Llamamos “depresión” a todos los estados no placenteros que sentimos cuando las cosas no salen como nosotros queríamos. No nos estamos refiriendo a la depresión endógena a nivel psiquiátrico, lo que es algo bastante grave. Simplemente, es lo que queremos decir cuando le contamos a un amigo: “estoy deprimido” o “tengo la depre”.
La depresión puede ser pragmáticamente designada como una conducta, más precisamente aún, como un mal hábito, parecido al de comerse las uñas o criticar al prójimo. Muchas veces se desencadena por una etiqueta desafortunada que hemos colocado muy a la ligera. Si consideramos una tarea como “desagradable”, “aburrida”, “estresante”, es seguro que estamos gestando una depresión. Si por las mañanas vamos caminando hacia nuestro trabajo diciéndonos mentalmente “soy un esclavo”, arrastraremos los pies, encorvaremos la espalda y dejaremos caer la cabeza, como un buey que tira del arado. Alguien definió una vez al depresivo como aquella persona que siempre ve la copa medio vacía, al contrario del optimista que siempre la ve medio llena.
Podríamos decir que nos sentimos deprimidos cuando vemos que la realidad de lo que nos sucede no está de acuerdo con lo que nosotros esperábamos que ocurriera, o sea, cuando no se realizan la expectativas que nos habíamos forjado. Habíamos fantaseado sobre una posible realidad acorde con nuestros deseos, pero los porfiados hechos se comportan de manera contraria. Esto nos produce cólera, infelicidad, frustración, ansiedad y, en último término: depresión.
Percibir un suceso como agradable o desagradable está dentro de los límites de elección de un individuo. Condición previa es dejar de etiquetar el hecho como algo definitivamente “malo”. Es una tendencia de nuestra mente la de funcionar en pares de opuestos: “Sí No, Bueno – Malo”. O es como yo quisiera, o he sido derrotado, por el destino, las circunstancias, los otros… da lo mismo. Hipócrates decía, por allá por el 400 A. C.: “Desde la mente, y sólo desde la mente, vienen a la existencia nuestros placeres, gustos, risas, chistes, tanto como nuestras penas, dolores, tristezas y lágrimas”.
En nuestro mundo actual es difícil hablar de paz. Si bien hasta ahora hemos escapado al peligro de una Tercera Guerra Mundial – que sería probablemente la última gracias a nuestros adelantos técnicos – sigue habiendo guerras locales en diversos puntos del globo. La guerra es una enfermedad de la raza humana de larga data. Belcebú hacía notar que los individuos de esta especie adolecían de la insana costumbre de exterminarse colectivamente unos a otros cada cierto tiempo. Al parecer, no se ha descubierto un antídoto para este mal, por lo que podríamos catalogarlo en el mismo rubro que el cáncer y el sida: el de las enfermedades llamadas “incurables”.
Aunque es posible que exista un remedio, por lo menos en teoría. Krishnamurti tituló uno de sus libros: “La Paz Individual es la Paz del Mundo”. Es que tenemos nuestras propias guerras interiores: crisis afectivas, morales, religiosas, descontento hacia nosotros mismos y hacia los demás, rebeldías contra la sociedad, contra la familia, contra la vida. Nuestro campo de batalla es nuestra manera de reaccionar frente a las contrariedades y a los continuos roces y enfrentamientos que nos depara nuestra vida cotidiana. En nosotros hay amarguras conscientes o inconscientes, resentimientos, rebeliones y estancamientos que nos impiden la serenidad del espíritu.
Cuando empezamos a trabajar sobre nosotros mismos, vamos ampliando la perspectiva de nuestro horizonte interno. Esto nos ayudará a restablecer proporciones verdaderas, a comprender la relativa insignificancia de tantos hechos por los que a menudo nos dejamos abrumar e, incluso, enfurecer.
Luchar por conseguir la paz interior no es un lujo espiritual sino una necesidad, para no dejarnos arrastrar por corrientes colectivas de agitación, pánico o violencia. También es un deber respecto a los demás. Quien sea capaz de alcanzar la paz interior, la irradia a su alrededor – aun sin proponérselo – proporcionando a sus prójimos aquello que más necesitan.
Los hindúes se saludan juntando las manos a la altura del pecho y bajando la cabeza: shanti (paz). Buda enseñó a través de la palabra y el ejemplo la excelsa paz del espíritu. En el cristianismo resuena reiteradamente la nota de la paz. Cristo está rodeado de una atmósfera de paz, desde su nacimiento: “Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”, hasta su despedida de los apóstoles: “Mi Paz os dejo, mi Paz os doy, no como el mundo la da”.
En 1947, Dennis Gabor describió el principio del Holograma usando el cálculo diferencial y el cálculo integral de Leibniz, lo que no es un azar pues el holograma nos hace recordar la Mónada del mismo Leibniz. Gabor lo denominó “holograma” combinando los vocablos griegos “holo” (total) y “grama” (imagen o mensaje). El inconveniente que tuvo el investigador para completar su tarea fue la imposibilidad de hallar la fuente adecuada de luz para sus experimentos. El láser aún no había sido descubierto. Recién en 1965, gracias a la invención reciente del rayo láser, Emmeth Keith y Juris Upatnicks pudieron realizar lo que Gabor dejó en teoría. De todas maneras, Gabor recibió en 1971 el Premio Nobel de Física por sus investigaciones a este respecto.
Podríamos definir el holograma de la siguiente manera:
“El holograma es una fotografía tridimensional realizada sin lente, es decir, sin focalización. Una emulsión fotográfica es iluminada simultáneamente por dos haces luminosos proviniendo de una misma fuente luminosa coherente (láser), la una en forma directa, la otra pasando por un objeto al que ilumina y que luego lo difracta. Los dos trayectos de onda forman napas estacionarias de interferencia sobre la placa emulsionada creando un patrón microscópico que se registra y que contiene toda la información tridimensional del objeto. Cuando se ilumina la placa así impresionada, se obtiene una imagen flotante en el espacio que puede ser inspeccionada a su alrededor desde todos los ángulos posibles. El holograma tiene de particular que, a partir de un fragmento de la placa, es posible reproducir la imagen total del objeto. El Todo está entonces presente en la parte. ”
Sobre la placa emulsionada, el registro holográfico aparece ante nuestros ojos como un esquema de ondulaciones totalmente desprovisto de sentido, hasta que es contactado por un rayo de luz coherente que reproduce la imagen con toda la similitud de vida que le dan las tres dimensiones.
Hace ya más de veinticinco siglos, Tales de Mileto afirmaba que la cosa más difícil del mundo es conocerse a uno mismo. Y en el templo de Delfos podía leerse aquella famosa inscripción socrática gnosei seauton: conócete a ti mismo, que recuerda una idea parecida. Conocerse bien a uno mismo representa un primer e importante paso para lograr ser artífice de la propia vida, y quizá por eso se ha planteado como un gran reto para el hombre a lo largo de los siglos. Hay un interrogante que muchos en algún momento del camino nos hemos planteado Quién soy? Cuál es el sentido de la vida? Soy feliz? Tenemos la ilusión de que el mundo exterior nos complete y perseguimos la zanahoria de la felicidad que nunca llega: Cuando obtenga mi titulo universitario voy a ser feliz, cuando me case voy a ser feliz, cuando viaje, cuando tenga hijos voy a ser feliz Y si el único que momento que tenemos para decidir sobre nuestra felicidad es ahora? Y si lo único que puedo disfrutar es El aquí y ahora?
Nos comenta Ekhart Tolle en su libro EL PODER DEL AHORA: Un mendigo había estado sentado más de treinta años a la orilla de un camino. Un día pasó por allí un desconocido. – ‘Una monedita’, murmuró mecánicamente el mendigo, alargando su cuenco. -‘No tengo nada que darle’, dijo el desconocido. Después preguntó: ‘Qué es eso en lo que está sentado?’ – ‘Nada’, contestó el mendigo. ‘Sólo una caja vieja. Me he sentado en ella desde que tengo memoria’ – ‘Alguna vez ha mirado lo que hay dentro?’, preguntó el desconocido. -‘No’ dijo el mendigo. ‘Para qué? No hay nada dentro’. – ‘Échele una ojeada’, insistió el desconocido. El mendigo se las arregló para abrir la caja. Con asombro, incredulidad y alborozo, vio que la caja estaba llena de oro. Yo soy el desconocido que le dice que mire dentro. No dentro de una caja como en la parábola, sino en un lugar aún más cercano, dentro de Ud. mismo. Los que no han encontrado su verdadera riqueza (la Alegría Radiante de haber descubierto quiénes son: Ser, Paz, Amor, Lo profundo, Dios, y la profunda e inconmovible experiencia que acompaña a este maravilloso descubrimiento: estar inundados esencialmente de Ternura, Armonía y Gozo Interior) son mendigos, incluso si tienen mucha riqueza material. Buscan afuera mendrugos de placer o de realización para lograr la aceptación, la seguridad o el amor, mientras que llevan ‘dentro’ un tesoro que no sólo incluye todas esas cosas sino que es infinitamente mayor que todo lo que el mundo pueda ofrecer. La búsqueda interior tiene el propósito de encontrar ese tesoro interno, esa seguridad, esa confianza interna y el amor por uno mismo que luego se extiende a toda la creación. Advertir cómo estamos emocionalmente es el primer paso hacia el gobierno de nuestros propios sentimientos. El conocimiento propio es puerta de la verdad. Cuando falta, no se puede ser sincero con uno mismo, por mucho que se quiera. Querer ver qué es lo que nos sucede y quererlo de verdad, con sinceridad plena es el punto decisivo. Si eso falla, podemos vivir como envueltos por una niebla con la que quizá nuestra propia imaginación enmascara las realidades que nos molestan. Porque encontrar escapatorias cuando no se quiere mirar dentro de uno mismo es la cosa más fácil del mundo. Siempre existen causas exteriores a las que culpar, y por eso hace falta cierta valentía para aceptar que la responsabilidad, es quizá nuestra, o al menos una buena parte de ella. Esa valentía personal es imprescindible para avanzar con acierto en el camino de la verdad, aunque a veces se trate de un recorrido que puede hacerse muy cuesta arriba. Hay un ejercicio muy bueno que puedes hacer muchas veces al día. Por un minuto suelta lo que estás haciendo, retírate a una habitación tranquila y acuéstate en el piso o sobre una cama con los brazos y piernas relajados. Imagínate que te sumerges en un océano de luz. No pienses en nada, quédate sumergido en la luz. Cuando te levantes, te habrás recargado. Puedes también pararte frente a una ventana y con los brazos abiertos respirar profundamente, imaginándote que inhalas luz y exhalas todas tus tensiones. Lo repites varias veces y luego, con el poder de tu imaginación, visualizas que la luz circula a través de todas tus células y de todos tus órganos y al exhalar la dejas salir para iluminar, alumbrar y ayudar al mundo entero.
El Eneagrama Práctico.- Tiziana Fumagali……$7.900 Encuentros con Hombres Notables.- G. I. Gurdjieff…$19.100 Relatos de Belcebú a su Nieto.- l.- G.I. Gurdjieff…..$19.900 Relatos de Belcebú a su Nieto.- II.- G.I Gurdjieff……$ 11.800 Relatos de Belcebú a su Nieto.- III.- G:I Gurdjieff……..$17.700 Perspectivas desde el Mundo Real.- G. I. Gurdjieff…….$16.300 Perspectivas desde el Mundo Real.- empast. id………..$ 19.800 Gurdjieff, anatomìa de un mito.- James Moore…..$10.600 Diario de un Alumno.- C. S. Nott……………………………$19.800 Psicología Posible Evolución Hombre.- Ouspensky……..$6.400 Fragmentos de una Enseñanza Desconocida……id…..$28.300 La Extraña Vida de Ivan Osokin.- P.D. Ouspensky…..$8.200 Del amor y otros ensayos.- A. R. Orage……………………..$9.800 Gurdjieff.- Textos Recopilados.- Bruno de Panafieu…….$29.400 Recordando a Gurdjieff.- Fritz Peters………..$20.900 Comprendiendo el Eneagrama.- Richard Riso….$11.800 Tipos de Personalidad.- Richard Riso……….$11.900 Buscador de Nacimiento.- Henri Tracol……………………..$13.800 La Profundidad Natural en el Hombre.-W. Van Dusen…$8.800 Quién es Usted, Señor Gurdjieff?.- René Zuber….$5.600
LIBROS EN INGLES
The Unknowable Gurdjieff.- Margaret Anderson……$9.300 Life is Real only then, when “I am”.-Gurdjieff.-emp……$15.800 A Guide for the Perplexed.- E. F. Schumacher……$9.200
LIBROS EN FRANCES
Gurdjieff et la Quatrième Voie.- N.Tereshchenko..$18.500