia ayudan a configurar la existencia de lo que quisiéramos tener.
Solemos considerar que nos resulta fácil manipular situaciones. Buscamos a aquellos que son menos agresivos, más pasivos que nosotros, para controlarlos y manipularlos, haciendo uso de su pasividad para que nos sigan.
Podemos aparentar incapacidad para empujar a otros a que hagan lo que nosotros no tenemos ganas de hacer. A veces somos amables con los demás sólo para conseguir lo que queremos obtener de ellos, o usamos nuestra simpatía personal para atraerlos a que compartan nuestros puntos de vista.
Cuando observamos de cerca nuestras motivaciones, vemos que a menudo tratamos de manipular para evitar una respuesta negativa. Por ejemplo, al reprender a un niño que está actuando en forma que pueda provocar un peligro, o cuando hacemos notar a un amigo sus errores, somos calificados de crueles o desconsiderados, provocando resentimiento, aunque hayamos elegido nuestras palabras cuidadosamente. De ahí que procuremos usar una forma más gentil para tratar tales situaciones: sobornamos al niño con caramelos, o ignoramos los errores de nuestros amigos para conservar su amistad. Tranquilamente pasamos por alto cosas que sabemos que son incorrectas y que los perjudican.
Ser honesto en aquellas veces en las que recurrimos a la manipulación no es fácil. Pero si expresamos sinceramente nuestros sentimientos y nuestra preocupación por el bienestar de los demás, nos sentiremos libres de poder actuar con naturalidad y de responder apropiadamente a las exigencias de una situación dada. Entonces, nuestros saludables esquemas de pensamiento podrán influir en otros para que sean más honestos en sus propias vidas.
En nuestro Curso de Crecimiento Personal, hablamos de la “Charla Interior”, esa voz que nunca se calla dentro de nuestra cabeza, diciéndonos lo que tenemos o no tenemos que hacer, o traduciéndonos lo que nos acontece, como un guía fastidioso que insiste en hacernos notar lo obvio: “Este es un puente, aquella es una catedral…”
Esta voz interna también desempeña el papel de cuenta-cuentos, o narrador de historias. Nos cuenta historias sobre nuestro pasado y nuestro futuro, intercalando comentarios más o menos ácidos sobre las posibilidades que tenemos de llenar nuestras expectativas, o de corregir las secuelas de nuestros errores pasados.
Dentro de nuestra mente pasa un flujo continuo de comentarios sobre nosotros, sobre los que nos rodean, sobre lo que nos sucede o lo que quisiéramos que nos sucediera. A nivel subconsciente, escuchamos estas historias y – lo que es peor – las creemos. Vamos configurando nuestra vida de acuerdo a ellas. Una historia nos dice que estamos bloqueados, que nos sentimos agotados, sin fuerzas para producir algún cambio que nos saque de ese atolladero? Pues, obramos en consecuencia. Para qué vamos a intentar algo que – de partida – se nos presenta como imposible?
Estas historias se desarrollan en forma mecánica, cono si se escribieran solas. Las escuchamos como algo inevitable que se da de suyo. No se nos ocurre que pudiéramos modificar el guión de esa telenovela para hacerlo más positivo y motivador. No quiere decir que neguemos la existencia de problemas en nuestra vida. De verdad, los hay. Lo que podemos modificar es nuestra manera de encararlos. Sólo haremos un esfuerzo cuando este se nos presente como posible.
Tendríamos, primero, que estar atentos a las historias que nos narra durante todo el día el cuenta-cuentos, escucharlas con espíritu crítico, sin tragarnos bobaliconamente todo lo que nos dice, e introducir las correcciones que nos parezcan convenientes. Debemos aprender a contarnos historias que nos muestren lo que somos capaces de hacer, la forma en que podemos conseguir lo que deseamos, superando los obstáculos que se nos presenten. Es importante que nuestras historias sean con ilustraciones. “Más enseña un cuadro que diez mil palabras” dice un proverbio chino. Si visualizamos lo que estamos imaginando como expectativas hacia el futuro. es como si nos inyectáramos energías para conseguir lo que nos proponemos.